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Guns N' Roses Fanfiction

by Twiggy96 1 review

Izzy deja la banda y Slash se casa.

Category: Guns n' Roses - Rating: PG-13 - Genres: Humor - Published: 2015-04-11 - 21083 words

2Ambiance
NOTA: Los hechos narrados en este relato están manipulados en función de la historia. Las fechas no coinciden con la realidad, los diálogos son ficticios, los personajes están caricaturizados y son meras representaciones de lo que imaginó el autor.

1

Luego de terminar de ver el video, Izzy se sacó los lentes, los dobló y con expresión desdeñosa se pronunció:
—No me convence.
Steven comenzó a reír, mientras se rascaba la cabeza con uno de sus palillos de la batería.
—¡A mí sí! Salimos geniales. En especial en esa parte de Slash con la serpiente...—comentó, sin dejar de sonreír.
Nigel Dick, el director del video de “Patience”, miró a Axl en busca de su aprobación.
—Está perfecto Nigel, y no te preocupes por Izzy, es que no le gusta que lo filmen—dijo Axl.
—Es verdad, no me gusta—agregó Izzy y se volvió a poner los anteojos negros.
—Bueno chicos, era un video sencillo, no sé qué esperaban. Personalmente lo encuentro muy bueno—se defendió Nigel.
—Yo también. Y Clyde también—comentó Slash.
—¿Te refieres a tu serpiente?—preguntó Nigel y Slash asintió.
—Hey, ¿quieren ir a tomar algo a Rainbow?—propuso Duff y todos contestaron positivamente, excepto Axl.
—Yo no, voy a ver a Erin—explicó, mientras se ponía una campera de cuero marrón.
—Erin, Erin, siempre con Erin. ¿Qué hay de nosotros? Tus compadres, tus camaradas, tus...—empezó a protestar Steve.
—Cállate Steven, sólo estás celoso—lo interrumpió Axl mientras se miraba al espejo.
Izzy se acercó a Axl y lo observó por unos instantes.
—Tienes las puntas del pelo florecidas—le advirtió. Axl se miró un mechón de pelo y asintió.
—Es verdad, ¿trajiste tus tijeras?
—Hmm... déjame ver en mi bolso...—dijo Izzy mientras se alejaba para buscarlo.
—Izzy usa cartera...—se burló Steve y Duff rió.
—Lleva su maquillaje y su lima de uñas ahí...—continuó Duff.
—¿Quieres acariciarla antes de irte?—le preguntó Slash a Nigel, refiriéndose a su serpiente Clyde.
—No, gracias. Bueno, nos vemos muchachos. Los llamo cuando el video esté listo, y con “listo” me refiero a editado y...
—Se, se, solo vete Nigel. Gracias por todo y saludos a Betty—lo despidió Duff.
—¿Quién es Betty?—preguntó Slash, mientras guardaba su guitarra en una funda.
—No sé, creo que la esposa de Nigel—repuso Duff y procedió a guardar sus cosas también.
—¡Estamos de suerte, Axl! ¡Sí traje mi tijera!—exclamó Izzy mientras se acercaba a Axl, que seguía frente al espejo.
—Qué bien, ahora escucha Izzy...
—Ya sé, ya sé, solo las puntas—se apresuró a decir él.
—Quince milímetros. ¡La vez pasada me cortaste de más!—continuó Axl.
—Bien, bien, mea culpa... ahora quédate quieto para que no te quede chueco—dijo Izzy al tiempo que le enderezaba la cabeza a Axl.
—¿Eres el peluquero de Axl?—se burló Duff, mientras Steven seguía riendo.
—Peluquero oficial—repuso Izzy mientras le cepillaba el pelo con un peine diminuto—. En serio, me hizo firmar un contrato y todo.
—Es que ningún peluquero entiende lo que le digo. Con Izzy me aseguro un buen resultado—explicó Axl, girándose para hablarle a Duff.
—Cabeza derecha.—Lo corrijió Izzy, luego de enderezarlo.
—Dios, múdense juntos...—comentó Duff, con sarcasmo.
—Lo intentamos—dijo Izzy e hizo unos cortes en las puntas—. No funcionó.
—Se, como sea. Escuchen, nosotros nos vamos. Axl, ¿cierras el estudio cuando te vas?—preguntó Duff y Axl asintió.
—¡Cabeza quieta!—dijo Izzy y lo volvió a enderezar.
—Adios Izzy, adios viejo—se despidió Slash.
—Adiooos...—se despidierón Duff y Steve casi al unísono.

Izzy y Axl se quedaron un momento en silencio, mientras Izzy hacía su rol de peluquero.
—Un poquito por aquí... y... un cortecito por acá... y... estás listo. ¿Qué te parece?—preguntó.
—Me parece que lo tuyo era la peluquería, Izzy...—bromeó Axl—. Lo único que no me convence es como tengo el flequillo... ¿podrías arreglarlo?
—Seguro—repuso Izzy y se acercó de nuevo.
Más silencio.
—Escucha Axl, ya que estamos solos quería aprovechar para...
—¡Izzy, no! ¡¿Estás loco?! ¡Después de todos estos años de amistad creíste que...!
—¡Ay, no, idiota! ¡No tengo sentimientos románticos por ti!—exclamó Izzy, alejándose un poco. Axl suspiró, aliviado.
—Uff... perdón Izzy, es que el otro día alquilé “Expreso de Medianoche”, y la escena de la ducha me atormenta desde entonces... disculpa, solo estoy algo paranóico.
—¿Expreso de Medianoche? ¡Esa película es como de hace diez años! El otro día alquilé Terminator... esa sí es una buena película—comentó Izzy, mientras le seguía cortando el pelo.
—Sí, es muy buena... hey, me estabas por decir algo y enloquecí. ¿Qué pasa?—preguntó Axl.
Izzy terminó el corte y suspiró.
—¿Qué tal?—inquirió y Axl se miró en el espejo.
—Es perfecto. Como si no me lo hubiera cortado. Ahora dime qué es lo que pasa, me estás poniendo nervioso—insistió Axl y encendió un cigarrillo. Izzy sacó uno de su caja y Axl le alcanzó el encendedor.
—Escucha, Axl... yo... estuve pensando y...
—En serio Izzy, me estás preocupando. Solo dime.
—Tranquilo, tranquilo... tal vez será mejor que te sientes—sugirió Izzy.
—No me quiero sentar.
—¿Y... seguro de que no llegas tarde a tu cita con Erin?
—Ella esperará.
—Bien. Aquí va: me voy a ir de la banda.
Axl se lo quedó mirando fijo por unos instantes, sin parpadear.
—¿Es algún tipo de broma...?
—No. Es en serio, Axl. Me quiero ir de la banda—repitió Izzy. Axl le dio una pitada al cigarrillo y dejó escapar el humo por sus fosas nasales. Esto le dio un aire de toro furioso, como los de caricatura.

Permanecieron en silencio cerca de un minuto, que para Izzy fue una eternidad.

—¿Y hace mucho que tomaste esta decisión?—preguntó Axl, sin mirarlo.
—Hace algunos meses, sí—repuso Izzy—. Escucha Axl, sé que estás molesto pero trata de entenderme. Fue divertido, ganamos dinero pero ya no quiero esto para mi vida. Quiero viajar, quiero tener una relación seria con una mujer, quiero comprarme más perros y llevarlos de viaje conmigo... y tal vez siga con la música, pero de otra forma.
—No puedes pedirme que te entienda. Nosotros dos estuvimos juntos en esto desde el comienzo, los demás se sumaron después, pero somos como los cimientos de una gran construcción. Izzy, eres el cerebro de esta banda, hombre, ¡escribiste esta maldita canción! Escribiste “Patience” aquella noche que te peleaste con Angela, y...
—Y estaba demasiado triste para salir. Sí, lo recuerdo. Axl, no perderemos contacto, seguiremos siendo amigos...
—¡No se trata de la maldita amistad, Izzy! ¡Se trata de que esta banda te necesita! Yo te necesito... nos conocemos desde la primaria, Izzy... y yo... oh, Dios, ahí viene la escena de la ducha otra vez. ¿Sabes que? Me voy—gritó Axl— ¡Y te toca cerrar el maldito estudio!—dijo, al tiempo que le tiraba las llaves por la cabeza.

Axl salió del edificio con el aspecto de un dragón lanzallamas. Estaba furibundo, aunque con un dejo de nostalgia en la garganta. Recordó que tenía que ver a Erin. Subió al auto y salió a buscarla.
Iba manejando rápido, haciendo zigzag entre los autos, y cuando pasaba frente al bar Rainbow, vio que Erin salía con expresión malhumorada.
Estacionó con una serie de pésimas maniobras y se bajó, para perseguirla.

—Erin, ¡Erin!—le gritó. Ella se dio vuelta. Eran una pareja de dragones escupefuego.
—¡Cuarenta minutos tarde! ¡Cómo no me sorprende! ¡Si siempre haces lo mísmo!—gritó ella, furiosa, mientras que algunas personas que pasaban por la calle se daban vuelta para ver por qué el escándalo.
—Escucha, algo surgió con la banda y...
—No, no. No quiero que me expliques nada. Ya estoy harta de que siempre llegues tarde. Y la tonta Erin siempre debe perdonarte, entenderte y escucharte. ¿Sabes que? Se acabó. ¡Se acabó, señor! ¡No más!—continuó gritando ella, al tiempo que caminaba y Axl la seguía. Él la frenó al darle un tirón del brazo.
—¡Yo tampoco estoy muy contento porque tuve un mal día, y tuve una razón justificable para llegar tarde, así que ahora vamos a entrar y me vas a dejar que te cuente lo que pasó!—gritó él.
—¡No voy a entrar si me gritas así!—gritó ella, más fuerte.
—La única que grita ahora eres tú. Ahora, por favor Erin, ¿podemos entrar para que te cuente lo que pasó?—dijo él, en un tono más templado. Erin lo miró un momento.
—Está bien... pero más vale que tengas una buena excusa esta vez.

Aunque Erin no lo había advertido, Duff, Steve y Slash estaban comiendo en Rainbow. El lugar tenía dos pisos y ellos estaban arriba, sentados a una mesa junto a la ventana.

—Aún no puedo creer lo de Izzy...—comentó Duff
—Bueno Duff, usa cartera, es todo, ¿por qué te cuesta tanto creerlo?—preguntó Steve, mientras le agregaba sal al bife que estaba comiendo.
—¡Eso no, estúpido! No puedo creer que se va de la banda.
—Yo sí. Y por eso estoy tan triste...—comentó Slash y se metió un puñado de papas fritas en la boca.
—¿Y comes así para aliviar tu dolor?—preguntó Steve y Slash levantó el dedo índice, en señal de pedir un momento, ya que tenía la boca llena.
—Sí, creo que sí—repuso, una vez que había tragado—. Y la parte más difícil fue que se lo tuve que ocultar a Axl.
—Me pregunto cómo se lo habrá tomado Axl...—comentó Duff.
—Se te enfría el pollo—le advirtió Slash.
—Sí, gracias. Pero en serio, ¿creen que se habrá enojado mucho?—volvió a preguntar Duff.
—Apuesto a que sí...—respondió Steven, sin poder evitar la risa.
—Amigo, ¿qué pasó contigo?—preguntó Duff, retóricamente, en alusión a la imparable risa de Steve.
—No sé... pero creo que tengo piojitos—repuso Steve, y procedió a rascarse frenéticamente la cabeza con una mano.
—Creo que yo también. ¿Los síntomas son picazón y caspa?—preguntó Slash, alarmado.
—Sí, no sé, ¡son como ladillas pero de la cabeza!—respondió Steve, sin mucha seguridad. Duff suspiró, resignado a la estupidez de Steven, y siguió comiendo.

Axl y Erin buscaron un lugar apartado, también junto a una ventana. Pidieron algo para comer y mientras esperaban se contaron las novedades.

—No puedo creerlo... además, ¡Izzy es tu mejor amigo! ¿No es cierto?—preguntó Erin.
—La verdad Erin, es que ya no sé quienes son mis amigos...—respondió Axl, melodramático. Ella estiró su brazo para tomarlo de las manos.
—No soporto ver así a mi Axy... si hay algo que pueda hacer para hacerte sentir mejor me avisas, ¿sí?—dijo ella con ternura y él asintió.
—Lo haré. Es solo que estoy tan enojado... siento como si me hubieran traicionado. Y me preocupa el futuro de la banda. Es como si jamás lo hubiera visto venir Erin, simplemente nunca se me ocurrió que Izzy quisiera irse... pensé que si alguno de los dos dejaba la música era por... ya sabes, la muerte.
—Sé exactamente cómo te sientes, lindo—dijo ella sin dejar de acariciarle las manos.
—¿Lo sabes?—preguntó él, sorprendido.
—Sí. Cuando empecé a trabajar como modelo, éramos cinco chicas. Entre ellas mi mejor amiga, Taryn. Esos tres meses que pasamos juntas fueron los mejores, pero luego ella consiguió un trabajo en Hooters y se fue. Por eso sé cómo te sientes. Además, yo no me llevaba tan bien con las otras chicas... y bueno, no sé, fue horrible.—Axl la miró fijo mientras ella contaba la historia.
—Disculpa, no entiendo qué tiene que ver eso con mi problema. Además, Hooters es genial.
—El punto es que era una situación muy similar, ¿entiendes? Éramos cinco chicas, ustedes cinco chicos, mi mejor amiga se fue, tu mejor amigo se fue... ¿aún no lo entiendes?
—Erin, ¿me crees idiota o qué? Ya entendí tu estúpida historia, lo que tú no entiendes es que no se compara una banda con un grupo de modelos. Esto es serio. No sé qué va a pasar si Izzy no está. ¿Crees que pueda convencerlo de volver? Digo, técnicamente aún no se fue—se preguntó Axl, y tuvieron que soltarse las manos porque había llegado la comida.
—No lo sé Axy, no conozco bien a Izzy. Tal vez puedas, tal vez no—respondió Erin mientras empezaba a cortar su porción de pizza—. Solo para estar segura: Izzy es el alto de pelo rubio, ¿no?
—Ese es Duff, mujer. Izzy es mi amigo de Indiana, de cabello oscuro y estatura promedio—gruñó Axl mientras le sacaba las aceitunas a la pizza con los cubiertos.
—Ah...—dijo Erin y comió otro bocado— ¡Casi lo olvido! ¡No puedo creer que lo olvidé! Tengo noticias que seguro te animarán.
—¿Ah, sí..?—preguntó él, con desgano.
—¿Estás listo? ¡Me inscribí en la UCLA!—exclamó Erin con una sonrisa gigante. La expresión de Axl no mostraba señales de haber captado el mensaje.
—Vas a tener que dar un poco más de información por aquí, linda.
—¡Es la Universidad de California de Los Angeles!—Erin volvió a sonreír.
Axl siguió masticando en silencio por un momento.
—Está bien, eso es todo. Hoy solamente he recibido malas noticias—dijo él, luego de empujar el plato hacia adelante.
—Oh, vamos Axy, no seas así... piensa en lo mucho que me ayudará ir a la universidad y estudiar. Voy a conocer gente nueva, voy a aprender mucho ¡y voy a poder conseguir buenos trabajos!—lo animó ella.
—¿Es por eso que lo haces? ¿Por trabajo? Erin, no necesitamos dinero. A menos que quieras vivir en una mansión de lujo en... no sé, ¡las colinas de Malibú! Pero con el dinero que estoy haciendo con la banda y nuestro departamento en Sunset Strip estamos perfectos, no, ¡estamos más que perfectos! ¡Así que deja de ser tan codiciosa y sácate de la cabeza esas malditas ideas de la universidad y los trabajos!
—Axl, no soy codiciosa, solo quisiera poder valerme por mí misma y no siempre depender de tu dinero. Es algo bueno, ¿por qué no puedes verlo así?—preguntó ella.
—¿Por qué no quieres depender de mí? ¿Planeas dejarme? ¿Es eso? ¡Si es eso solo dime! ¿Lo ves? ¡Malas noticias! ¡Solo he recibido malas noticias hoy! ¡Mi novia y mi mejor amigo me abandonan! ¿Así es como me pagan?—gritaba Axl.
—¡Baja la voz, Axl, todo el mundo te está oyendo!—susurró Erin, mientras se tapaba la cara por la vergüenza.

Slash y los demás escucharon los gritos de Axl desde arriba y bajaron a ver qué pasaba. Esto pareció enfurecerlo aún más.

—¡Axl! ¡Qué coincidencia! Nosotros estábamos comiendo y...—comenzó a decir Duff.
—¡¿Qué están haciendo aquí?! ¡¿Me estaban siguiendo?!—gritó Axl.
—Claro que no, llegamos aquí antes que ustedes. Así que en ese caso ustedes nos seguían a nosotros—repuso Steve, orgulloso por su deducción.
—Hola, Erin—la saludó Slash.
—Oh, hola Slash, disculpen a Axl, no tiene un buen día...—explicó Erin en voz baja.
—Perdón Erin, no te saludé—se disculpó Duff.
—¡No te preocupes, Izzy!—repuso Erin.
—¡Él no es Izzy! ¡Es Duff! ¡Y jamás será Izzy! ¡Nadie puede reemplazarlo! ¡Y nadie podrá! ¡Nunca!—gritó Axl y se sentó, para luego apoyar su cara contra la mesa, totalmente abatido.
—¿Está llorando?—susurró Duff
—Axy, lindo... ¿estás bien?—le preguntó Erin, sin acercarse demasiado.
—No...—respondió Axl.
—¿Quieres ir a casa?—repreguntó ella
—Bueno...—repuso Axl, incorporándose.
—¡Wow, tiene la cara muy roja!—exclamó Steve, señalándolo.
—No señales, Steve. Es de mala educación...—le dijo Slash—. Hey viejo, ¿quieres ir a ver una película? Tengo cupones 2x1.
—¿En serio, Slash? ¿Cupones 2x1? Tienes un montón de plata en el banco ¿y andas con cupones 2x1 para el cine en tu billetera?—preguntó Duff.
—Sí, ¿qué tiene de malo?—repreguntó Slash pero Duff no le respondió.
—No gracias, Slash. Tal vez otro día. Necesito ir a casa, y aclarar mis ideas. Tengo mucho en qué pensar—respondió Axl—. La cuenta, por favor—le dijo a la camarera.
—Enseguida—respondió la muchacha con voz temblorosa. Ella también lo había escuchado gritar.
—¿Podemos comernos esas porciones que sobraron?—preguntó Slash.
—Adelante—repuso Axl.
—Primero los cupones y ahora se come las sobras de Axl...—comentó Duff, avergonzado, en alusión a Slash.
—Aquí tiene, señor—dijo la camarera. Axl le pagó y la chica se alejó lo más rápido que pudo.
—¿Vamos, Erin?—le preguntó Axl, con tono apacible.
—Sí, lindo—repuso ella y se aferró a su brazo.
—Adiós Erin, adiós viejo...—los despidió Slash, con la boca llena de pizza.
—¡Hasta pronto, chicos!—los saludó Erin, sonriente.
—Nos vemos, Slash—contestó Axl.
—¡Adiós, Axl! ¡Luego hablaremos acerca de Izzy!—gritó Steve, mientras Axl y Erin salían del lugar.
—¡Cállate, Steve! Es obvio que la noticia lo afectó para mal—le dijo Duff, por lo bajo.
—¿Qué vamos a cenar?—preguntó Slash.
—¿De qué hablas? Acabamos de cenar—repuso Duff
—Ah... creí que se trataba de un segundo almuerzo.

Ya había anochecido cuando Axl y Erin subieron al auto. En el trayecto fueron callados, escuchando la radio. Ella sabía que cuando Axl pasaba por alguna crisis, no se iba a resolver hablando en el momento. Lo mejor era esperar a que se le pasara y le escribiera una carta. Recién entonces sabía que todo estaba bien.
Luego de estacionar el auto en la cochera del edificio, entraron juntos al vestíbulo, para encontrarse con Gabrielle, la vecina de al lado, que pegaba papeles con avisos.

—Ah, buenas noches, vecinos. Ya que están aquí quería decirles que el jueves por la noche habrá reunión del consorcio de inquilinos, por el tema de que tienen que venir a fumigar, y además porque tengo el techo estropeado por la humedad. Resulta que el tipo del 4-E tiene las tuberías podridas...
—No nos interesa, hasta luego—la interrumpió Axl y caminó hacia el ascensor.
—¡Axl!—lo reprendió Erin y ahora, dirigiéndose a Gabrielle, dijo: “Por supuesto que iremos. Y si él no puede, cuenta con mi asistencia. ¡Buenas noches!”.
—Sí, hasta entonces, Erin.—Se despidió Gabrielle, ofendida por la antipatía de Axl.

Una vez en el ascensor, Erin decidió romper el silencio.

—¡Eso fue descortés!—volvió a reñirlo.
—Esa odiosa mujer era la gota que iba a rebalsar un día de mierda, Erin. Ni siquiera tú la soportas.
—No, pero eso no me da derecho a tratarla mal. Solo digo que aprendas a ser más tolerante.
—Ahora voy a llegar a casa, voy a llamar a Izzy y le voy a decir una lista de razones por las cuales dejar la banda es una pésima idea... —pensó Axl en voz alta, ignorando por completo el comentario de Erin.
—Axy, creo que Izzy ya tomó su decisión... y como su mejor amigo, deberías respetarla.
—Creo que como su mejor amigo, tengo que hacerlo entrar en razón y evitar que cometa el peor error de su vida. Y eso es lo que haré, asi que deja de entrometerte en mis asuntos—dijo él, mientras salía rápidamente del ascensor y empezaba a abrir la puerta del departamento. Erin puso los ojos en blanco, acostumbrada al mal genio de Axl, y entró detrás de él.

2

Slash estaba en el departamento de su novia, Renee Suran, en Valley Vista. Masticaba unos Cheetos y miraba programas de cocina, cuando Renee se interpuso entre él y el televisor. Al principio, Slash no se percató de que ella trataba de llamar su atención, por lo que movió su cabeza hacia los costados, con el fin de seguir viendo la tele.

—Osito—Renee utilizó el apodo cariñoso que reservaba, por suerte, únicamente para la intimidad. Aunque esta vez, Slash sintió que no sonaba tan dulce como de costumbre—. Oso, te estoy hablando.
—¿Hmm? —él emitió un sonido de asentimiento.
—Se acabó, voy a apagar la tele—amenazó ella.
—No, espera, estoy viendo cómo hacer brochetas de camarón.
—¿Para qué? Si después nunca cocinas. Siempre pedimos comida o vamos a comer afuera. ¿Y quieres saber una cosa? Estoy cansada. —Renee apagó la televisión de todas formas, y él supo que venía una charla de esas que ningún hombre puede evitar. Se incorporó y a continuación procedió a limpiarse un poco las manos —llenas de Cheetos—.
—¿Qué pasa? —preguntó Slash, en su tono suave y relajado.
—Pasa que estamos estancados. La relación está estancada, ¿no te das cuenta? —preguntó Renee, con tono melodramático, y él esperó que esa fuese una pregunta retórica, ya que no estaba muy seguro de la respuesta. Por otro lado, siempre le había causado gracia el hecho de que Renee hablara de “la relación” como si se tratara de una entidad con vida propia.
—Bueno, el otro día pensaba que hace mucho que no viajamos... ¿te gustaría ir a África? —propuso él.
—Claramente no entiendes la gravedad de la situación. —Renee se acercó un poco al borde de la cama en la que Slash estaba sentado—. Quiero que nos casemos.
—¿En serio? —le preguntó él.
—Sí, en serio. Si no nos casamos, no voy a estar más contigo—volvió a amenazar ella. Y ahí estaba, el último ultimátum.
—Bueno... lo pensaré. —Slash no quería decir que no porque si bien la idea no lo molestaba, tampoco lo estusiasmaba mucho. La verdad era que nunca se había puesto a pensar mucho en el matrimonio. Pero ahora sabía que si le decía que no, la iba a perder para siempre, y en ese momento se sentía muy solo, aunque no lo demostrara. Renee era su apoyo emocional.

Al día siguiente, todos estaban reunidos en el estudio para grabar “14 Years”. Izzy también estaba presente, ya que se había comprometido a terminar de grabar la canción con la banda, aunque Axl estaba muy ofendido y no le dirigía la palabra.

—Duff, ¿quieres decirle a Izzy que me alcance el encendedor? —le pidió Axl, sin mirarlo. Duff revoleó los ojos, fastidiado por esa actitud infantil.
—Esto es ridículo, Axl. ¿Por qué no se lo pides tú mismo? —le preguntó, pero Izzy le puso fin a la situación cuando le acercó el encendedor.
—Slash, dile a Izzy “gracias, pero eres un maldito traicionero por irte de la banda” —volvió a pedir Axl.
—Gracias—le dijo Slash a Izzy, omitiendo el resto de la oración—. Hey, quiero contarles algo...

Todos se sorprendieron un poco, ya que Slash nunca hablaba demasiado.

—¿Qué pasa, hombre? —preguntó Duff, ligeramente preocupado.
—Es sobre Renee y yo... —comenzó a decir Slash.
—Oh... por... Dios... ¡Renee está embarazada! ¡Vas a ser padre! ¡Oh, por Dios, esto es genial! ¡Felicidades! —festejaba Steven.
—No, no, nada de eso—lo interrumpió Slash—. Quiere que nos casemos.

Se produjo un breve silencio fúnebre.

—Oh, no... ¿ella también? El otro día Mandy también dijo algo sobre casarnos... Dios, ¿qué les pasa a las mujeres con el matrimonio? —preguntó Duff.
—No sé, pero me dijo que si no nos casamos, me va a dejar.
—Perra manipuladora... —masculló Axl, mientras seguía haciéndole arreglos a la canción con la consola.
—¿Y tú..? —preguntó Izzy.
—¿Yo qué? —repreguntó Slash.
—Que si quieres casarte o no.
—No sé, me da igual—repuso Slash—. Sé que no quiero que me deje.
—Entonces te recomiendo que le compres un anillo ahora mismo, porque conociendo a Renee, no se dará por vencida—sugirió Duff.
—Si se casan, ¿puedo ser tu padrino? —preguntó Steven, tan risueño y emocionado como de costumbre.
—Slash, si te casas con ella, estarías cometiendo el peor error de tu vida—sentenció Axl.
—Axl, según tú, siempre estamos cometiendo el peor error de nuestras vidas—le contestó Izzy, pero Axl lo ignoró.
—En serio, hombre, piénsalo: si no estás muy seguro, es por una razón. Ella está loca y es una manipuladora cruel. Y todo va a empeorar si se casan—prosiguió Axl.
—No estás parpadeando—advirtió Duff.
—Lo sé, es que no duermo hace dos días—repuso Axl con naturalidad—. Escucha, yo creo que no deberías hacerlo. Ella está tratando de dominarte, no le des el gusto. Además, puedes conseguir a alguien mejor.
—No lo sé, viejo... en realidad, la quiero mucho—objetó Slash.
—Solo me importa tu felicidad, Slash. Dime, ¿crees que serás feliz si te casas con Renee?
—Hey... si ella es feliz, yo soy feliz. —Slash tomó un trago de Stoli.
—Bien, es tu vida. Si quieres arruinarla, está bien... no te detendré. —Axl volvió a su trabajo en la consola.
—No le hagas caso, hombre. Si quieres casarte con Renee, entonces cásate con Renee—lo alentó Izzy.
—¿Tú crees? —preguntó Slash.
—Quizá no sea tan mala idea... y si hacen una fiesta, Mandy podrá usar ese vestido que quiere estrenar hace meses y dice que nunca encuentra una situación apropiada—comentó Duff.
—¿Puede ir mi novia también? —volvió a preguntar Steve.
—Claro—contestó Slash.
—Prepárate para sufrir, amigo. Habrá listas de regalos, ropa formal, su odiosa familia, centros de mesa, flores, fotógrafos... —empezó a enumerar Axl, con el único fin de hacerlo cambiar de opinión.
—¿Y se puede saber cómo es que de pronto eres un experto en casamientos? —preguntó Duff.
—Estuve casado una vez—contestó Axl.
—¡¿Qué?! ¿Cuándo? ¿Con Erin? —volvió a inquirir Duff.
—Bueno, estoy ofendido, ¿por qué no nos invitaste? ¿Y por qué no nos dijiste? —preguntó Izzy.
—Solo quiero aclarar una cosa: le estoy contestando a Duff, no a Izzy. Izzy está muerto para mí—subrayó Axl— ¿Recuerdan a mi masajista, Sabrina?
—Sí, claro, “masajista”... —bromeó Steven y se empezó a reír solo.
—¿Te casaste con Sabrina? ¡No puedo creerlo! ¡Me dijo que yo era su amor platónico, pero que no quería tener una relación con nadie! —comentó Duff.
—¿Me dejas terminar? Sabrina tenía una hermana que tenía una amiga que tenía una prima. Una noche, salí a cenar con su prima... —continuó Axl.
—¿Con la prima de Sabrina? —lo interrumpió Steven.
—No, imbécil, ¡fui con la prima de la amiga de la hermana de Sabrina! En fin, en la cena tomamos mucho y una cosa llevó a la otra... y nos casamos. Pero al día siguiente nos divorciamos.
—Wow... ¿y Erin sabe de esto? —preguntó Duff.
—¡Por supuesto que no! ¿Me crees idiota o algo así? Se pondría furiosa—repuso Axl.
—Igualmente hay algo que no entiendo: si se casaron borrachos, ¿cómo hubo tiempo para preparativos y esas cosas? —preguntó Izzy, pero Axl volvió a ignorarlo.

Más silencio.

—¿Y la prima de Sabrina estaba buena? —preguntó Steven.
—¡Que no era la prima de Sabrina! —repitió Axl, exasperado.
—Bueno... creo que tomé mi decisión—se pronunció Slash.
—¿Y..? ¿Qué vas a hacer? —preguntó Duff.
—Me voy a casar—contestó Slash y todos, excepto Axl, lo felicitaron y abrazaron.

Esa misma tarde, luego de haber terminado con la canción, Slash salió en busca de una joyería. Nunca antes en su vida había ido a una, así que tuvo que pedir indicaciones en la calle para poder llegar. Luego de caminar unas cuadras, entró a una que se llamaba Blue Nile. No sabía muy bien qué decir ni qué hacer, asi que simplemente se paró frente al mostrador y dijo: “Quiero un anillo de compromiso”.

—Muy bien, señor—le dijo el hombre que atendía, quien, a diferencia de Slash, estaba muy bien vestido— ¿Buscaba algo en particular?
—Hmm... me dijeron que esto no debía ser muy complicado. No sé, ¿qué tiene para mostrarme? —preguntó Slash.
—Bueno, quizá podría interesarle este ejemplar; es de oro blanco de dieciocho quilates...
—Genial, deme ese—dijo Slash.
—O tal vez prefiera algo más así; este, también de oro, tiene un corte brillante redondo con gemas laterales en forma de pera que le dan un aire de glamour a la clásica gema central.
—Bien, deme ese—repitió Slash.
—Veo que no vino con nada en mente, y en mi opinión, un anillo de compromiso debe ser elegido con cuidado. No querrá elegir el equivocado, ¿verdad? —le preguntó el vendedor, parsimonioso.
—En realidad, no entiendo mucho de joyas. Creo que todos le gustarían a mi novia. ¿Puedo llevar ambos y que ella elija el que le gusta más?
—Señor, me temo que así no es el protocolo... además, estos anillos son muy costosos.
—Bueno... entonces creo que llevaré aquel—dijo Slash, al tiempo que señalaba sin mucha precisión.
—¿Cuál?
—Ese, el de las peras.
—¿Se refiere al de las gemas?
—Sí, ¿cuánto cuesta?
—Bueno, este tiene un precio de dieciocho mil, pero en caso de que no pudiera pagarlo... —comenzó a decir el tipo.
—¿Acepta cheques? —lo interrumpió Slash y el vendedor asintió, pasmado.
—Debo decirle, señor, que su novia es muy afortunada.
—No tanto; vino a Los Angeles para ser actriz y aún no ha conseguido ningún papel... eso la tiene muy mal—le contó Slash, sin entender que el vendedor se refería a otra cosa.

Luego de hacer decenas de llamadas y de tachar nombres de su lista, Axl se rindió, momentáneamente.

—Es inútil—comentó—. Nunca vamos a encontrar a un guitarrista para reemplazar a Izzy. Nadie tiene el estilo de Izzy.
—Oh, Axy... lo siento. ¿Quieres un té? —lo consoló Erin.
—No, no quiero un maldito té. Las cosas no se resuelven con té, Erin. ¿Desde cuándo te crees inglesa? —lo despreció Axl.
—Bueno, no me hables así. No tengo la culpa de que Izzy no te soporte y se quiera ir de la banda.
—Cállate, no estoy de humor para pelear—dijo él, aunque eso no tenía sentido—. Y todo está saliendo mal últimamente. ¿Sabías que Slash se va a casar?
—¿Qué? ¿Con esa zorra de Renee? —repreguntó ella, sorprendida.
—Sí, aparentemente ella le dijo que si no se casaban, lo dejaba—continuó Axl.
—Dios, no la soporto.
—Si ni siquiera la conoces—le dijo él.
—No, pero ¿obligar a tu novio a casarse? Eso es de zorra manipuladora—respondió Erin.

Axl no le contestó y se fue al dormitorio. Luego de unos minutos, regresó con un sobre.

—Ah, me olvidaba; esto es para ti—le dijo con indiferencia, y se tiró en el sillón.

Ella lo abrió, y luego miró a Axl, confundida.

—¿Qué es esto?
—Erin, ¿eres tonta? Es dinero, ¿qué más va a ser? —repuso él, irritado.
—¡Ya sé que es dinero, idiota! Me refiero a que para qué es, por qué me lo das.
—No me digas “idiota”, porque me voy a arrepentir...
—¿Arrepentirte de qué?

Axl suspiró.

—¿Te acuerdas de que me dijiste que te habías anotado en la universidad?
—Sí, y también recuerdo que te portaste como un imbécil.
—Erin, estoy así de cerca de enojarme... —le dijo, mientras le indicaba con el índice y el pulgar lo que le faltaba.
—Perdón, ¿qué me ibas a decir?
—Eso es para tus estudios...

Erin sonrió y lo abrazó sin cuidado.

—Oh, Axy, gracias, gracias, ¿ves que en el fondo tienes un buen corazón? —decía ella, mientras le daba besos por toda la cara.
—Sí, muy, muy en el fondo... —bromeó él.

Luego de comprar el anillo, Slash se encontró con unos amigos y fueron a tomar algo a Rainbow. Se estaba divirtiendo, y cuando recordó que tenía que volver a casa y hablar con Renee, eran casi las once de la noche. Estaba un poco borracho, así que decidió que no iría manejando. Caminó un largo tramo hasta Valley Vista.
Cuando entró al departamento, pensó que ella no estaba; todas las luces estaban apagadas y Renee no solía acostarse temprano. Se tropezó con un par de cosas y escuchó que ella lo llamó desde la habitación.

—¿Saul? —preguntó ella, medio dormida— ¿Eres tú?
—Sí—repuso él y entró al cuarto.

Renee se incorporó en la cama y prendió la luz.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué hora es?

Él no dijo nada y empezó a palparse la campera hasta que encontró el estuche con el anillo. Al principio, intentó abrirlo del lado equivocado; en ese punto supuso que Renee ya sabía que estaba borracho. Después, lo abrió bien.

—Te dije que lo iba a pensar, y lo pensé... así que... —él no supo cómo terminar la oración.
—Saul, es hermoso... yo... —Renee parecía embelesada—. Sinceramente, no creí que fueras a acceder.
—Bueno, yo...
—Esto demuestra que has madurado, y que eres capaz de cambiar. Es todo lo que necesitaba saber. —Ella procedió a probarse el anillo.
—Perdón, pero... ¿te vas a casar conmigo o no? Espera, ¿ya te lo pregunté?
—No—rió ella—. Pero sí, sí me casaré contigo.
—Genial—comentó Slash y sonrió.
—¡Ay, osito! ¡Te amo tanto, vamos a ser tan felices! —lo abrazó con fuerza y después le estampó un beso en los labios— ¿Estuviste bebiendo de nuevo?
—Sí, un poquito, es que...
—¡Está bien, no me importa! ¡Estoy tan feliz! —exclamó ella, y se levantó rápidamente de la cama—. No sé a quién llamaré primero; ¡A Pilar! ¡No, a mi mamá! ¡Ay, cómo desearía que hubiera algún sistema para avisarles a todos!
—¿Como una opción que sea “enviar a todos”, no? —preguntó él, pero Renee estaba volando en una nube de euforia. Ella se fue a llamar a todo el mundo, mientras que Slash se tiró en la cama y se durmió vestido.

3

Durante las siguientes semanas, Renee se transformó en una especie de monstruo perfeccionista y detallista, obsesionada por la boda. La frase que más repetía era: “Todo debe ser perfecto”. Y, tal como lo predijo Axl, hubo que elegir regalos, flores, reservar un lugar, elegir la comida, mandar a hacer invitaciones, elegir el color y la tipografía de las invitaciones —que debían ser perfectas—, contratar un fotógrafo y un camarógrafo, elegir la música, y, quizás lo más complicado de todo: comprar el vestido de Renee.
Luego de ese espantoso mes y medio de preparativos y discusiones (a Renee le había caído muy mal que Slash le pidiera un acuerdo prenupcial, y la boda se había cancelado por unos días debido a eso), llegó el día de la despedida de solteros. Como ella era muy desconfiada y celosa, acordaron que tendrían las dos despedidas —de soltero y de soltera— juntos, en el mismo club. Y como a él todo parecía darle lo mismo, accedió.

—Bueno, amigo, parece que se terminaron tus días de gloria... —bromeó Duff y Slash se rió. La música estaba muy fuerte y casi no lo podía escuchar.
—Es verdad... digo, ¿entiendes que a partir de hoy vas a tener que estar solo con ella? Mañana tras mañana, te vas a despertar y ahí va a estar ella... y en veinte años... si es que no te moriste, te vas a despertar... y ahí va a estar ella. Buena suerte, amigo—le dijo Steve, riendo como siempre.
—No le digan esas cosas, se va a arrepentir—opinó Izzy—. Descuida, Slash, estarás bien. Personalmente, ansío compartir mis días con alguien por el resto de mi vida.
—¿De veras? —preguntó Slash y él asintió.

Renee apareció de pronto y se acercó a ellos.

—¡Hola! ¿Cómo se está portando mi futuro esposo? —les preguntó, a los gritos.
—Bien, bien. Solo estamos conversando—repuso Duff.
—Y tomando—agregó Izzy.
—¡Qué bien, porque yo también! —gritó ella y casi se cayó— ¡Estoy muy borracha!
—Mañana va a tener una terrible resaca... —comentó Steven, entre risas.
—¿Te estás portando bien? —le preguntó Renee a Slash. Por primera vez, él tuvo la sensación de que ella estaba más borracha.
—Sí—repuso él— ¿Y tú?
—¡No! —gritó Renee y estalló a carcajadas—. Pero, en serio, pórtate bien o te mato.

Ella se alejó a los tropezones.

—¡Hey, miren! ¡Llegó Axl! —comentó Duff— ¡Axl, por aquí!
—Hola, ¿cómo están? —los saludó él.
—Hombre, ¿por qué estás usando lentes de sol? Es de noche y estamos adentro—preguntó Steven.
—Mis ojos son fotosensibles y las luces de colores me hacen mal—contestó Axl.
—Oh, tonterías, ¡los usas porque quieres! —replicó Izzy, pero, aparentemente, Axl lo seguía ignorando.
—Así que, Slash, ¿tu última noche como soltero? —preguntó Axl.
—Así parece—repuso él, relajado.
—¿Y así es como la vas a pasar? ¿Bebiendo tranquilo con amigos? —repreguntó, y Slash asintió.
—¿Qué estás insinuando, Axl? —preguntó Duff.
—Nada, pero si fuera mi despedida de soltero, haría otras cosas, es todo—le contestó y pidió algo para tomar.
—Hey, ¿y Erin? —preguntó Izzy para sacar tema, pero Axl no respondió.
—Descuida, yo le pregunto. ¿Y Erin? —preguntó Duff.
—Se quedó en casa—contestó—. Está castigada.

Se quedaron callados por un momento, con la música y el murmullo de fondo.

—Disculpa, ¿dijiste “castigada”? —repreguntó Duff.
—Sí.

Más silencio.

—¿Podrías contarnos un poco más? —volvió a inquirir Duff, impaciente.
—Hace un tiempo que Erin empezó a ir a la universidad—comenzó a decir Axl—. Y entonces me ofrecí a pagar por sus estudios.
—Oh, qué bueno. ¿Y qué está estudiando?
—Déjame terminar. Entonces, un día le pregunto cómo le está yendo y me dice: “Axl, reprobé dos materias”.
—¿Y... entonces? —preguntó Izzy y Axl dejó de hablar.
—Ya me estoy cansando de esto—se quejó Duff— ¿Y entonces, qué pasó?
—¿Cómo que “qué pasó”? Me enojé con ella, eso pasó. La única condición era que estudiara y resulta que desaprobó los exámenes.
—Entonces la castigaste—comentó Duff—. Como si fuera una niña.
—Sé que es una pedagogía algo extremista, pero ella tiene que aprender—respondió Axl.
—Espera, ¿y la dejas venir a mi boda mañana? —preguntó Slash.
—No lo creo.
—Pero, viejo, si Erin no viene, las mesas se van a desordenar y Renee estará furiosa.
—Sí, vamos Axl, deja que Erin vaya. Puede seguir castigada después—le pidió Duff.
—No, porque si interrumpo el castigo, no aprenderá la lección.
—¿Y cuál es la lección? —preguntó Slash.
—Que tiene que estudiar para las malditas pruebas—repuso Axl y todos volvieron a quedarse callados, ya que era prácticamente inútil discutir con él.
—Voy al baño—avisó Slash.

Empezó a caminar entre la gente que lo felicitaba y le palmeaba la espalda, cuando de pronto la vio; caminaba hacia él, sonriente, y le pareció que se veía más hermosa que nunca. Slash había conocido a Perla Ferrar hacía más de un año, en otra fiesta. Desde el principio se habían llevado muy bien, ya que compartían desde gustos musicales hasta estilos de vida. Perla tenía diecisiete, era ocho años menor que él, y tenía un espíritu libre y aventurero que lo sedujo por completo.
Al principio, él pensó que saludarla no le haría daño; después de todo, ahora estaba con Renee, y todo andaba bien. Pero luego de que Perla lo abrazara para felicitarlo, empezó a sentir que quizá no estaba tan bien con Renee como creía...

—¡Así que te vas a casar! ¿Quién lo hubiera imaginado? ¿Y vas a usar traje y todo eso? —preguntó ella, divertida.
—Acordamos que usaré una camisa blanca y pantalones de cuero—repuso él.
—Claro, nada muy formal. Es que no es tu estilo.
—No... —dijo él y se quedó mirándola.
—¿No ibas al baño? —Perla seguía sonriendo.
—Ah, sí... —Slash estaba encantado con ella, aunque sabía que no podía hacer nada; al día siguiente se iba a casar. Estaba comprometido con Renee, y eso estaba bien. Sí, Renee estaba un poco loca y eso, pero nada que no pudiera tolerar, pensó él. ¿Tolerar? De pronto le pareció que esa no era la palabra ideal. Iba a casarse con una persona ¿a la que tendría que tolerar? ¿Todo el tiempo? ¿Como a Axl cuando enloquecía y había que calmarlo? Empezó a dudar. Y cometió un error al darse vuelta, porque Perla seguía ahí, mirándolo.

Mientras caminaba entre la multitud, con Perla de la mano, él supo que estaba por cometer un error fatal. Esperaba no encontrarse con Renee en el camino. Luego de buscar por algunos minutos, encontró a los muchachos.

—¡Hey, ahí estás! ¿En dónde andabas? —lo saludó Duff, y después vio a Perla. No tardó en notar que estaban tomados de la mano.
—Necesito que me hagan un favor—pidió Slash.
—¿Quién es ella? —preguntó Izzy.
—Perla, mucho gusto—se presentó ella, alegremente, y le extendió la mano que tenía libre. Izzy se la estrechó sin mucha confianza.
—Hmm... mira, no soy un experto en relaciones, viejo, pero creo que esto no está bien—opinó Duff.
—Por favor, necesito que me cubran con Renee. Solo por un ratito. Estaré de vuelta más tarde.
—¿Te refieres a que tenemos que distraerla para que no se de cuenta de que te fuiste? —volvió a preguntar Izzy.
—Hombre, es casi imposible. Renee viene a cada rato a preguntar por ti. Está muy paranóica... bueno, no tanto—comentó Axl, en referencia a Perla.
—Por favor... —insistió Slash.
—Está bien—accedió Duff.
—¡¿Qué?! ¿Vamos a dejarlo ir? ¡Renee dijo que lo vigiláramos! —argumentó Izzy.
—¿Quién es nuestro amigo? ¿Slash o Renee? —le preguntó Duff.
—¿Ves? Eso no es justo, porque si dices “amigo” es obvio que la respuesta es Slash, en cambio, si hubieras preguntado “a quién decidimos ayudar primero...”
—Vayan. Nosotros te cubrimos, hombre—lo interrumpió Axl.
—Gracias. —Slash y Perla desaparecieron entre la gente.
—¿Creen que hicimos lo correcto? Porque yo siento que Renee los va a descubrir y que estaremos en problemas—comentó Izzy.
—¿No viste la cara de Slash? No lo había visto así desde que estaba con Megan. Parecía tan feliz... y es su última noche de soltero, creo que merece ser feliz por última vez... —repuso Duff.
—Lo haces sonar tan trágico... —comentó Axl.
—¡Ah, mierda! —exclamó Duff, de pronto.
—¿Qué pasa? —preguntó Izzy.
—Ahí viene Renee, ¡rápido, todos finjan ignorancia! —explicó Duff.

Renee tenía la clásica expresión de enojo, que se le notaba especialmente por una arruga formada entre sus cejas.

—¿Han visto a Saul? —les preguntó, molesta—. No lo encuentro por ninguna parte.

Steven empezó a balbucear y a babear.

—¿Qué le pasa? —volvió a preguntar Renee.
—Ah, eh... nada. Bebió demasiado—repuso Duff.
—¿Vieron a Saul sí o no? —repitió.
—Creo que dijo que iba al baño, pero...
—¿Están ocultando algo? —gritó Renee.
—Ah, Renee, casi lo olvido: mi novia no podrá ir mañana, así que... sí, es un gran problema, ¿cierto? —Axl cambió de tema. La arruga en la frente de Renee pareció pronunciarse aún más.
—¿Qué demonios quieres decir con que “no podrá”?
—Justamente eso, que no irá.—Axl la miró, desafiante.
—¡Pues escúchame bien, maldito cretino! ¡Mañana es el día más importante de mi vida y no voy a dejar que un maldito como tú me lo arruine! ¡Tu maldita novia va a venir porque si no viene me va a quedar un lugar libre! ¿Y sabes lo que eso significa? ¡Que va a sobrar comida! ¡Y eso es dinero tirado a la basura! ¡Así que más vale que mañana los vea a ambos porque si no, me vas a conocer enojada y me imagino que no quieres eso! —gritó Renee.

Axl se quedó pasmado.

—¡¿Me entendiste?! —volvió a gritar y él asintió— ¡Y si ven a Saul, más les vale avisarme, porque estoy muy cerca de enojarme!

Renee se fue, mientras empujaba personas por el camino.

—Pobre Slash—comentó Duff.
—¡Está completamente loca! ¡Más loca que Axl! —comentó Steven, riendo.
—Ah, y ¿qué mierda fue toda esa baba y ese balbuceo, Steve? —preguntó Duff.
—Tú dijiste “finjan ignorancia” —repuso él, con tono obvio.
—Sí, dije “ignorancia”, no “estupidez”.
—Ahh... —Steve se empezó a reír de nuevo.

Slash y Perla habían ido a un hotel barato que no estaba muy lejos de Troubadour, el club en el que se celebraba la fiesta.

—¿Y? ¿Estás nervioso por el gran día? —le preguntó ella, mientras se vestían.
—No lo estaba, hasta que te vi... —contestó él y Perla se sentó en la cama, a su lado.
—Hey, vas a estar bien—lo alentó—. Te prometo que hoy voy a desaparecer de tu vida para siempre.

Él lo consideró un momento.

—Es que... no sé si quiero que desaparezcas para siempre.
—¿Quieres romperme el corazón, no es cierto? —le preguntó Perla, enternecida.
—No, quiero verte de nuevo—contestó Slash y ella se puso seria, por primera vez en toda la noche.
—Escucha, eres muy tierno... en realidad, demasiado. Y creo que solo tienes miedo. Pero, créeme, vas a ser muy feliz con ella. —Perla le dio un beso en la mejilla y se levantó. Y fue entonces cuando él empezó a convencerse de que no iba a ser muy feliz con Renee.

Slash volvió solo a la fiesta. Habían decidido que lo mejor era que Perla se fuera. Enseguida se encontró con Renee, que parecía rabiosa.

—¡¿Dónde demonios estabas?! ¡Te busqué por todas partes! —gritó ella.
—Salí a comprar cigarrillos, y después estuve aquí todo el tiempo...
—¡Eres un maldito mentiroso! —Renee empezó a golpearlo torpemente. Él se limitó a cubrirse y después le agarró las manos. Ella se tiró al piso y comenzó a llorar; estaba muy, muy borracha. Slash la abrazó. Se sentía muy mal.
—Oh, oh. Renee llora. ¿Creen que lo descubrió? —preguntó Izzy.
—Tal vez. Aunque eso sería lo mejor—contestó Axl. Tardó unos segundos en darse cuenta de que le había respondido a Izzy.
—¡Por el amor de Dios, ya era hora! —festejó Duff.
—¡No, no, no! ¡Estaba distraído, fue un error! ¡Yo no quería hablarle! ¡Mierda, llevaba un récord de un mes! —maldecía Axl.
—Olvídalo, Axl. ¿No crees que ya he sufrido bastante? —le volvió a preguntar Izzy.
—Axl, contéstale, por favor. No me hagas repetirte la pregunta—suplicó Duff.
—No. Juré que le volvería a hablar solamente si volvía a la banda.
—No voy a volver a la banda, Axl. Debes respetar mi decisión. Ya perdiste a un guitarrista, ¿también quieres perder a un amigo? —le preguntó Izzy.
—Duff, ¿podrías repetirme la pregunta para poder contestarle indirectamente a Izzy? —preguntó Axl.
—Esto es ridículo—comentó Duff, resignado—. Axl, ¿quieres perder un amigo?
—¿Por qué lo acortaste? Mi versión era mucho más conmovedora—se quejó Izzy.
—Yo no quiero perder a un amigo, pero al parecer Izzy sí. Irse de la banda, sin si quiera consultarme, es como decirme “no me importas, adios”. Y eso me dolió mucho—confesó Axl.
—Es que ese es tu problema, Axl. No tenía por qué consultarte nada. Y tienes que aprender a separar lo que es trabajo y lo que es la amistad—le dijo Izzy, pero Axl miró a Duff para que le repitiera el mensaje.
—Lo acabas de escuchar, ¿en serio tengo que...? —empezó a preguntar, pero la expresión de Axl lo obligó—. Bien, tu problema es que esperas que te consulten todo y que tienes que aprender a separar las cosas.
—Ah, y dile a Axl que... —empezó a decir Izzy.
—¡No, ya basta! ¡Me tienen harto con todo este juego infantil! ¡Así que resuelven sus malditos problemas o se dejan de hablar para siempre! ¡Porque me cansé de ser su maldito mensajero! —gritó Duff.
—Nosotros no te lo pedimos, asumiste ese papel por tu cuenta... —comentó Axl.

Al día siguiente, todo estaba listo para la boda. La ceremonia era en el hotel Four Seasons en Marina Del Rey. Había más de doscientos invitados, más la banda y más la tripulación —como ellos solían llamarle a los que trabajaban con la banda—.
Duff era el padrino de Slash (algo que a Axl le daba celos, a pesar de que él no apoyaba ese matrimonio).

—Bueno, lo hiciste, ya te casaste. A partir de hoy, empieza tu nueva vida con Renee, así que olvida todo lo anterior, ¿de acuerdo? —lo animó Duff.
—De acuerdo, es que... —comenzó a decir Slash.
—No lo digas. Ni siquiera la menciones. Todo quedó en el pasado, ¿entiendes? Olvídalo y sigue adelante.

Slash suspiró.

—Siento que debo decírselo a Renee...
—Es tu decisión, hombre. Si lo haces, lo más probable es que te deje. Mentirle tampoco es la mejor opción, pero... no sé, ¿se te ocurre una mejor idea? —le preguntó Duff. Tuvieron que dejar de hablar porque hicieron una breve sesión de fotos.

Renee había organizado las mesas, y había puesto a Axl junto con Izzy, lo que resultó ser un problema. En esa mesa también estaba Mandy, la novia de Duff, Erin, quien finalmente había ido y Steven con su novia, Julie.

—Erin—Axl le llamó la atención—. Nada de postre, estás castigada.

Erin resopló como una niña.

—¿Qué es? ¿Algún tipo de juego de roles entre ustedes...?—preguntó Mandy, con expresión pícara.
—No sé de qué hablas, pero no es ningún juego. Está castigada en serio—contestó Axl. Erin se moría de vergüenza.
—Sí, sí... es un juego—explicó Erin, y le guiñó un ojo a Axl, para que le siguiera la corriente.
—No me guiñes el ojo, agradece que estás aquí y cállate—le dijo él.
—¿Puedo preguntar por qué? —Mandy se sentía un poco incómoda, pero igual intentó sacar charla.
—Verás, Minnie...
—Mandy.
—Como sea—dijo Axl—. A Erin se le antojó que quería ir a la universidad, entonces dije: “Bueno, si eso quieres, está bien” y le di el dinero...
—No, no, lo estás contando mal—lo interrumpió Erin—. No fue así. Cuando le dije que quería estudiar se volvió loco y...
—Le estaba contando yo—Axl la interrumpió—. Así que le dije “Te doy el dinero con la única condición de que estudies y te vaya bien”, ¿no era mucho pedir, verdad?

Mandy estaba más incómoda que antes y quería irse.

—¡No me dijiste eso! ¡Y sabes que tengo dislexia y que por eso me iba mal en la escuela! —le dijo Erin—. Es muy difícil para mí.
—Oh, no sé qué es la dislexia—se disculpó Mandy.
—Es cuando rechinas los dientes mientras duermes—le explicó Steven.
—No, amor, eso es el bruxismo—lo corrigió Julie.
—No tienes dislexia, Erin. Eres una holgazana, eso es lo que tienes. Vas a la universidad a conocer un montón de tipos, y yo como un idiota te pago todo—le dijo Axl.
—¡No voy a conocer tipos! ¡Ni siquiera hay hombres en mi clase, Axl! —le contestó ella—. En fin, como te decía Mandy, me cuesta mucho todo lo relacionado con la lectura y la escritura...
—Porque nunca en tu vida tocaste un maldito libro... —completó Axl.
—¡Sí que leo! ¡Leí “Mujercitas”! Cuando estaba en la escuela... —objetó Erin.
—¿Saben qué? Está bien, no tienen que contarme, solo preguntaba... —Mandy intentó zafarse de la situación.

Izzy regresó a la mesa, ya que había ido al baño.

—¿Me perdí algo interesante? —preguntó.
—¡Gracias a Dios que llegas! —exclamó Mandy y después se calmó—. Digo, no, de nada, Izzy. ¿Por qué no nos cuentas de tu vida?
—Bueno, recientemente dejé la banda, aunque a cierta persona eso le afectó para mal y...
—Se refiere a Axl—aclaró Steve, en voz baja.
—Muchas gracias, Steven—le dijo Axl, condescendiente.
—Ahora planeo viajar, creo que iré a Grecia, o algo así... —continuó Izzy y tomó un trago de vino.
—Qué interesante, cuéntanos más... —lo alentó Mandy, quien no deseaba seguir hablando con Erin ni con Axl.
—No sé qué más contarles...
—Bueno, ¿y ustedes, chicos? —Mandy se dirigió a Steve y a Julie.
—A veces jugamos a que yo soy la chica y Julie es el chico—comentó Steven.

Mandy tomó un largo trago de vino. Quería irse de ahí.

—Y pensaste que nosotros éramos los raros... —bromeó Axl.

En un segmento de la ceremonia, Slash y Renee estaban bailando, mientras les sacaban fotos. A él le costaba un poco mirarla a los ojos, y estaba constantemente buscando el momento para confesarle lo que había hecho.

—Escucha, Renee... tengo que decirte algo... —comenzó a decir él.
—No—lo interrumpió ella—. Antes quiero disculparme por lo de anoche.
—Está bien, no tienes que...
—Por lo de anoche y por cómo estuve este último tiempo. Me volví loca con todo esto de la boda, y ahora que todo está perfecto, tal como lo imaginaba, me doy cuenta de que no lo quiero.
—¿Qué?
—Me di cuenta de que lo único que me importa es que estoy contigo, y que te amo. Eres el mejor, no sé cómo hiciste para aguantarme últimamente... y también me di cuenta de que no te valoro lo suficiente. Voy a cambiar eso, empezando desde ahora. —Renee lo besó—. Haremos que funcione, ¿sí?
—Sí... —repuso él, con incertidumbre.
—Mi osito... —le dijo Renee con tono cariñoso y le pellizcó una mejilla—. Ah, y cuando nos mudemos, quiero que te deshagas de todas las serpientes.
—Hmm, no, lo siento, crié a esas serpientes y son mis mascotas, no puedo abandonarlas.
—Bien, entonces regalaremos a los gatos.
—Tampoco—se negó él—. Viviremos en una casa grande, no te molestarán.
—Pero tú los alimentarás y limpiarás todo. No pienso tocar a esos bichos.

Slash lamentaba que ella no amara a los animales tanto como él, pero siempre lo había minimizado. Ahora, le parecía más difícil. De pronto empezaba a notar todos los rasgos negativos de Renee. El ruido de los golpecitos contra una copa lo hicieron reaccionar; se trataba del breve discurso que Duff había preparado —a la fuerza, ya que Renee lo había obligado—.

—Su atención, por favor... —Duff no estaba muy seguro de cómo empezar—. Gracias. Hmm, bueno... conozco a Slash, digo, a Saul hace varios años ya y... a Renee la conocí por medio de una exnovia que se llamaba... se llama Pilar. No está aquí, dejen de buscarla. Y bueno... Saul y Renee son una pareja muy especial porque comparten muchas cosas, y porque son... muy pintorescos, digo, él es moreno y ella es pelirroja. Uno los ve y no puede evitar imaginarse cómo serían sus hijos, ¿verdad? ¿Serían mulatos y pecosos, eso es posible? O quizá tendrían los rulos de Slash, digo de Saul, y el pelo rojo como Renee... en fin, serían unos simpáticos monstruitos.

Renee se tapó la cara, muerta de vergüenza, mientras que Slash reía.

—Lo que quiero decir es... que espero que sean muy, muy felices juntos y que... si tienen hijos, los vamos a querer, sin importar lo raros que sean—concluyó Duff—. Y eso no fue racista, para los que están haciendo gestos raros ahí en el fondo, ¡no es racista si es con humor! Bueno, ¡salud!

Duff bajó de la tarima y se fue a sentar a su mesa, con Mandy, que estaba al borde del colapso.

—Por favor no vuelvas a dejarme sola... —le suplicó en voz baja.
—¿Por qué, qué pasó? —preguntó él.
—Todos aquí están locos—Mandy no emitió sonido, sino que movió los labios.
—No te entiendo, querida. ¿Qué es lo que pasa?
—Olvídalo, te digo cuando lleguemos a casa.
—Erin, viniste a la fiesta y ya comiste postre, ¿qué más quieres de mí? Ya fui demasiado permisivo—le dijo Axl, en voz muy alta.
—¡Quiero bailar! ¿Por qué no quieres? —insistió Erin.
—Porque estás castigada, no puedes divertirte.
—¡No eres mi dueño, hago lo que quiero! —lo desafió ella.
—Erin, siéntate, no seas caprichosa.
—Sí, Erin... por favor—le pidió Izzy—. Ya dejen de pelear un rato.
—Si quiero ir a bailar, voy a ir a bailar, porque soy adulta y puedo tomar mis propias decisiones, ¿y sabes qué? Olvida la estúpida universidad, ya no voy a ir, porque si tener que ir implica seguir tus tontas y ridículas reglas, entonces prefiero quedarme en casa.
—Erin, la razón por la que te castigo es porque te quiero, y porque quiero que te vaya bien en tu carrera. No dejaré que te des por vencida como en todo lo que te propones en la vida.
—¡No me doy por vencida en todo lo que me propongo! ¡Hice varios comerciales y modelé para una agencia! —rebatió Erin, mientras se alejaba bailando.
—¡Me estás haciendo pasar vergüenza! —le dijo él, al tiempo que la perseguía.
—¡¿Yo?! ¡¿Yo te hago pasar vergüenza a ti?! ¡Pues discúlpame por hacer el ridículo, Señor “Estás Castigada”! ¡Castigada! ¡Como si fueras mi padre, o algo así!
—¡Erin, vuelve aquí! ¡Deja de bailar!
—¡Sí, papá! —repuso ella, con sarcasmo, y siguió bailando.
—¡No me llames así, es raro!
—¡Oh, eso es raro! ¿Escucharon eso? ¡Raro! ¡Pensé que no sabías lo que era eso, porque eres el tipo más raro y loco que he conocido en toda mi vida! —gritó ella.

Renee, al igual que todos los espectadores, había tenido suficiente.

—¡Ya cállense los dos! —gritó, luego de interponerse.
—¡Ella empezó! —la acusó Axl— ¡Le dije que se quedara sentada y me desobedeció!
—¡No es cierto! ¡Él está loco y quiere controlarme! ¡No me deja hacer nada!
—¡Porque lo único que tenías que hacer no lo hiciste!
—¡Tengo dislexia! —se defendió Erin.
—¡BASTA! —volvió a gritar Renee. La arruga de su frente estaba tan definida que parecía que iba a dejar marca permanente.

Slash se acercó, para tratar de calmarla, pero Renee lo apartó.

—Este es mi día especial—comenzó a decir y se le quebró la voz—. Y ustedes lo están arruinando con sus gritos. Lo único que quería era tener una reunión tranquila con mis seres queridos... y todo debía ser perfecto, y ahora... ahora todo se estropeó...
—Renee, lo sentimos... —comenzó a decir Erin.
—¡Sh! —la interrumpió Renee—. A ustedes no les importa nadie más, son unos egoístas, así que háganme el favor de disculparse o de largarse de mi fiesta.
—Prefiero irme antes que disculparme...
—Axl, basta—lo frenó Erin—. Lo sentimos, Renee. En serio.
—Le tuvimos que regalar una maldita cafetera, ¿y además debemos disculparnos? —se quejó Axl.
—Oh, ¿ustedes fueron los de la cafetera? —preguntó Renee, mientras se secaba una lágrima— ¡Muchísimas gracias, realmente la necesitábamos!
—De nada... —repuso Erin, algo desconcertada—. Qué bueno que te gustó.
—Erin, yo debo decir “de nada” ya que yo fui el que la compró.
—Sí, pero yo te ayudé a elegirla y como somos pareja, es nuestro regalo.
—Llámalo como quieras, pero fue gracias a mi dinero que “pudimos” comprarla...
—¿Siempre tienes que sacar a relucir lo del dinero, verdad?
—Es que eres una mantenida y un parásito que no hace nada.
—¡Por eso quería ir a la universidad! ¡Para conseguir un buen trabajo! —gritó Erin.
—¡Y pagaste la universidad con mi maldito dinero! —contraatacó Axl.
—¡Yo no te lo pedí, tú te ofreciste!
—¡Sí, y claramente fue un grave error!
—¡BASTA! —volvió a gritar Renee—. En serio, cállense o se tienen que ir.
—¿Por qué no salimos un ratito a tomar aire? —Slash intervino de todas formas. Abrazó a Renee y la llevó afuera.

El hotel contaba con un inmenso jardín, lleno de flores y de árboles. Renee se sentó en un banco y él se agachó en el suelo, para poder mirarla de frente.

—Renee, tengo que decirte algo importante...
—No puede ser... —sollozaba ella— Esos dos arruinaron todo... ahora todo el mundo está incómodo y se quiere ir... y Duff, con su estúpido discurso... ¡yo le dije que leyera el papel, y él no lo leyó! ¡El muy cretino improvisó!
—Shh, lo sé, lo sé... —la consoló él.
—¡Y algún imbécil pensó que sería gracioso orinar sobre la escultura de hielo! —gritó Renee y siguió llorando. Slash no dijo nada, pero ese había sido él, porque no encontraba el baño.
—Renee...
—Lo único que me consuela es que—Renee sorbió mocos—, es que te tengo a ti.

Él no pudo decírselo; no cuando ella estaba así. “Después de la boda”, se aseguró a sí mismo.

—Claro que me tienes a mí... —Slash le secó una lágrima.
—Te amo...
—Y yo a ti.

Se abrazaron por un momento.

—Nos regalaron una cafetera, ¿sabías? —le contó, entusiasmada.
—Genial—comentó él, aliviado de que Renee ya estuviera mejor.

Estaban por entrar al salón cuando vieron que Axl y Erin se estaban besando entre unos arbustos.

—Están completamente locos—juzgó Renee.
—Hey, por lo menos resolvieron sus diferencias... —rió Slash.
—Sí... y no permitiré que “resuelvan sus diferencias” durante mi boda—Renee se acercó a ellos¬—. Hey, hey, hey, deténganse ahora mismo.
—¿Puedes dejarnos en paz? —le preguntó Axl, de mala gana.
—Me alegra que ya no estén gritándose, pero encuentro esto muy inapropiado.
—Ignórala, Erin...
—¡Disculpen, pero sigo aquí parada! —gritó Renee—. Esto es una falta de respeto y no lo voy a tolerar. Consíganse un cuarto.
—Slash, ¿un poco de ayuda por aquí? —le pidió Axl.
—Déjalos, Renee. Además, nadie los verá—la intentó disuadir Slash—. Vamos, todos nos están esperando.
—Está bien... ¡pero si alguien los ve o dice algo...!—Ella no supo cómo terminar la amenaza.
—Axl, no sé, ¿estás seguro de que esto es una buena idea? —preguntó Erin.
—Sí, además, Slash me debe una—contestó, quizá demasiado fuerte.

Renee los escuchó.

—¿Qué? —preguntó— ¿A qué se refiere con que “le debes una”?
—Ven, tenemos que hablar. —Slash la llevó lejos.

Él suspiró.

—Traté de decirte esto durante todo el día, y la verdad es que me siento terrible... —comenzó a decir.
—¿Qué pasa?
—Anoche, durante la fiesta, estuve con una chica... —confesó, y de alguna manera, se sintió más liviano luego de decirlo. Sabía que lo más probable era que Renee lo dejara, pero él ya le había dicho la verdad; lo que ella dijera o hiciera era problema de ella.

Esta vez Renee suspiró, aliviada.

—Ay, Dios... —se empezó a reír. Él estaba muy desorientado por esa reacción.
—Renee... ¿estás bien? —fue lo único que atinó a decir.
—No sabes lo bien que me hace escucharte decir esto—continuó ella, riendo—. Pensé que me ibas a decir que tenías dudas o algo así, pero...
—No entiendo, ¿qué está pasando? —preguntó Slash.
—¡Yo también te engañé! —Renee se reía como una demente¬— ¡Esto es perfecto!
—No, no lo es. ¿También me engañaste?
—Sí, pero ahora todo está bien, ¿entiendes? Ahora estamos a mano—explicó ella.
—No funciona así... —empezó a decir él—. Si yo no te contaba, ¿no me ibas a contar?
—Oh, no. No hagas eso. No me hagas quedar como la mala mentirosa, ¡tú también metiste la pata, compañero!
—Sí, pero no te lo iba a ocultar por siempre... me siento muy mal.
—Escucha, olvidémonos de todo esto. Hoy empieza nuestra vida de casados. Cometimos un error, sí, pero le puede pasar a cualquiera. Así que podemos quedarnos con la tranquilidad de que estamos a mano, y no volveremos a hablar de esto nunca más.

A él no le molestaba tanto el hecho de que lo hubiera engañado, sino la forma en la que Renee hablaba. La manera en la que se justificaba era desagradable. Si hubiera sido más humilde, quizá todo habría sido distinto, pero últimamente se estaba comportando como una niña caprichosa. Y además, no podía dejar de pensar en Perla.

—No sé qué decir... —él dijo la verdad.
—No tienes que decir nada. Ya está, olvídalo. Vayamos adentro y finjamos que esto nunca pasó.

Volvieron a entrar, ya que él realmente no sabía qué más decir, y Renee era la apática ahora. Se dispersaron ni bien entraron; Slash tenía que procesar todo lo que había pasado en tan poco tiempo.
Axl y Erin entraron poco después, abrazados y riendo como dos adolescentes enamorados.

—¿Crees que alguien nos vio? —preguntó ella.
—No—contestó Axl—. ¿Te dije que ese vestido te queda hermoso?
—Me lo puse porque sé que te gusta... —Erin batió las pestañas con coquetería.
—Son tan raros... —comentó Mandy, por lo bajo— ¿Recuerdas que hace media hora se querían matar?
—Siempre fueron así, ya te acostumbrarás—contestó Duff.
—¿Ya no estoy castigada? —le preguntó Erin.
—Claro que no, nena—Axl encendió un cigarrillo—. Creo que exageré un poco con lo del castigo y eso...
—“Un poco”—se burló Izzy.
—Sé que te cuesta concentrarte y que esto es nuevo para ti—continuó Axl.
—Entonces, ¿me das otra oportunidad?
—Por supuesto que sí.—Él le dio un beso en el dorso de la mano—. Todo lo que tú quieras, princesa.
—Qué bien, ahora me dan náuseas... —comentó Mandy.


4


Poco tiempo después de la boda, Slash y Renee se mudaron juntos a una casa en Mulholland Drive, donde Slash había instalado su propio zoológico reptilario. También había construido un pequeño estudio de grabación arriba del garage. Él pasaba casi todo su tiempo en esos dos lugares de la casa, apartado de Renee. Se evitaban casi constantemente, y no sabían mucho de la vida del otro; el matrimonio no iba por buen camino. No peleaban, no discutían, pero tampoco hablaban demasiado.
La luna de miel no había sido muy diferente; pasaron dos semanas de safari en Tanzania, Africa, donde Slash se levantaba todos los días a las cinco de la madrugada, se iba de excursión ¬—estaba obsesionado con los leopardos—, para luego regresar a las seis de la tarde, dormir una siesta, cenar, volver a dormir hasta las cinco de la madrugada y comenzar todo el ciclo de nuevo. Para él, ese era el mejor lugar del mundo para olvidarse de todo lo que estaba pasando en su vida en aquel momento.
De vuelta en casa, se encontró con que la búsqueda del reemplazo de Izzy continuaba, y Axl estaba cada día más malhumorado y demandante. Las cosas no andaban bien en casa ni en el trabajo, y Slash empezaba a sentirse solo y triste.
Una noche, estaba tirado en la cama con su serpiente Clyde; estaban viendo el canal de cocina, con las luces apagadas. Ignoraba dónde estaba Renee, aunque suponía que en la casa de alguna amiga o algo así: eso era lo que ella siempre decía. Estaba aprendiendo a hacer ceviche huarmeyano, cuando de pronto se abrió la puerta de la habitación, y entraron Renee y un tipo, besándose. No se percataron de la televisión encendida y se tiraron en la cama, para encontrarse con Slash y con Clyde.

—¡¡¡Ahhh, mierda, una serpiente!!! —exclamó el tipo, aterrado, luego de levantarse de un salto.

Renee encendió la luz.

—Descuida, es inofensiva... —lo tranquilizó Slash.
—¡Se suponía que no estarías en casa este fin de semana! —gritó Renee, furiosa y avergonzada.
—Creo que mejor me voy... —comentó el extraño.
—¡No digas nada! ¡No tienes derecho a decirme nada! —le gritó Renee a Slash—. ¡Nunca estamos juntos, nunca hacemos nada! ¡¿Qué esperabas?!
—No te dije nada. —Slash parecía inmutable. La verdad era que no estaba sorprendido, solo decepcionado.
—¡Y no te atrevas a decir nada! —volvió a gritar ella, y se tapó la cara— ¡Dios, esto es increíble!
—Disculpa, Renee... —la llamó el tipo.
—¡¿QUÉ?!
—No sé dónde... no recuerdo dónde está la salida...
—Yo lo llevo—se ofreció Slash y se levantó de la cama.
—¡Dios, esto no puede estar pasándome! —maldecía Renee— ¡Y después saca a la maldita serpiente de la cama! ¡Y cambia las sábanas!

Slash y el extraño bajaron las escaleras hasta llegar a la puerta de entrada.

—¿Y tú... tú eres su marido? —preguntó el tipo, totalmente turbado.
—Sí—repuso Slash—. Hey, ¿quieres algo de tomar?
—No, no...
—En serio, no es molestia—insistió Slash—. Voy a buscarme algo a la cocina.
—No, gracias... —repitió el tipo—. Creo que me voy.
—Está bien.

El hombre salió de la casa y se fue rápidamente con su auto. Slash volvió a subir a la habitación.

—¡Increíble! ¡Esto sí que es jodidamente increíble! —gritaba Renee, mientras trataba de correr a Clyde con un palo.
—Está bien, yo me encargo—la detuvo Slash. Llevó a la serpiente a su pecera y después cambió las sábanas, como le había ordenado Renee. Hizo todo en silencio y luego buscó las llaves del auto—. Voy a salir.
—¿A dónde crees que vas? —le preguntó ella, mientras lo seguía por la casa— ¡Contéstame! ¡¿A dónde demonios piensas que vas?! ¡¿Vas a buscar chicas?! ¡¿Es eso?! ¡Está bien, vete! ¡Diviértete, pero después no vuelvas! ¡¿Escuchaste?!

Él no respondió y subió al auto.

—¡No es justo! —Renee le dio una patada al auto y lo abolló un poco. Slash salió del garage.

Slash manejó hasta el hotel Sunset Marquis, que quedaba en la calle Alta Loma Road, en West Hollywood. Quería despejarse un poco y, como había “acordado” con Renee: no volvería a dormir a casa esa noche.
Estaba en el bar, tomando algo, cuando le pareció ver algo surrealista; un grupo de chicas entró, y entre ellas estaba Perla. Parecía imposible, pero era ella de verdad. No tardó en encontrarlo y se acercó a él, sonriente y seductora.

—¡Qué coincidencia! —exclamó al verlo, y luego le dio uno de sus abrazos especiales— ¿Cómo has estado?

Slash no sabía nada, solamente estaba feliz de verla de nuevo.

—Bien, bien... ¿y tú?
—Bueno, la verdad es que no tan bien; estoy viviendo con una amiga porque mi departamento se inundó y no tengo a dónde ir.
—Es gracioso—comentó él, algo nervioso—. Yo tampoco tengo a dónde ir ahora mismo. Por eso estoy aquí...
—¿De qué hablas? ¿Y tu esposa? ¿Sigues casado, verdad?
—Sí, pero...
—¿Se pelearon? —volvió a preguntar ella.
—Algo así... no exactamente—repuso él—. Hoy trajo a un tipo a casa, y... me fui.
—Oh, lamento oír eso...
—Está bien. Las cosas no marchaban de maravilla entre nosotros, así que... no puedo decir que estoy sorprendido.
—Eso es tan triste... —comentó Perla—. De veras creí que ibas a ser feliz con ella.
—Sí, yo también.

Se quedaron callados por un momento.

—Hey... si te interesa, tengo una casa para alquilar—le ofreció él.
—Pero, ¿por qué no la usas tú? Digo, si te peleaste con tu esposa...
—No, descuida... encontraré otro lugar. En serio, puedes vivir ahí. Quedaron varios muebles y sería genial tener a alguien que hiciera el mantenimiento...
—No sé, ¿estás seguro? Creo que la necesitas más que yo—bromeó ella.
—¿Por qué no vamos a verla? —propuso Slash, aunque probablemente era el vodka hablando por él.
—¿Ahora?
—No, no ahora... —contestó y en seguida cambió de opinión—. Bueno, si quieres podemos ir ahora.
—Eres tan adorable... —rió ella—. Ahora no puedo, vine con mis amigas y no las puedo dejar. Pero te puedo dar mi número y arreglamos para ir otro día, ¿no?
—Es una excelente idea...

Perla garabateó su número en una servilleta y después dibujó una carita sonriente.

—Bueno, entonces... supongo que nos vemos pronto—se despidió Slash.
—Puedes estar seguro. —Ella le dio un beso en la mejilla y volvió con sus amigas.

Al día siguiente, Slash llamó a Duff para preguntarle si podía pasar unos días en su casa, hasta que solucionara el asunto con Renee. Aunque podía quedarse en el hotel, prefería estar acompañado.

—Gracias por dejar que me quede aquí...
—No hay problema, hombre—contestó Duff—. Así que... ¿quieres contarme qué pasó?
—Renee apareció con un tipo en casa...
—¡Auch! —comentó Duff y Slash se rió un poco.
—Sí... fue feo.
—¿Y qué hiciste? ¿Los encontraste o...?
—No, no... yo estaba en casa, pero ella pensó que me había ido.

Dejaron de hablar por un momento. En la radio sonaba “While My Guitar Gently Weeps”, lo que le daba un aire más depresivo a la situación.

—¿Quieres tomar algo? —le ofreció Duff.
—¿Tienes Stoli? —preguntó Slash y Duff fue a revisar.
—Hmm... no, y tampoco tengo Jack, pero... —Duff seguía revisando—. Tengo sidra... y la botella tiene una manzanita sonriente.
—Está bien...

Duff volvió con la botella y dos copas.

—Oh, es sidra sin alcohol—comentó, luego de leer la botella—. Soy oficialmente el peor anfitrión de todos.

Slash se rió y probó un sorbo de ese jugo de manzana con burbujas. Era asqueroso, pero era lo que había.
Conversaban de asuntos triviales, cuando golpearon la puerta.

—¿Quién podrá ser? —preguntó Duff.
—¿Esperabas a alguien más? —inquirió Slash, y Duff negó con la cabeza, al tiempo que abría la puerta para encontrarse con Axl.
—Hola, ¿puedo quedarme unos días? —preguntó él. Tenía un aspecto lamentable—. Erin me dejó y estoy muy deprimido...
—Eh... sí, claro. Adelante, hombre...

Axl entró y se dejó caer en un sillón, junto a Slash.

—Hola, viejo.
—Hola, Slash.
—Hay sidra sin alcohol—le avisó Slash.
—¿No tienes algo mejor? —se quejó Axl.
—No, lo siento... aunque puedes ir a comprar algo si quieres—repuso Duff.
—Está bien, no importa... ya nada importa... —se lamentaba Axl.
—Estarás bien, viejo, tranquilo... —lo consoló Slash.
—No soy nada sin ella... —continuó Axl.

Duff lo pensó un momento.

—En realidad, eso significa todo lo contrario.
—¿Qué..? —preguntó Axl.
—En esa oración usaste dos negativos, y como todos ya sabemos, menos y menos equivale a más. Por lo tanto, eres todo sin ella.
—Espera, me perdí, ¿cómo es? —preguntó Slash.
—Claro; él dijo “no” y “nada” en la misma oración. Son dos negativos. Por lo tanto se contradicen. Lo que Axl quiso decir fue: “Soy nada sin ella” o “no soy algo sin ella”.
—Mátenme... háganme el favor y solo mátenme... —Axl ignoró por completo la explicación de Duff.
—Duff, ¿puedo usar tu teléfono? —preguntó Slash.
—Sí, claro...
—¿Vas a pedir comida china? —preguntó Axl.
—Hmm, no... —repuso Slash—. ¿Quieres que pida comida china?
—Sí—contestó Axl y luego de que Slash se levantara para usar el teléfono, se estiró en el sillón.

Slash estaba por llamar a Perla cuando se le ocurrió que quizás era demasiado pronto.

—Tengo una pregunta—dijo Slash.
—¿Qué pasa? —preguntó Duff.
—Anoche una chica me dio su número y me dijo que la llame... ¿es muy pronto si la llamo ahora?
—¿Una chica? Sí que superaste rápido lo de Renee... —rió Duff.
—Es Perla—explicó Slash.
—¿Perla la Perla de tu despedida de soltero?
—Sí.
—¿Perla la Perla con la que engañaste a Renee?
—Sí.
—¿La viste anoche?
—Sí—repitió Slash.
—Llámala... dile que la amas, no la dejes ir, no cometas el error que cometí con Erin...
—¿Estás seguro, viejo?
—Llámala y después pide la maldita comida china—insistió Axl—. Muero de hambre.

Volvieron a golpear la puerta. Duff fue a abrir y era Izzy.

—¡Izzy, amigo! ¡Creí que ya te habías ido a Suecia! —lo recibió Duff.
—No, no, me voy mañana y quería venir a saludar—explicó Izzy—. Llamé a Slash, pero no estaba en casa.
—Está aquí, se peleó con Renee.
—Oh, ¿en serio?
—Sí...
—Steven dijo que viene más tarde.
—Espera, ¿Steven? —preguntó Duff.
—Sí, ¿por qué? ¿Hay algún problema?
—No, hombre, es que... no pensé que tendrías tu reunión de despedida en mi casa.
—Ah, lo siento, debí avisarte...
—Sí, podrías haberme avisado... no tengo nada, solo sidra sin alcohol.
—¡Me encanta la sidra sin alcohol!
—Qué bien, porque a nadie más le gusta...

Ambos fueron al living.

—Vino Izzy—anunció Duff, aunque era obvio, ya que estaba parado al lado de él.
—¡Izzy, qué alegría me da verte! —exclamó Axl, luego de levantarse del sillón.
—¡Hola, Axl! Me alegro de que ya no me ignores...
—No, no, olvida todo eso, hombre, quedó en el pasado—dijo Axl—. Qué bueno que estás aquí, ahora podemos hablar del trabajo.
—¿Trabajo?
—Sí, de las canciones que tienes que aprender. Créeme, probamos a un montón de guitarristas, Izzy, ninguno puede reemplazarte.
—Hey, creí que habíamos contratado a Gilby... —comentó Duff.
—Axl... pensé que ya habíamos aclarado esto, hombre—comenzó a decir Izzy—. No voy a volver.
—¿Qué? ¿Y entonces qué estás haciendo aquí? —preguntó Axl.
—Vine a despedirme, mañana me voy a Suecia.
—¡¿A Suecia?! —gritó Axl.
—Axl, te lo advierto, si vas a hacer un berrinche...
—¡A Suecia! ¡Es como... el peor país del mundo! ¡Suecia!
—¿De qué hablas? Todo es perfecto ahí—comentó Duff.
—Creo que eso es Suiza, pero no importa... —repuso Izzy—. Axl, nada de lo que digas o hagas me va a hacer cambiar de opinión, y creo que ya te demostré eso.
—Suecia, pero qué maldito idiota... —refunfuñó Axl, luego de volver a la posición fetal en el sillón.
—Axl, ¿me estás ignorando de nuevo? —preguntó Izzy, pero Axl no respondió.
—Está algo alterado—explicó Duff—. Erin lo dejó.
—Hombre, lo siento, pero no puedes desquitarte conmigo... —insistió Izzy, y Axl le mostró el dedo del medio.
—Hey, por lo menos se comunica con señas... —comentó Duff.
—Sí, algo es algo...

Slash ya había pedido la comida china. Decidió hacer eso primero y después llamar a Perla, ya que estaba un poco nervioso. No recordaba la última vez que había estado así por una chica. Reunió valor y marcó el número, mientras contemplaba el dibujito de Perla en la servilleta.

—¿Hola..? —lo saludó una voz femenina.
—Hola, ¿Perla?
—No, Perla salió, ¿quién habla?
—Soy Slash...
—¿Slash? ¿Qué clase de nombre es ese?
—Es... es un apodo...
—Escucha, amigo, no tengo todo el día, ¿quieres dejarle un mensaje a Perla?
—Sí... hmm, dile que me llame cuando llegue.
—Debes darme tu número.
—Pero... yo quiero hablar con Perla.
—Ya sé, idiota, pero debes darme tu número para que Perla pueda llamarte.
—Ah, sí... —Slash le dio el número de su casa.
—Bien, le diré que te llame cuando llegue—dijo la chica y cortó.

Duff pasaba por ahí y escuchó la conversación.

—¿Por qué le diste el número de tu casa?
—Para que me llame.
—Pero no vas a estar ahí.
—Tienes razón... —Slash volvió a llamar.

En seguida lo atendió la misma chica.

—¿Hola..? —Ahora sonaba más irritada que antes.
—Hola, soy yo otra vez...
—¡Josh, imbécil, te dije que dejaras de llamarme!
—No, no... soy Slash.
—Ah, ¿tú de nuevo? ¿Qué diablos quieres?
—Te di el número de mi casa, y ahora mismo no estoy viviendo en mi casa, así que te voy a dar el número de la casa de mi amigo, ¿sí?
—Apúrate, idiota...
—¿Tienes para anotar?
—¡Solo dicta el maldito número!

Slash le pasó el teléfono a Duff y él le dictó el número, ya que Slash no se lo acordaba de memoria.

—Bien, le diré a Perla que te llame, pero deja de llamarme, ¿de acuerdo?
—De acuerdo—repuso Slash y la chica volvió a cortar.

Volvieron a golpear la puerta y tocaron varias veces el timbre.

—¿Es la comida? —preguntó Axl, sin levantarse.
—No creo, viejo. Me dijeron que tenían una demora de cuarenta o cincuenta minutos—contestó Slash.
—Malditos holgazanes...

Duff fue a abrir y entraron Steven, sus amigos y como diez strippers.

—¡Steven! ¡¿Qué mierda es todo esto?! —gritó Duff.
—¡Es la fiesta de despedida de Izzy! —repuso él, riendo.
—¡¿Estás loco?! ¡Mandy podría llegar en cualquier momento, y no puede ver a toda esta gente y a las malditas bailarinas!
—Steve, ¿por qué contrataste a esas chicas? —preguntó Izzy—. Sabes que me gustan las fiestas tranquilas, hombre.
—¡Dijiste que no querías ir a Las Vegas, entonces traje a Las Vegas aquí! —gritó Steven, sin dejar de sonreír.
—Esto es una maldita locura... —comentó Duff—. Tienen que irse todos, Mandy va a venir y voy a estar en graves problemas...
—¡Apaguen las luces y pongan la música! —gritó Steve.
—¡No, no! ¡Nada de eso! ¡Todos tienen que irse ahora mismo! —gritó Duff.
—Relájate, guapo... —le dijo una de las bailarinas.
—Traje cerveza, ¿la pongo en la heladera para que se enfríe un poco? —preguntó uno de los amigos de Steven.
—¡No! ¡Todos tienen que irse! —insistió Duff, pero el muchacho fue a la cocina de todas formas.

Una de las chicas se acercó a Axl, que seguía tirado en el sillón.

—¿Qué te pasa, cariño? ¿Por qué estás tan triste?
—Mi novia me dejó... —repuso él.
—Oh, ¡qué pena! —comentó ella—. Soy Conejita Canela, y haré lo que sea para animarte.

Axl se incorporó.

—Número uno: odio la canela; número dos: lo único que me animaría en este momento es comer la maldita comida china que ordené hace más de media hora.
—Está bien, no tienes por qué ser así... y deberías bañarte, no tienes muy buen aspecto—le contestó ella, ofendida.

Slash e Izzy estaban viendo la tele, mientras tomaban cerveza. Dos chicas se sentaron con ellos.

—Hola, chicos, ¿cómo están? Soy Carol Anne y ella es mi prima, Jamie Lynn.
—Ambas tienen nombres compuestos—rió Izzy, sin prestarles demasiada atención.
—Eh... sí. Así que... ¿quieren vernos bailar? —preguntó una de ellas.
—En realidad, no—contestó Izzy, y las chicas intercambiaron miradas, confundidas.
—Pero... ¿entonces para qué nos llamaron?
—Nosotros no las llamamos, fue Steven—volvió a contestar Izzy.
—Entonces, ¿no quieren que bailemos? —preguntó la otra.
—¿Puedo hacerles una pregunta? —inquirió Slash.
—Claro.
—Si una chica te da su número, la llamas y te contesta su amiga que te dice que la llames después, ¿cuánto tiempo hay que esperar?
—Hmm, no lo sé... ¿algunas horas? —repuso una de ellas, con otra pregunta.
—Claro que no, Jamie, si la llama de nuevo ahora, va a parecer desesperado. No, deberías esperar unos días—contestó Carol Anne.
—Es que la extraño mucho... —explicó Slash y las dos chicas se derritieron de ternura.
—¡Eso es tan dulce! —comentó Carol.
—Sí, ¡a mí nadie nunca me dijo que me extrañaba! —se lamentó Jamie Lynn.
—Descuida, querida, algún día encontrarás a alguien... —la consoló su prima.
—No si siguen siendo strippers—objetó Izzy.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Escuchen, sé cómo se siente; cuando uno vive un cierto estilo de vida y se maneja en un cierto círculo social, es difícil tener relaciones serias con las personas. Por eso dejé mi banda. Quiero tener una vida más tranquila, y una relación estable con una chica. Quiero viajar con ella, que tengamos mascotas, que lavemos la ropa juntos y que me enseñe a cocinar, y que cuando la vea en la mañana, despeinada y sin maquillaje, me siga pareciendo perfecta. —Izzy encendió un cigarrillo y se apoyó en el respaldo del sillón. Las chicas estaban fascinadas con él.
—Oh Dios, es el tipo perfecto—comentó Jamie.
—Si todo lo que dijiste es cierto, entonces no es posible que estés soltero—dijo Carol.
—Es cierto, es que soy bueno escribiendo canciones cursis que les gustan a las mujeres.
—Ustedes dos son tan adorables... —comentó Jamie—. Deberían ser nuestros novios.
—No, gracias, ya no salgo con strippers... —rió Izzy.
—Ni yo—lo secundó Slash.
—El hecho de que nos rechacen los hace más irresistibles—comentó Jamie y Carol asintió.

Duff estaba perdiendo la paciencia, y no tenía la autoridad suficiente como para lograr que todos se fueran.

—Steven, en serio, tienes que sacarlos a todos de aquí.
—Pero íbamos a jugar al marco polo... —protestó Steve.
—¿Marco polo? ¿No se juega en el agua..? En fin, ¡no importa! ¡Tienes que ayudarme antes de que Mandy llegue y vea todo este desastre!
—¡Vamos, no seas así!
—¡Están destruyendo mi casa!
—Está bien, está bien... —cedió Steven— ¡Hey, todo el mundo! ¡La fiesta se terminó! ¡Todos a sus casas!

Nadie le prestó atención.

—Bien hecho, Steve...
—De nada, y ahora ¡que siga al fiesta! —gritó, riendo, y se fue a bailar con unas chicas.

A medida que pasaba el tiempo, se corrió la voz de que había una fiesta en Los Angeles, y empezó a llegar más y más gente a la casa de Duff. De pronto, se encontró rodeado de personas desconocidas y de otras más conocidas como el actor Sean Penn y David Bowie, el músico. Todo se había salido de control y no lograba que se fueran.

—Lamento lo de tu esposa, y... dile a tu madre que le mando saludos—le dijo David Bowie a Slash. Su mamá era diseñadora de moda, y le hacía la ropa a Bowie. Slash lo conocía desde que era un niño.
—Lo haré—aseguró Slash, que seguía tirado en el sillón con Izzy.

Axl apareció de pronto y se acercó a ellos; en una mano tenía una cajita con comida china y en la otra traía a Angela Nicoletti, una exnovia de Izzy, del brazo.

—Axl, esto es ridículo, no tengo ningún interés en... —protestó Angela.
—Mira, ahí está Izzy; salúdalo y dile que no se vaya a Suecia—la incitó Axl.
—¿Angela? ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Izzy, sin levantarse.
—Me dijeron que había una fiesta y vine—explicó ella, algo incómoda.
—Bien, los dejaré charlar tranquilos—dijo Axl—. A solas.
—Axl, ya sé lo que tramas—lo detuvo Izzy—. Piensas que si veo a Angela, voy a querer quedarme. Pero no va a funcionar.

Axl lo seguía ignorando y se fue.

—Así que... ¿cómo estás? —le preguntó Izzy, más por cortesía que por interés.
—No muy bien... —repuso Angela—. Me separé hace poco y estoy trabajando en el bar de mi tío Earl.
—Pero nadie va al bar de tu tío Earl.
—Lo sé, por eso es terrible—explicó ella.
—Escuché que salías con Andy McCoy—comentó Izzy.
—Sí, salía, en tiempo pasado.

Izzy percibió un mensaje subyacente en esa oración, y era: “Ahora estoy sola y despechada, eres una cara conocida y eso es suficiente para mí”.

—¿Así que te vas a Suecia? —Angela intentó sacar tema.
—Sí, me voy mañana—repuso él.
—Entonces hoy es tu última noche en Los Angeles.
—Sí, por eso la fiesta.
—Ah, ¿es tu fiesta?

Él emitió un vago sonido de asentimiento.

—Izzy—lo llamó Slash, en voz baja—, creo que Angela intenta algo contigo.
—Ya sé—Izzy contestó en el mismo tono—. Pero yo no quiero.
—Ah...
—Izzy—esta vez fue Angela quien lo llamó— ¿Sigues enojado conmigo?
—No, Angela, no estoy enojado... es que estoy en una época de transición, ¿entiendes? Dejé la banda y tengo que dejar el pasado también.
—¿Y yo soy “el pasado”? —preguntó ella.
—Exacto.

Duff se sentó con ellos, totalmente resignado.

—Bueno, lo intenté—dijo, luego de encender un cigarrillo—. Mi novia me va a dejar y no hay nada que pueda hacer.
—Está bien, hombre, lo intentaste... —lo animó Izzy.
—En parte es tu culpa, por no avisarme que harías una fiesta en mi casa.
—En parte es culpa de Steven, que no me avisó que invitaría a sus amigos y a un montón de bailarinas exóticas—replicó Izzy.
—Slash, ¿podemos cambiar de canal? —preguntó Duff.
—Sí, pero, ¿puedo terminar de ver cómo se hace esta receta?
—Bueno, pero después vamos a poner otra cosa. —Duff se incorporó para tirar las cenizas del cigarrillo y le pareció ver una cara conocida—. Hey, Slash, ¿esa es Renee?

Slash se corrió el pelo de los ojos que no lo dejaba ver bien.

—Sí, se parece a ella, ¿no?
—Creo que es ella—opinó Izzy— ¿Qué estará haciendo aquí?
—No sé, pero parece que está flirteando con Sean Penn—repuso Duff.
—Si le sacamos una foto ahora, podríamos destruirla—comentó Izzy.
—¿Destruir la foto? ¿Con qué objeto? —preguntó Slash.
—No, no la foto. Destruir a Renee. Todavía están casados y si hay pruebas de que te engañó, se las tendría que ver con tu abogado.
—No tengo abogado.
—Pero podrías conseguirte uno.
—No quiero destruir a Renee, no estoy enojado con ella—explicó Slash.
—Está bien, es que estoy un poco aburrido, ¿cuándo podemos poner una película? —preguntó Izzy, y Slash le pasó el control remoto.

Duff estaba en lo cierto: Renee estaba hablando con Sean Penn. Había ido a la fiesta porque sus amigas la habían invitado, aunque no tenía idea de que era la casa de Duff.

—Vine a la ciudad para ser actriz, aunque todavía no he conseguido un buen papel—le contaba Renee—. Por cierto, admiro mucho tu trabajo.
—Bueno, si te interesa podría conseguirte alguna audición.
—Oh, ¿de veras? ¡Eso sería genial! —contestó ella, entusiasmada.
—También puedo darte algunos consejos de actuación, ¿sabes?
—Te lo agradezco, pero la verdad es que soy muy buena. —Renee siempre había tenido esa actitud soberbia y altanera.
—Sí, pero... siempre se puede aprender algo nuevo... —insistió Sean.
—No, gracias, no necesito que me enseñen nada.
—Por Dios, estoy intentando acostarme contigo, ¿acaso no entiendes las indirectas, mujer? —gritó él, exasperado.
—¡Oh, disculpa! No me había dado cuenta. ¿Por qué no lo dijiste directamente?
—¿Qué somos? ¿Animales? —preguntó Sean.

Axl pasaba por ahí y escuchó la conversación.

—¡Lo sabía! ¡Sabía que eras una perra traicionera y cruel! —gritó.
—¡¿Axl?! ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Renee.
—Vivo por tiempo indefinido aquí.
—¿Qué? ¿Esta es tu casa?
—No, es la casa de Duff. Lo que pasa es que Erin me dejó y me tuve que ir temporalmente de mi casa—explicó Axl y se comió lo que quedaba en la cajita de comida china.
—Deberías bañarte, no te ves muy bien—le aconsejó ella, con la nariz arrugada.
—¡Ya sé, ya me lo dijeron! —gritó Axl—. Estoy deprimido.
—Yo también he estado mal y nunca tuve ese aspecto—comentó Sean.
—Cállate, no estoy hablando contigo. En fin, Slash está aquí, y vas a estar en problemas cuando te vea.
—No voy a estar en problemas porque estamos separados.
—¿Tienes novio? —preguntó Sean.
—Tiene marido—contestó Axl.
—¿Por qué no me dijiste eso? ¿Y tu marido está aquí? ¿Crees que querrá golpearme?
—Tranquilízate, Sean Penn. Slash no lastimaría a una mosca.
—¿Por qué me llamas por mi nombre completo?
—No sé, así es como uno se suele referir a las celebridades—repuso Axl.
—Axl, ¿por qué no te vas y te ocupas de tus propios asuntos en vez de meterte en lo que no te incumbe? —lo echó Renee.
—¿Y tú no estabas casado con Madonna? —inquirió Axl.
—No realmente; fue toda una gran pantomima que nos benefició a ambos.
—¡Axl, no te lo voy a repetir, vete de aquí! —gritó Renee.
—Vivo aquí, así que si alguien puede echar gente, soy yo. Me reservo el derecho de admisión.
—No te estaba pidiendo que te fueras de la casa, ¡solo que me dejaras en paz!
—¿Sabes qué? Mejor me voy... —se despidió Sean.
—¡No, espera! No me diste tu número para que arreglemos lo de la audición—dijo Renee.
—Dios, lo dije para poder acostarme contigo. Soy actor, no hago castings—respondió él y se alejó.
—Espero que estés contento—le dijo Renee a Axl.
—¿Por qué estaría contento? Izzy se fue de la banda, mañana se va a Suecia, el amor de mi vida me dejó y estoy viviendo en la casa de Duff.
—Me refería a que por tu culpa no voy a estar con Sean Penn.
—No sabes lo que es tener problemas, mujer. —Axl también se alejó de ella.

Duff, Slash e Izzy estaban tirados en el sillón mirando “Los Puentes de Madison”, cuando llegó Mandy.

—¡Mierda, es Mandy! —gritó Duff— ¡Escóndanme, mátenme! ¡Hagan algo!
—Ya es tarde... —le avisó Izzy.

Ella se acercó.

—Duff, ¿qué es todo esto? —preguntó, en un tono diferente al que él esperaba.
—Es... bueno, es... yo... tengo una explicación, Mandy, lo juro...
—¿Me hiciste una fiesta sorpresa? ¡Pero todavía falta una semana para mi cumpleaños! ¡Oh, Duffy, eres el mejor! —Mandy se apresuró a abrazarlo y a besarlo.
—No, tú eres la mejor—le dijo él, sin dejar de abrazarla.
—Oh por Dios... ¡¿ese es Sean Penn?! —gritó Mandy y fue a saludarlo.
—Ese maldito les está robando a sus novias—bromeó Izzy.
—Mientras Mandy esté de buen humor, todo está bien—contestó Duff.

Izzy se levantó para ir al baño, y cuando entró se encontró con Axl acurrucado en la bañadera.

—¿Axl..? —lo llamó Izzy— ¿Estás bien, hombre?
—No—repuso él—. Izzy, lamento haber sido tan duro contigo este último tiempo, es que...
—Está bien, sé que no estás pasando por el mejor momento. Quizá... quizá debí decirte que no me sentía muy cómodo con la banda últimamente.
—Podrías haberlo dicho, sí... pero está bien, ya no importa.
—Hey... —lo llamó Izzy— ¿Sabes qué deberíamos hacer?
—¿Qué?
—Tomar hasta perder la conciencia.
—En realidad... —comenzó a decir Axl—, en realidad no es tan mala idea, hombre...
—Te ofrecería drogas, pero... no tengo. Ya sabes, por ese pacto que hicimos de mantenernos limpios y eso...
—Sí, lo sé... no deberíamos romperlo ahora.
—Pero... el acohol no cuenta como droga, ¿no?
—No, claro que no... y esta fiesta está llena de alcohol...
—No sería bueno que se desperdicie.
—No... —repitió Axl.
—¿Estaremos cometiendo un error? —preguntó Izzy.
—Claro que no, es la última noche que estarás en Los Angeles y hace mucho que no hacemos esto juntos.
—Sí, tienes razón, a la mierda.

Cuando terminó la película de Clint Eastwood, Duff y Slash empezaron a ver La Naranja Mecánica —por milésima vez—. La fiesta continuaba y Duff tenía la impresión de que cada vez había más gente, pero ya no le importaba. Estaban tranquilos, viendo la película, cuando Renee apareció llorando.

—Qué bueno que te encontré... —le dijo a Slash y se acercó a él.
—Renee, por favor, ahora no. Estamos viendo la tele—le pidió Duff.
—Por favor, olvidémonos de todo y empecemos de nuevo... —suplicó Renee.
—¿Quieres ver la película con nosotros? —le preguntó Slash.
—¡No, no quiero ver la estúpida película! —gritó ella— ¿Es que no te importa nada nuestro matrimonio?
—No me gusta entrometerme, pero hace un rato estabas ligando con Sean Penn... —comentó Duff.
—Sí, sí es cierto, ¡pero solo lo hice porque me siento tan sola! —Renee se acercó a Slash—. Por favor, llévame a casa...
—No puedo manejar, tomé mucho... —explicó Slash.
—Yo también, y no tengo cómo volver... —contestó Renee—. Por favor, por favor, quiero ir a casa...
—Bueno... supongo que si voy muy despacito... nada puede salir mal, ¿verdad? —preguntó Slash.
—No me parece una buena idea—repuso Duff.
—Quiero ir a mi casa... —Renee empezó a llorar otra vez.
—Está bien, cálmate, iremos a casa—le dijo Slash.
—Hombre, no sé... es peligroso, además es de noche—insistió Duff.
—Descuida, iré despacio. —Slash se levantó—. Voy al baño.
—No me dejes sola... —lloriqueó Renee.
—Bueno, ven conmigo...

Slash y Renee entraron al baño y encontraron a Axl e Izzy, metidos en la bañadera, rodeados de vasos y de botellas vacías. Estaban cantando “Hooked On A Feeling” de Blue Swede, a los gritos.

—¡Hey! —gritó Izzy y se le escapó una risa floja— ¡Slash y Renenenenee!
—¡Únanse a la fiesta ! —gritó Axl y se siguieron riendo a carcajadas.
—Bueno—contestó Slash, riendo.
—¡No! ¡Nos tenemos que ir a casa! —insistió ella.
—¿Cinco minutos?
—¡No! —repitió Renee— ¡Nos vamos ahora!
—¡Qué perra tan aburrida! —comentó Axl.
—¡Sí, déjalo divertirse un poco! —lo secundó Izzy.
—No, está bien. De todas formas, tengo que alimentar a las serpientes y a los gatos—explicó Slash, mientras hacía pis.
—No levantaste la tabla —se quejó Renee—. Ahora no puedo hacer.
—Perdón, me olvidé... —Slash se subió el cierre— ¿Vamos a casa?
—¡No te vayas, Slashi! —gritó Izzy.
—¡Quédate con nosotros!
—Lo siento, chicos—se despidió Slash—. No hagan locuras.
—¡Tú tampoco! —contestó Izzy.
—¡Te amamos, Slash! —gritó Axl y terminó de tomar lo que quedaba en su vaso.
—Y yo a ustedes—repuso él y se fue porque Renee se lo llevó del brazo.

Axl e Izzy se quedaron callados por un momento.

—Ahh, cómo quiero a ese sujeto... —suspiró Axl.
—Hey... —dijo Izzy— ¿Sabes qué deberíamos hacer?
—¿Qué..?
—Ir a Indiana.
—¿A Indiana? —preguntó Axl, con el ceño fruncido— ¿A Lafayette?
—Sí, hombre...
—Pero creí que odiábamos Lafayette...
—Claro que sí, pero esta es nuestra fase de transición.
—Me gusta eso... —comentó Axl—. Me gusta la transición.
—Sí, hombre, tenemos que dejar de ser tan cobardes—continuó Izzy—. Debemos enfrentar nuestros fantasmas.
—Sí, es hora de madurar, ¿no?
—¡Exacto!
—¡Bien, vayamos a Indiana, hombre!
—¡Vayamos a Indiana! —repitió Izzy y ambos brindaron.

Más silencio.

—Y... ¿cómo iremos, precisamente? —inquirió Axl—. Porque no vine con el auto.
—Yo tampoco... —Izzy lo pensó un momento— ¡Hey! ¡Tengo una gran idea!
—Extrañaré tus grandes ideas cuando te vayas, maldito...
—Escucha—dijo Izzy—, llamaré a mi papá y le diré que nos busque.
—Tu papá vive en Indiana, Izzy...
—Ya sé, hombre, ya sé... pero funcionará, créeme.
—Pero dijimos que íbamos a madurar—objetó Axl— ¿Llamar a nuestros padres para que nos busquen no es como... lo contrario de madurar?
—Claro que no. Lo contrario de madurar es... no madurar, y nosotros maduramos.
—Tiene sentido, sí.
—Bien. Le diré a Duff que me preste el teléfono.
—Tenemos un maldito plan... —rió Axl y le contagió la risa a Izzy.

Slash y Renee iban en el pequeño Honda CRX; el viaje había sido tranquilo hasta el momento. Él dobló en Laurel Canyon y luego en Kirkwood, la calle que daba a Walnut Drive. En la esquina de Walnut había un auto que quería doblar a la izquierda, hacia Kirkwood. Slash no se dio cuenta de que los dos autos estaban en la misma línea, y si no frenaba, iban a chocar. Como estaba borracho y lento de reflejos, no se detuvo y terminó empotrado en el otro auto.

—Mierda... —dijo él— ¿Estás bien?
—¡Gracias a Dios que íbamos despacio! —gritó Renee— ¡Eres un inconsciente!

Slash trató de dar marcha atrás, pero los autos estaban atascados. Mientras seguía intentando, el tipo salió del auto y se acercó a la ventana.

—¿Qué? —preguntó Slash.

No tardaron en darse cuenta de que el tipo también había tomado demasiado.

—Estás borracho—le dijo.
—No... —contestó Slash— Tú estás borracho.

Renee revoleó los ojos, al tiempo que meneaba la cabeza; esa conversación podría llegar a ser eterna.
Slash encendió un cigarrillo, mientras que él y el extraño pensaban que ambos estaban muy desastrosos como para involucrar a la policía.

—¿Tienes seguro? —le preguntó el tipo—. Porque yo no.
—Escucha... no quisiera tener problemas con la ley.
—Hagamos de cuenta que esto no pasó.
—Por mí está bien—repuso Slash.

Por un momento, ambos consideraron el asunto solucionado.

—Hey, idiotas —los llamó Renee—. Todavía tenemos que salir de aquí.
—Un momento... —dijo el tipo—. Yo te conozco de algún lado.
—No lo creo, amigo—contestó ella, de mala gana.
—Sí... —insistió él, mientras recordaba—. Tú eres actriz.
—Bueno, en realidad no hice ninguna película aún, per... —Renee dejó de hablar—. Saul, vámonos, ¿sí?
—Está bien, es que no sé cómo vamos a hacer para separar nuestros autos.
—Hagamos esto: ambos le damos marcha atrás hasta que se desencajen.
—Buena idea —aprobó Slash— ¿A la cuenta de tres?
—No, espera, tengo que subirme...

El tipo se subió al auto y lo puso en marcha.

—Vamos, Saul, ¿qué esperas? —preguntó Renee, impaciente.
—Aún no me da la señal.
—No acordaron ninguna señal.
—Pero dijimos “a las tres” —replicó Slash.

Renee asomó la cabeza por la ventanilla.

—¡Ahora! —gritó, pero ninguno de los dos se movió. Ella suspiró, exasperada por su falta de cooperación— ¡Se suponía que lo harían!
—¡¿Hacer qué?! —gritó el tipo, desde el auto.
—¡Dar marcha atrás! —contestó ella— ¡Bien, cuando cuente hasta tres, lo harán! ¡¿Entendido?!

Ambos asintieron.

—¡Uno... dos... tres! —gritó Renee.

Al principio, los autos no se separaron. En el segundo intento, se oyeron algunos crujidos y finalmente lo lograron.

—¡Adios! —se despidió el extraño, y dirigiéndose a Renee , dijo: “¡Y ya recordé de dónde te conozco: de una porno!”.

Renee se tapó la cara, avergonzada, y Slash la miró mientras se reía.

—¿Hacías películas porno? —le preguntó, sin dejar de sonreír.
—No, no... es que... fue solo una vez. Necesitaba el dinero y me mintieron, dijeron que había un desnudo en la película y bueno...
—Tengo que verla.
—Olvídalo, nunca la verás.
—¿Está en casa? —preguntó él, riendo.
—No, la tiré, la perdí, no sé, pero nunca la encontrarás. ¿Podemos irnos ya?
—La voy a ver—insistió Slash y puso el auto en marcha.


5


Luego de algunas semanas, la situación con la banda no había mejorado; Izzy había vuelto de Suecia, pero ya no tocaba con ellos; Axl había echado a Steven porque había roto el pacto de las drogas en la fiesta de Duff, así que ahora faltaban dos miembros originales de la banda y las cosas ya no eran como antes.
Reemplazaron a Steve con Matt Sorum, y estaban probando a Gilby Clarke para reemplazar a Izzy, pero a Axl no le convencía.
Slash le alquilaba la casa que tenía a Perla, aunque trataba de evitarla lo más que podía, porque estaba tratando de que las cosas con Renee funcionaran.
Durante los últimos días, el primo de Renee se había estado quedando con ellos. Greg era de Chicago y siempre había querido ir a California. Ese día, los tres habían almorzado en Melrose, y Greg le había preguntado a Slash cómo era un terremoto. Él no supo explicarle bien, porque nunca había vivido ese fenómeno, y lo que ninguno de ellos sabía era que esa noche lo harían.
Cuando The Galloping Gourmet terminó, Slash apagó la tele del dormitorio. Renee se estaba cepillando los dientes en el baño en suite.

—¿Vienes a la cama? —le preguntó, una vez que había terminado.
—Estaré un ratito en el estudio—repuso él, y Renee lanzó un suspiro demasiado dramático.

Caminó descalzo hasta el cuarto que ocupaba Greg, para ver si necesitaba algo.

—¿Todo bien? —le preguntó, desde la puerta.
—Sí, todo en orden. —Greg estaba acostado y miraba una revista de autos.
—Bueno—dijo Slash—, avísame si necesitas algo. Estaré en el estudio.
—¡Gracias!

Una vez en aquel cuartito que estaba sobre el garage, Slash se puso a escuchar un demo que le había pasado Matt, el nuevo baterista. Le agradaba Matt; era un buen tipo y tocaba muy bien, pero luego recordaba que no era Steven y le daba nostalgia. Por momentos, le parecía que Izzy había tomado la mejor decisión. Porque irse de la banda no implicaba dejar la música para siempre. En seguida se convenció de que no era una buena idea, y que todo mejoraría en el futuro. Más o menos lo mismo que hacía con su relación con Renee. Si aguantaba un poco más, todo mejoraría.
Luego de varios atados de cigarrillos y muchas horas de jugar con la guitarra, decidió que era hora de dormir: eran las cuatro de la madrugada.
Entró al dormitorio y Renee estaba dormida con la tele encendida. La apagó y se acostó. Fue cuando apagó la luz que sintió un temblor. Al principio, no entendió qué es lo que había pasado y le restó importancia. Después de un minuto, el temblor fue más fuerte, más largo y tiró el televisor que estaba sobre una mesa. El aparato produjo una pequeña explosión y al mismo tiempo se cortó la luz en toda la casa.
Los siguientes minutos fueron como si Godzilla estuviera sacudiendo el lugar. Slash tardó unos segundos en entender lo que estaba sucediendo, y en medio de la confusión, recordó la pregunta de Greg.
Lo primero que hizo fue sacar a Renee de la cama y la acercó a la puerta. Estaba tan dormida que se abrió la puerta en la cabeza unas tres veces antes de salir apropiadamente, sin entender qué estaba pasando.
Slash se apresuró por ir a ver a Greg, quien dormía en una habitación junto al cuarto de las serpientes venenosas. Golpeó la puerta y no hubo respuesta. Entró en pánico porque recordó que había un armario gigante junto a la cama de Greg, y cuando él no contestó, se lo imaginó aplastado. Luego del segundo intento, Greg se despertó y, al igual que su prima, se golpeó la cabeza un par de veces antes de salir.
La casa continuó sacudiéndose mientras que los tres se apretujaron en la entrada de la habitación. Renee estaba en el medio, y sin remera, lo que a Slash le pareció gracioso a pesar del desastre que estaba ocurriendo alrededor. El ruido era estruendoso: los vidrios se rompían, los muebles se caían y golpeaban cosas, los ocho gatos que tenían maullaban como locos, y el gato montés que tenían en el baño, Curtis, gritaba sin parar. La sensación era que algo estaba atacando la casa.

—¡¿Qué está pasando?! —gritó Renee.
—¡Creo que es un terremoto! —contestó Greg, casi entusiasmado— ¡¿Recuerdas que hoy les preguntaba cómo era un terremoto?!
—¡Sí, me acuerdo! —repuso Slash.
—¡Tendremos que mudarnos! —maldijo Renee.
—¡Si es que salimos con vida! —agregó Slash y ella lo miró con cara de pánico.
—¡¿Crees que moriremos?!
—¡Tienes que tranquilizarla! —aconsejó Greg.
—¡No, no vamos a morir! ¡Tranquila! —fue lo mejor que pudo decir Slash.
—¡No me quiero morir! —Renee empezó a llorar.

Esperaron ahí por un rato, que para ellos fue una eternidad, hasta que el último temblor murió. El daño era increíble. Todas las televisiones de la casa se habían roto, al igual que las máquinas de pinball de Slash. La heladera había volado por toda la cocina y se había estrellado contra el gran ventanal del living. Slash estaba preocupado por dónde estarían sus cobras y los demás reptiles venenosos. Esperó hasta que se hiciera de día para buscarlas, ya que hacerlo en la oscuridad no era la mejor idea. De alguna manera, ninguna de las peceras se había roto y todas las serpientes estaban bien.
La casa estaba demasiado destruida como para quedarse, así que los tres fueron al Four Seasons en Marina Del Rey —donde había sido la boda— e hicieron planes con Greg para volar a Chicago, donde el tío de Renee, Bernie, les daría hospedaje por algunos días.

—¡Es increíble! —gritaba Renee— ¡Jodidamente increíble! ¡Sí que estamos de suerte, cariño! ¡El auto está destruido, la casa está destruida! ¡Todo está destruido!
—Pero seguimos vivos—rescató Slash, luego de salir del baño de la habitación. Había traído a Curtis con él y para no tenerlo en una jaula, lo encerraba en el baño.
—¿Vivos para qué? —preguntó ella— ¡No tenemos nada!

Slash recordó la explicación de Duff acerca de los dobles negativos. Lo que Renee había querido decir era: “No tenemos algo” o “Tenemos nada”. Decidió no compartir ese pensamiento en voz alta, ya que si lo hacía, correría el riesgo de morir asesinado por su esposa.

—Compraremos otro auto y otra casa—dijo él—. Podrás decorarla como quieras.

Eso pareció calmarla un poco.

—¿Y tendremos una piscina?
—Hmm, sí, podríamos tener una...

Greg golpeó la puerta.

—¿Vamos a cenar? —les preguntó.

Los tres caminaban por el pasillo, rumbo al ascensor, cuando escucharon que se abría la puerta detrás de ellos. Se trataba de Curtis, que de alguna forma, había logrado abrir la puerta del baño y la de la habitación.

—¡Saul, enciérralo! ¡Enciérralo! —gritó Renee, asustada, mientras usaba a Greg como escudo humano.
—Parece inofensivo—comentó su primo.
—¡Es un gato salvaje! ¡Es como un león pequeño! —gritó ella.
—Es un cachorro—dijo Slash, luego de alzarlo—. Ustedes vayan bajando, yo lo voy a meter en el baño.

Entró a la habitación y puso a Curtis sobre la cama.

—Gatito malo—lo reprendió—. No pueden saber que estás aquí. No me mires así, yo también quisiera que cenaras con nosotros, pero no se puede. Sí, ya sé que piensas que no le agradas a Renee, pero en realidad solo te tiene miedo. Créeme, te tiene más miedo que tú a ella. Pórtate bien, ¿sí? Voy a llamar a un amigo que te cuidará por unos días. Es muy bueno, te lo prometo, y volveré a buscarte. Es que no puedo llevarte a Chicago.

Renee y su arruga entraron.

—Saul, ¿estás hablando con el gato otra vez? —le preguntó, impaciente— Tenemos que ir a cenar, y no me gusta quedarme sola con Greg por mucho tiempo. No para de hablar de terremotos y de mirarme el escote.
—Bueno, yo no lo culparía...
—¡No seas asqueroso! ¡Es mi primo! —susurró ella, temiendo que Greg estuviera cerca— Apúrate, ¿quieres?
—Llamaré a un amigo que cuida animales exóticos y tiene un lugar especial para ellos.
—Bueno, pero no tardes mucho.

Luego de comunicarse con su amigo y de fijar un horario para que buscara a Curtis, Slash se preparaba para salir, cuando sonó el teléfono.

—¿Hola..?
—Hola, ¿Slash? Soy Axl.
—Ah, hola viejo, ¿cómo estás?
—Como el demonio, pero eso no importa—repuso él—. Mañana vamos a grabar en tu casa, ¿sí?
—No puedo, viejo, hubo un terremoto y mi casa quedó destruida.
—Ah, mierda, hombre, lo siento... escuché en las noticias que hubo un terremoto, pero no pensé que te habría afectado. ¿Y tienes a dónde ir?
—Sí, iré unos días a la casa del tío de Renee, en Chicago...
—No, no, ¿en Chicago? —preguntó Axl— No, hombre, puedes venir a mi casa.
—Te lo agradezco, es que ya arreglamos con su tío. El vuelo es mañana temprano.
—Hmm... bueno, pero apenas vuelvan, vengan a mi casa. Tú y Renee se pueden quedar unos días hasta que encuentren un lugar.
—Está bien, viejo, no queremos molestar...
—Ya está decidido, se quedan en mi casa. A Erin no le molestará.
—Ah, ¿volviste con Erin?
—Sí, algo así... después te cuento.
—Ah, y... viejo, ¿cómo supiste que estaba aquí?
—Tengo contactos—explicó Axl—. Bueno, hombre, espero que estén bien y nos vemos en unos días.
—Bueno, saludos a Er... —dijo Slash, pero Axl ya había cortado.

Al día siguiente, Slash, Renee y Greg volaron a Chicago y estuvieron algunos días con el tío Bernie, el papá de Greg, quien resultó ser un tipo muy agradable. Después, Slash y Renee regresaron a Los Angeles y, a pesar de las repetitivas quejas de ella, fueron a lo de Axl.

—Gracias por alojarnos, viejo—dijo Slash, mientras entraban con sus valijas.
—Es lo mínimo que podía hacer—contestó Axl—. Tú y tu familia me dieron un techo y comida cuando no tenía a dónde ir.
—Lamento mucho lo de su casa—comentó Erin.
—Sí, gracias, pero eso no resuelve nada—gruñó Renee.
—Ah, Renee pescó algún virus en lo de su tío—susurró Slash—. Está con vómitos y diarrea.
—Genial—comentó Axl, con sarcasmo.
—Bueno, ustedes acomódense y mientras haré algo de comer, ¿sí? —Erin se metió en la cocina.
—Pueden dormir en el sofá, se hace cama—explicó Axl.
—Gracias.
—¿Puedo usar su baño? —preguntó Renee y Axl asintió.
—Hey, ¿y qué van a hacer con la casa? —preguntó él, mientras se sentaban en los sillones.
—La vamos a vender, pero primero tienen que demolerla y reconstruirla.
—Qué mierda...
—Sí... pero vamos a alquilar algo por la zona, hasta que vendamos la casa y compremos otra, supongo.
—¡Saul! —Renee lo llamó desde el baño.
—¿Qué?
—¡Ven aquí!

Él se acercó a la puerta.

—¿Ya estás aquí? —preguntó ella.
—Sí, ¿qué pasa?
—No hay más papel higiénico—le avisó—, y también voy a necesitar tampones.
—Hmm, está bien...
—Ah, y si no es mucha molestia, ¿me compras una sopa de esas instantáneas?
—¿Te refieres a esas que vienen en un pote?
—Sí—contestó ella—, y asegúrate de que diga que es baja en calorías. Y que no tenga pollo, pero que sí tenga fideos.
—Sin pollo, con fideos—repitió Slash.
—Y tampones.

Slash volvió al living y se puso una campera.

—Voy a comprar algunas cosas—explicó.
—No, hombre, ¿qué necesitas? —preguntó Axl.
—Varias cosas: papel higiénico, tampones y sopa instantánea.
—No hay papel ni sopa, pero Erin le puede dar tampones—dijo Axl— ¡Erin!
—¿Qué? —Ella salió de la cocina.
—Dale unos tampones a Renee.
—¡Ah, tampones! Eso es lo que me olvidé de comprar. ¿Podrías ir por mí? Estoy haciendo la cena.
—Dios, yo no me comprometí a esto... —se quejó Axl, mientras se levantaba.

Los dos salieron a la calle, sin saber muy bien a dónde ir.

—¿Qué compramos primero? —preguntó Slash.
—El papel higiénico—repuso Axl—, eso seguro está en el supermercado.
—Igual que la sopa...
—Claro.
—¿Tienes idea de dónde se consiguen los tampones? —volvió a preguntar Slash.
—No sé, supongo que en la farmacia... o tal vez también haya en el supermercado.
—Sí, no puede ser tan difícil...

Empezaron a caminar.

—Fui a Indiana con Izzy—comentó Axl.
—¿Ah, sí?
—Sí... imagínate la cara de mi mamá cuando aparecí en su puerta a la madrugada.
—¿Se enojó?
—Un poco, sí—Axl se reía—, pero después se alegró de que hubiera ido a visitarla. Mi padrastro dijo: “Qué suerte que vives en California, porque si no, seguramente nos sorprenderías más seguido con tus visitas nocturnas”.

A Slash siempre le habían gustado las voces que utilizaba Axl para representar a las personas. En momentos así, su compañía era agradable.

—¿Y cómo has estado? Además de lo del terremoto—preguntó Axl— ¿Qué pasó con esa chica... Griselda?
—¿Te refieres a Perla?
—No, no, digo la chica de tu despedida de soltero—explicó Axl—, la morena.
—Sí, Perla.
—Estoy casi seguro de que era Griselda, hombre.
—No, no, es Perla—repitió Slash, riendo—. No pasó nada más, quiero arreglar las cosas con Renee. Aunque le estoy alquilando mi antigua casa.

Axl asintió algunas veces, pero no dijo nada.

—¿Cómo estás con Erin? —preguntó Slash y Axl suspiró.
—No sé... —contestó y se rió un poco. Claramente estaba de buen humor esa tarde—. Por momentos la adoro, y nos llevamos muy bien... pero hay otras veces en las que la quiero matar.
—¿Sigue yendo a la universidad?
—No, ya no... le dieron mucho para leer y se rindió. Intenté persuadirla para que siguiera, hasta me puse a estudiar con ella y a hacer resúmenes, pero no hubo caso.

Una vez en el supermercado, se dispersaron; Slash fue a buscar el papel higiénico y la sopa, y Axl fue por los tampones.

—Santa mierda... —comentó Axl cuando vio la cantidad y la variedad que había.

Decidió preguntarle a una chica que estaba ahí.

—Hey, disculpa, pero... estoy mareado—dijo él— ¿Cuáles dirías que son los mejores?
—Bueno... eso depende de cada mujer.
—Pero hay demasiados, digo, de verdad hay demasiados... y son más caros de lo que creí...
—Sí, bueno, es un mundo injusto.
—Es verdaderamente injusto, digo, ustedes no pueden elegir tener el período, tienen que tenerlo y deben gastar dinero...

La chica sonrió.

—Por tu aspecto diría que pareces una estrella de rock... —comentó.
—Bueno...
—¡Solo bromeaba! —rió ella— ¡Me encanta Guns N’ Roses!
—Oh, qué bueno—comentó Axl— El próximo sábado estaremos en St. Louis, ¿crees que podrás ir?
—Bueno, si me lo pides así... —bromeó ella— Soy Katie.
—Es un placer.
—Yo los fui a ver en el ochenta y ocho cuando tocaron en Nueva York—le contó ella—, en el Ritz.
—Qué bien... —comentó Axl, mientras seguía escrutando las diversas clases y marcas de tampones.
—Yo estaba muy cerca del escenario, y recuerdo que me guiñaste el ojo.
—Sí, puede ser, es que...
—Está bien, supuse que no lo recordarías.
—Perdón, pero necesito comprarle esto a mi novia—explicó Axl—, y... bueno, a la esposa de un amigo.
—Qué pena que tengas novia...
—Está bien, escucha, eres muy linda, pero... verás, estoy en una etapa de transición y ya no quiero engañar a mi novia.
—¿La engañabas? —preguntó Katie, con el ceño fruncido— ¡Qué cerdo! ¡Siempre creí que eras un tipo sensible y fiel!
—Pero creí que...
—¡Todos los hombres son iguales! —continuó ella— ¡Pensaba que tú eras distinto, pero eres un cochino igual que todos! —Katie se alejó.

Slash escuchó el escándalo y se acercó trotando, con el papel higiénico y la sopa en las manos.

—¿Todo bien? —preguntó.
—Esa chica está loca—comentó Axl—. Tienes que ayudarme a elegir los tampones. Hay demasiados.
—Wow... hay demasiados—repitió Slash.
—Por ejemplo, mira este: trae cien—dijo Axl, mientras le mostraba la cajita— ¿Crees que necesitarán tantos?

Slash se encogió de hombros.

—Y algunos traen más... —continuó Axl— Este trae doscientos y no estoy seguro de querer saber lo que es un “aplicador”.
—Mejor no preguntemos...
—Sí, hay cosas de las mujeres que es mejor que sigan siendo un misterio.
—Llevemos esos de cien.
—¿Y de qué tamaño? —preguntó Axl— Porque hay diferentes tamaños...
—¿Por qué necesitarían diferentes tamaños?
—No lo sé...
—A ver, veámos: hay pequeños, medianos, grandes... y extra grandes.
—“Fibras absorbentes de expansión radial...” —leyó Axl.
—Eso suena... tecnológico.
—Suena aterrador—juzgó Axl—: “Se adaptan mejor al cuerpo minimizando el riesgo de filtraciones”.
—Mejor llevemos estos—dijo Slash, luego de elegir una caja—, dice que están “dermatológicamente testeados”. Eso tiene que ser bueno, ¿no?
—Sí, no sé... terminemos con esto rápido.

Cuando regresaron al departamento en Sunset Strip, ya había anochecido. Renee seguía en el baño y Erin ya había servido la cena.

—¿Consiguieron todo? —preguntó ella, mientras distribuía los vasos.
—Sí—contestó Axl—, y espero que sea la última vez que me haces ir a hacer tus compras femeninas.
—Deja de victimizarte y ayúdame con las servilletas.

Slash se acercó a la puerta del baño y dio unos suaves golpecitos.

—Erin, por última vez, estoy bien, déjame en paz—dijo Renee, del otro lado.
—No, soy yo—avisó él—. Te traje todo lo que me pediste.
—Pásamelo rápido—pidió ella, luego de abrir un poco la puerta— ¡Y no espíes!

Los cuatro se sentaron a cenar lo que Erin había cocinado.

—¿Qué es esto, Erin? —preguntó Axl, con desconfianza.
—Carpaccio de carne en salsa de albahaca.
—Nunca cocinas y hoy te tenías que poner creativa, ¿no?
—¡Cómelo y ya, Axl!
—Está rico—comentó Slash.
—Gracias, Slash—dijo Erin—. Por fin alguien con buenos modales en esta casa.
—¿Por qué le dices así? —preguntó Renee.
—¿“Así” cómo?
—Slash. Porque no se llama así, se llama Saul.
—¡Ah, sí! —rió Erin— No lo sé, supongo que me acostumbré a llamarlo así porque Axl y los muchachos siempre se refieren a él como “Slash”.
—Es un nombre tonto, ¿no crees?
—Y “Renee” es como de muppet, ¿no crees? —contraatacó Axl.
—Ni me hagas empezar a hablar de “Axl”.
—Bueno, bueno... —interrumpió Slash y todos se callaron.

Siguieron comiendo en silencio por algunos minutos.

—Querida—dijo Axl, dirigiéndose a Erin—, mastica más despacio.
—Pero estoy comiendo con la boca cerrada.
—Sí, pero haces mucho ruido cuando masticas.
—Bueno, Axl, no sé qué quieres que haga, siempre mastico así.
—Intenta masticar más despacio—insistió él.

Slash y Renee intercambiaron miradas. Luego, todos siguieron en silencio.

—¿Lo estás haciendo a propósito? —preguntó Axl.
—¿Qué cosa? Axl, no empieces con tus locuras...
—¡No son locuras! —replicó él— ¿Ustedes no la escuchan? ¿No escuchan los ruidos que hace cuando come?
—Déjalos tranquilos, ¿no ves que los estás incomodando?
—Yo no los estoy incomodando, en todo caso tú lo estarás fastidiando con tus infernales ruiditos.
—No, está bien... —Slash intentó calmar las cosas de nuevo.
—Déjala en paz, Axl—dijo Renee.
—Tú no te metas—contestó él—. Erin, por favor, quiero cenar tranquilo.
—¡Y yo quiero cenar tranquila sin tus ridículos comentarios!
—¡¿Por qué no admites que estabas haciendo ruidos?!
—¡Por Dios, eres un maniático! —Erin se levantó.
—¡¿A dónde vas?! —gritó él y la siguió hasta el balcón.

Ella estaba cruzada de brazos, con la vista perdida en el cielo. A él le pareció un poco teatral.

—¿Qué te pasa, Axl? —le preguntó, sin mirarlo.
—Venía a preguntarte lo mismo—repuso él—. Fue solo un comentario, siempre dices que debemos mejorar el diálogo en nuestra relación.
—No, en serio, ¿qué te pasa? —insistió Erin—. Y por favor no quiero escuchar “fase de transición”.
—No sé... pienso que quizá deberíamos tomarnos un tiempo.
—¿Qué? —preguntó ella—. Axl, recién volvimos de “tomarnos un tiempo”.
—Sí, pero claramente no está funcionando.
—Dios, ¿cuándo vas a madurar? Hace dos semanas llorabas para que volviéramos, ¿y ahora sugieres que nos separemos de nuevo?
—Va a ser lo mejor para ambos...
—Está bien, ¿sabes qué? Separémonos. Pero quiero que esto te quede muy claro: esta vez no vamos a volver.
—Siempre dices lo mismo—rió él, escéptico.
—Lo digo en serio, Axl. No quiero que dentro de dos días me llames llorando ni me mandes cartitas de disculpas, ¿sí?
—¿Cuándo he hecho eso?
—¡Cada vez que nos peleamos!
—Bien, touché, pero esta vez no lo haré.
—¡Más te vale que no!
—¿Detecto una amenaza?
—Solo digamos que es una advertencia—contestó ella y se dirigió al dormitorio.

Slash y Renee se hicieron los desentendidos cuando Erin pasó delante de ellos.
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