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магьосник : Brujo

by Asuna_Valdes_Mc 0 reviews

Crossover entre el universo de Supernatural y Teen Wolf. Donde Stiles deberá salvar a su mejor amigo, descubrir todos los secretos que guarda Beacon Heals y lidiar con dos Hale demaciado apuestos.

Category: Teen Wolf - Rating: PG-13 - Genres: Crossover,Drama,Fantasy - Warnings: [!!] [X] [?] - Published: 2021-12-14 - 9737 words

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CAPITULO 1

La húmeda de una brisa fría con olor a pino se cuela por mis poros y envuelve mi nariz. Las rugosidades de los troncos a mi alrededor rozan mis dedos a medida que me interno en las profundidades del bosque. Unos hipnotizantes aullidos que parecen llamar mi nombre me guían por un sendero antiguo el cual desconozco. La desesperación en sus lamentos llega al punto de agobiarme e impulsarme a acelerar mis pasos, hasta encontrarme corriendo a toda prisa. Detengo mi marcha cuando la noche se aclara bajo la luz de la luna que se cuela por un pequeño claro. En él, me reciben dos magníficos animales casi idénticos. El reluciente pelaje de noche que envuelve al primer lobo me persuade de admirar la esbeltez de su imponente figura hasta sus antinaturales ojos de un azul tormentoso. Una vibración casi electrificante se apodera del aire a medida que me sumerjo en ellos. Sin embargo, no dura lo suficiente cuando un impulso casi magnético me obliga a desviar mi vista hacia el lobo de sedoso pelaje azabache que me mira deseoso desde la izquierda. Su contextura es evidentemente mayor, aunque menos fornida que la del anterior, pero igual de hermosa e imponente; al punto de invitarte a vagar por ella. Mis ojos se posan en su extraña mirada, esta parece contener el mismo azul eléctrico de su acompañante, pero no me dejo engañar, soy perfectamente capaz de diferenciar el tono tres veces más profundo y oscuro que empaña los ojos del segundo sabueso, casi como si quisiera ocultar en él un sin fin de misterios. Desconcertado por su enorme belleza y su majestuosa presencia, deslizo mis iris entre uno y otro. Estos aúllan una vez más invitándome a acercarme y así lo hago. Me coloco en el centro del claro y espero paciente a que ellos acorten la asfixiante brecha que nos separa. Poco a poco me rodean casi acechándome hasta que finalmente se sientan expectantes frente a mí. Solo basta con que extienda mis brazos hacia ellos para que sus narices ansiosas comiencen a olisquearme embelesados. El roce de su pelaje en mis manos inseguras cuela suavemente un sentimiento de una paz y felicidad casi indescriptible. Al parecer, mi olor tiene el mismo efecto en ellos, que pronto se acuestan a mi alrededor ronroneando al son de mis manos curiosas que se deslizan por el oscuro mar de sus pelajes. La calma de este momento tan íntimo se rompe cuando un eco amortiguado comienza a resonar a nuestras espaldas, colocando instantáneamente a mis peludos amigos en una posición de alerta con sus garras y dientes al descubierto. Sus gruñidos amenazantes no logran acallar el sonido cada vez más fuerte. La resonancia es tal que todo el bosque parece vibrar al son estruendoso de ese molesto pitido y mis pies retroceden cuando la tierra bajo ellos comienza a sacudirse. Cubro mis oídos con fuerza intentando aislarlo y mi mente rápidamente analiza la situación en busca de una salida. El extraño sonido de hace unos momentos se hace tan familiar que automáticamente intento recordar donde lo he oído antes. El reconocimiento distorsiona mis gestos justo cuando los arboles comienzan a desmoronarse y el suelo se resquebraja serpenteantemente. Volteo a verlos presa del pánico justo cuando los lobos comienzan a distorsionarse hasta perderse en mi inconsciente. El estruendoso pitido borra mi ensueño y me obliga a despertar.
La agitación me encuentra desparramado entre mis sabanas cuando me apresuro a apagar mi ruidosa alarma. Otra vez ese sueño, nuevamente la sensación de desolación me encuentra cuando recuerdo las miradas tristes de las bestias justo antes de desaparecer. Me digo a mi mismo que no puedo seguir angustiándome por la pérdida de seres que ni siquiera existen y me levanto para ir al colegio. Luego de arreglarme bajo a la cocina y preparo el desayuno para dos mientras tarareo una absurda canción pop. Escucho la escalera crujir cuando mi padre comienza a deslizarse desde el segundo piso guiado por el olor del café recién hecho. Las ojeras opacando sus suaves ojos celestes y su desarreglada cabellera rubia me recuerdan el turno extra que tuvo anoche en la comisaria. Le extiendo su taza y un plato con panqueques haciendo que su seño se frunza al probar el primer sorbo y miré con desaprobación el resto del menú.
–¿Qué es esta horrible cosa? – dice mientras le da otra probada.
– Buenos días a ti también– digo dándole un trago al mío – Es café descafeinado– explico cuando sus acusadores ojos no dejan de mirarme y le sonrío alegre cuando su ceño se frunce más profundamente. –Sabes que tienes que cuidarte más, así que no te quejes– advierto mientras lavo los utensilios usados, provocando que resople y comience a devorar los panqueques para así poder ignorarme. Veo que a pesar de que he usado los ingredientes alternativos los come gustoso así que sonrío victorioso y me hago una nota mental para guardar esta nueva receta.
Años de alcoholismo y meses de abstinencia dejaron sus riñones e hígado tan sensible como los de un recién nacido. Él, que siempre fue un hombre fuerte y sensato, trastabillo estrepitosamente luego de que su amada esposa fuera diagnosticada con demencia frontaltemporal. Un pequeño yo de seis años tuvo que ver como su madre, la mujer más amable y dulce que sus infantiles ojos observaron alguna vez, se marchitaba tanto física como psicológicamente en una descolorida cama de hospital. Y como su padre poco a poco se perdía en un mar de rabia y alcohol que amenazaba con tragarlos a ambos.
Facturas de hospital cargadas con años de internación ininterrumpida, una enorme casa vacía y una fría lapida rezando su nombre fueron todo lo que Claudia C. Stilinski dejó tras morir. Las tardes de visita a una mujer que cada vez se asemejaba más un extraño, a medida que su enfermedad avanzaba y la conciencia la abandonaba, no significaron nada cuando a causa de la psicosis tuvo que ser puesta en coma para así poder sobrellevar el dolor de sentirse desgarrar desde dentro. Sin embargo, no estoy resentido con los médicos por ello, por privarme de compartir los últimos momentos con mi madre. A pesar de que la culpa no me dejó dormir durante meses y aun ahora cuando al recordarlo un nudo constrictor se instala en mi pecho, no puedo evitar sentirme aliviado de no haber tenido que seguir soportando sus terribles gritos de agonía y las blasfémicas maldiciones que me propinaba cada vez que mi presencia era percibida por la enferma mujer. Esas mismas palabras acobardaron a su padre al punto donde trabajar ya no solo se trataba de cuentas por saldar sino de un escape seguro de la inminente realidad de la perdida de la persona que más ha amado en esta vida. Cuando ni el cansancio fue suficiente para acallar su afligida mente el licor en la casa Stilinski se convirtieron en moneda de cambio. Borracheras que embriagaban cada fin de semana y día libre, asegurando largas sesiones de palizas y gritos atronadores, botellas vacías, vidrios rotos y un hombre seminconsciente ahogándose en su propio vómito fueron parte de ese intercambio luego del entierro.
Tomo años que papá pudiera abandonar ese mal hábito. En el momento que él decidió tratarse, un profundo sentimiento de orgullo brotó dentro de mí. Él estaba dispuesto a mejorar, a pesar de que eso significara ser regañado como un niño por el Dr. Dunbar dos veces a la semana.
– A veces eres muy quisquilloso, ¿Sabias?
–Y tú muy insistente, pero eso ya no es una novedad- me retruca mientras busca una segunda ronda del que hace instantes califico como “el café más horrible del mundo” por lo que suelto una risilla – ¿No tienes que irte ya? – interroga con la esperanza de que lo deje comer en paz.
–Sí, sí, ya iba de salida de todas maneras, así que no es necesario que me eches aún- le digo mientras recojo mi mochila y me dirijo a la salida– Descansa, Parrish llamo y dice que te esperan recién para el turno de la tarde – El alivio automático que se refleja en sus hombros me recuerda lo ocupado que lo ha tenido este último caso y me hago otra nota mental para darle una ojeada al expediente más tarde.
–Que te vaya bien en tu primer día y que no te lleven a detención antes del segundo receso, al menos– dice mientras me despide con una leve sonrisa y yo simplemente resoplo.
El hecho de que el subdirector Johnson me llamara nomás empezar el primer periodo de mi primer día en sexto grado había sido enteramente la culpa de esos idiotas de años superiores que creyeron que sacarle su inhalador al pequeño Scotty era realmente gracioso. Poco les duro el chiste, cuando con un par de golpes rápidos los dejé desparramados en el piso jadeando en busca de aire. Un par de ojos morados después, nos tenías a los cinco en una pequeña oficina con un director tan rojo de cólera que parecía a punto de estallar. La llegada del sheriff, todavía enfundado en su uniforme y sumamente preocupado por la salud de su hijo, no hizo nada por apaciguar su creciente desconformidad a medida que le explicaba lo sucedido con esos muchachitos. En momentos como ese agradecí mi valentía, o la ausencia de temor a morir muy joven, y con un argumento inteligente hice uso de mi labia y nos salvé a mí y a mi mejor amigo de una posible expulsión. Aunque puede que la ira desbordante de Noah, al enterarse de que no era la primera vez que algo así sucedía, tuviera algo que ver. Cuando al salir de la asfixiante oficina me condujo a la patrulla, un pinchazo de culpa me atravesó el pecho. Él había abandonado su puesto a toda prisa solo para ver el nuevo problema en el que se había involucrado su pequeño delincuente. Por más cansado y desordenado que estuviera a causa de este mal día, me sorprendí cuando revolvió mi cabello y me aseguro en tono consolador que no debía ir por ahí golpeando a la gente por mas idiotas que fueran. Cuando murmuro «O al menos no en un lugar donde los profesores puedan verte» la pequeña sonrisa orgullosa que intentaba disimular me comprimió el corazón.
-Yo también te quiero- grito al salir de la casa.
El camino en el viejo sheep azul de mamá resulto extraño, hace solo un mes que lo recibí como regalo por mi decimoséptimo cumpleaños, «Es lo que ella hubiera querido» fue todo lo que pronuncio al entregarme las llaves. El que estuviera dispuesto a entregarme algo tan preciado, que estuviera dispuesto a renunciar, a dejar ir algo suyo solo podía significar que por fin estaba intentando vivir más allá de su pena. Sabia de primera mano que la ropa y demás cosas de mi madre continuaban exactamente donde las había dejado entes de partir al hospital. Ninguno de los dos se atrevía a moverlas ni un ápice, como si de ese modo su descanso no sería perturbado. Era un paso tan importante e inesperado, que esta demás decir que llore como un niño en los brazos de papá, la fuerza del abrazo que nos envolvió solo podía reflejar la tormenta de emociones que se desató dentro de ambos.
Si él había sido capaz de tomar la iniciativa, solo había un hombre al que podía agradecer por ello. Desde que conoció a Eric en una ajetreada madruga en la sala de urgencia luego de un catastrófico accidente múltiple, se convirtieron en amigos y confidentes. Poco a poco el encantador cirujano ayudo a John a salir de la adicción y, puede que también, de esa asfixiante depresión, que le habían causado la perdida y la culpa de no haber cumplido con su papel como padre y esposo. Tendría que invitarlo a cenar un día de estos para agradecerle por todo el progreso que alcanzo el patriarca Stilinski en los últimos años. Porque al fin después de años de sentirme un huérfano, de saberme solo y a la deriva, el despreocupado médico logro devolverme a mi padre.
Solo necesite un par de canciones entonadas a todo pulmón para verme de pie frente a las puertas de Beacon High School. Al atravesar sus pasillos varios estudiantes me saludan y otros se limitan simplemente a observarme llegar. No por nada soy Stiles Stilinski, un niño con la verborrea verbal más densa del condado, además del hijo del sheriff Stilinski y un busca problemas nato. Aunque no lo crean, lo primero me permite entablar conversaciones hasta en los momentos más inoportunos, al punto donde se convierte en un verdadero dolor en el trasero el callarme. Lo segundo me da una reputación realmente amplia y más cundo lo tercero implica que tarde o temprano terminare involucrado en todo tipo de incidentes, que más temprano que tarde, llegara a oídos de todos en la ciudad, cortesía de Judi y sus “fiestas de té” o mejor dicho “la reunión de las brujas chismosas”. Aun así, no me puedo quejar, con un poco de ingenio, cinta adhesiva y la dosis justa de suerte, no hay eventualidad del que no pueda zafarme. Y si a cambio de un poco de adrenalina y problemas puedo conseguir algunas de las amistades y conexiones más extrañas de la ciudad, solo me queda dar las gracias por eso.
La clave habilita el interior de mi locker y en lo que tardo en tomar mis libros para las siguientes dos clases un muchacho con una sonrisa cargada de arrogancia y unos cabellos dorados abarrotados de gel se apoya en las taquillas continuas y cierra la mía con fuerza para captar mi atención.
-Buenos días Bilinski- sus palabras vienen cargadas de un tono burlón casi altanero, que lejos de ofenderme, tratan de aludir a una mala broma privada de la que parece no querer olvidarse nunca. No es mi culpa que durante las pruebas para entrar al aclamado equipo de lacrosse el entrenador no supiera pronunciar algo tan simple como mi apellido y menos cuando mi nombre real se asemeja más a un trabalenguas que a un nombre en sí.
Esas primeras palabras luego del trato silencioso que recibí desde las vacaciones me irritan más de lo que deberían. Luego de esa acalorada discusión creí que debía darle su espacio. Rápidamente me arrepentí cuando mi viaje anual a Dakota de Sur se canceló a causa de ese par de estúpidos que no pueden contestar una simple llamada. Lo único que tuve para entretenerme el resto del verano fueron casos abiertos y un sheep para reparar. Cabe aclarar que, gracias a mi nulo conocimiento en el campo de la mecánica, la última parte solo sirvió para hacer arrancar a duras penas el auto. Niego suavemente y le devuelvo el saludo con un tono similar.
-Lo mismo digo, Ken- respondo mientras él simplemente se encoje de hombros y su gesto vacila brevemente. El apodo insidioso sobre el muñeco plástico se lo había otorgado en honor a su actual novia, una chica superficial y muy inteligente que lo ve más como un accesorio que como un interés amoroso. Sé que estoy siendo injusto al sacar a colación un tema tan espinoso, pero no es mi culpa si a pesar de explicárselo son lujo de detalle él se niega a dejarla. Si él cree que el hecho de que sea “la barbie más guapa y popular del instituto” es suficiente para soportarla no es mi problema lo que le vaya a pasar. Y menos cuando esta misma cuestión desató esa última y desastrosa plática.
La última vez que hablamos fue más una pelea que una conversación. Este idiota frente a mí descubrió de la manera más estúpida y desafortunada que todo lo que él creía y representaba no eran más que dulces mentiras. Cuando descubrí el porqué de su horrible actitud mañanera, él ya había azotado su puerta en mi cara. No importó cuanto quisiera explicarle que todo aquello no cambiaba lo que él era o cuanto rogara para que me dejara entrar a su cuarto, no me dejó acercarme. La desesperación de verlo tan mal incentivo mi terquedad e insistencia, lo que solo sirvió para sacar lo peor de su carácter. Al terminar de acribillarme con su lengua venenosa solo pude atinar a tambalearme y dar un paso atrás. Esperando que no lo hubiera dicho en serio, me despedí con un tono tan quebrado que hasta a mí me estremeció. Sabía que era un verdadero cobarde algunas veces y que necesitaría tiempo a solas para reacomodar su mierda y acumular el valor para disculparse por ese hiriente discurso. Pero demonios, estaría mintiendo si dijera que esas palabras no fracturaron algo dentro mío, el dolor casi físico que me acompaño no logró calmarse durante días, y, viendo las lágrimas que no paraban de llegar, no tuve la fuerza para buscarlo nuevamente. Habían pasado dos malditos meses desde ese día y lo primero que decía era una estupidez, realmente no debería estar tan sorprendido.
- Vengo en son de paz, así que no hay necesidad de ser cortante tan temprano en la mañana, y menos cuando tienes a alguien tan guapo dándote los buenos días- sus palabras cargadas de sinceridad vienen acompañadas al final de un tono juguetón y un pequeño guiño. Me tomo la molestia de admitir para mis adentros que él realmente es guapo, si su cara de chico lindo, sus músculos marcados por años de practicar lacrosse y su carísima ropa de marca acentúan algo, es precisamente lo atractivo que es el estúpido de mi amigo.
- No sabía que Donovan me había saludado- la frase suena más cortante de lo que esperaba cuando entrecierra sus ojos para mirarme casi indignado. Me felicito mentalmente, genial ahora esto es mil veces más incómodo - ¿Y bien, para qué necesitas a esta preciosura? – la picardía empaña mis palabras y aprovecho para señalarme al completo en un vago intento por alivianar la incómoda situación. Debido a que es una de las personas más obsesiva que conozco con todo lo que respecta a mantener las apariencias, me sorprendo cuando un atisbo de inseguridad se deja ver con facilidad. Me digo a mi mismo que esta será una charla muy larga si aguardo pacientemente hasta averiguar el porqué de su cháchara matutina, así que me apresuro en agregar- No mal entiendas, te adoro, pero a menos que el coach este recuperándose de una cirugía de testículo nuevamente, no creo que la futura estrella del equipo deba estarse saltando la practica matutina. Además ¿no se suponía que estabas ignorándome? Porque debo decirte que estabas haciendo un buen trabajo hasta ahora- me cruzo de brazos al terminar y lo interrogo silenciosamente con una ceja alzada.
- Me hieres Sty- dice llevándose una mano al pecho- Soy un jugador responsable que nunca abandonaría su puesto- intenta usar un tono solemne pero al ver que no termina de causarme gracia agrega- Es exactamente por eso que estoy aquí, sé que fui un idiota y quería disculparme- la última palabra sale atorada e incómoda de sus finos labios y rápidamente noto como se sacude el nerviosismo con un estremecimiento- Hoy haremos las pruebas para armar al equipo de este año y, aunque es obvio que seré nombrado como el nuevo goleador y capitán, tienes que venir a verme hacer que los plebeyos muerdan el polvo- ruedo los ojos y antes de poder rebatirle con un comentario sarcástico él agrega- Además, podríamos salir a tomar algo al terminar- Esa sonrisa nerviosa y su patético intento por sonar genial incluso cuando intenta disculparse me recuerdan al pequeño de cabellos dorados que con un labio roto y cubierto de polvo que me rogo y extorsionó frente a la puerta de mi casa para que le ayudara a esconder lo que quedaba del extremadamente costoso jarrón de colección de su madre – Y, si no vienes, hare que el estúpido de McCall muerda el polvo por nada- suelto una pequeña carcajada mientras relajo mi postura a lo que él me imita y termino por negar divertido.
- Si no supiera que eres el mismísimo Jackson Whittemore creería que estas celoso de Scott. Sabes que desde que nos conocimos en la guardería hemos sido inseparables, somos como hermanos de otra madre, pero eso no evita que puedas ser mi segundo mejor amigo- suelto un giño en su dirección y una mueca burlesca le sigue detrás. Puedo ver el alivio seguido por un «sabía que no podías odiarme para siempre, soy el fabuloso Jackson Whittemore» atravesar su mirada. Y no puedo negar que es cierto, él es como familia para mí, nunca me atrevería a abandonarlo, incluso si su infantil enemistas con Scott y su incesante competencia con él entraran en la ecuación. Es más, jamás podré olvidar que ese fue el motivo por el que nos hicimos amigos en primer lugar.
Recuerdo estar en el patio de la escuela y a un mini rubio prepotente acercarse todo orgulloso a pedirme jugar con él y su nuevo juguete mecanizado. Le respondí que no, pues Scott había tenido un ataque de asma muy fuerte hace unos días y no podía agitarse demasiado, además, como buen amigo que era, ya le había prometido sentarme a charlar con él el resto del recreo, y un Stilinski nunca rompe una promesa. Solo digamos que el pequeño engreído no tomo muy bien mi rechazo. Luego de que empujara a mi casi hermano al suelo y yo me abalanzara sobre él, terminamos siendo regañados por la maestra y obligados a permanecer castigados hasta habernos disculpado. Quizás fueron los cinco minutos y quince segundos que permanecimos inmóviles y en silencio en esos incomodos pupitres que, cronometrados por un pequeño Stiles con un TDAH, parecieron horas de insoportable tortura. O talvez se debió al tembloroso labio y los ojos aguados del tierno niño junto a mí. Y es que, al final, termine por arrepentirme de haber sido tan duro con él. Le extendí una curita de Batman que siempre me empacaba mamá junto a mi almuerzo, debido a que poseo una asombrosa capacidad para lastimarme de las maneras más absurdas. Se la termine colocando en su mejilla magullada mientras me disculpaba sinceramente. Cuando él acepto el gesto de manera dudosa para luego mirar hacia otro lado con las mejillas enrojecidas y murmurando que también lo sentía, supe que llegaríamos a ser grandes amigos.
El estruendo del timbre me saca de mis recuerdos y me regresa al joven frente a mí.
- Nos vemos a las tres Stiles- pronuncia entes de dedicarme una sonrisa marca Whittemore, todo dientes perfectos y actitud de saberse irresistible, para terminar alejándose hacia su clase.
Sigo su ejemplo entrando en el tercer salón a la derecha y me dispongo a sentarme junto a Scott, un joven de rasgos latinos, piel bronceada, cabello negro y ojos de cachorro abandonado quien, al verme, me dedica una deslumbrante pero extraña sonrisa producto de su mandíbula desviada. No exagero cuando afirmo que es mi hermano de otra madre, pues lo conozco desde hace tanto tiempo que casi podríamos haber compartido los pañales. Llega al punto donde una mirada es suficiente para saber lo que está pensando o sintiendo, donde hasta los recuerdos más terribles se han tornado en secretos compartidos. Es tan profundo el vínculo entre nosotros que llegue a conocer el motivo detrás de su extraña mandíbula. Cuando me enteré que fue cortesía de una paliza que recibió de su padre justo antes de ser echado por Melissa, abrace a la mujer y le asegure que ella era la mejor mamá del mundo, exceptuando a la mía obviamente. Su madre, a pesar de ser una mujer dulce y encantadora, puede tornarse en alguien verdaderamente aterrador cuando se trata de su polluelo.
-¿Viste el último capítulo de Gotham? Oswald está realmente loco- digo a modo de saludo, provocando que nos adentremos en una charla basura sobre el universo de DC comic’s.
Divago ociosamente hasta que la profesora Thompkins hace acto de presencia seguida muy de cerca por una muchacha de largos cabellos castaños. Cuando nos la presenta como Cora Hale el jadeo colectivo que se escucha por todo el salón no inmuta a la vaga sensación de rememoranza que se remueve dentro de mí. A pesar de no haberla visto nunca, sus grandes ojos café y el mal genio que parece llevar bajo esa figura de infarto se me hacen tan familiares que me esfuerzo por recordarla. Cuando el esfuerzo es inútil me digo a mí mismo que es estúpido, estoy seguro de que si conociera a la hija menor de la alcaldesa Hale sería imposible olvidarse de tal belleza. Oigo a la profesora murmurar con que ella se encontraba de intercambio en Sudamérica por lo que espera que podamos integrarla correctamente. Las miradas llenas de curiosidad, excitación y envidia la acribillan, a lo que arruga la nariz. Su creciente desagrado por la clase en general parece disiparse cuando su mirada se topa conmigo y un aparente reconocimiento toma lugar. Sin esperar a que la profesora de la orden se aproxima al lugar a mi izquierda y le dice de manera imponente al chico allí sentado que le deje el lugar. El pobre parece abrumado por la rudeza y belleza de la chica, ya que se apresura a tropezones hasta uno de los bancos vacíos que hay en el fondo. Cuando parece estar perfectamente acomodada voltea a dedicarme una leve sonrisa a la que correspondo extrañado. Justo antes de poder entablar conversación alguna, Thompkins comienza a hablar y la clase toma inicio. Me relajo creyendo que así finalizaría esa incomprensible interacción.
Estaba terriblemente equivocado. La intensidad de la incómoda mirada que me lanza la chica junto a mí llega al punto de ejercer una presión casi física, y, en un vano intento por sacármela de encima, me sacudo visiblemente. Lo que es claramente una mala idea ya que ese simple gesto parase captar más de su atención, si es siquiera posible, y ladea la cabeza como si analizara un dato importante. Algo parece hacer clic cuando en un movimiento de cabeza casi tan rápido como el del exorcista desvía sus ojos hacia la persona más cercana a la ventana. Mary es la pobre desdichada sentada junto al ventanal abierto, por lo que con un ladrido demandante que hace saltar a la pobre muchacha le exige que cierre la ventana. Tan tímida como es, la joven solo atina a obedecer rápidamente su orden. En el momento en que considera que ninguna ráfaga de aire frío atravesara el vidrio se voltea en mi dirección y me extiende otra de sus inquietantes sonrisas. A pesar de la singularidad del momento me permito corresponderla y ella tiene la osadía de parecer satisfecha consigo misma. Unos resoplidos divertidos junto a un suave balanceo de cabeza se escapan de mí consiguiendo que ella infle el pecho orgullosa. Me digo para mis adentros que cálculo es más difícil cuando Thompkins cree que no le prestas la debida atención y que tener un profesor en mi contra es suficiente, que no necesito ser egoísta y mantener todo el odio académico para mí. Al terminar mi breve debate interno procuro concentrarme exclusivamente en los problemas frente a mí, e ignorar a la castaña. Como todo en mi vida, fallo estrepitosamente y termino siendo llamado con mi nueva amiga al pizarrón. La pereza con la que me acerco para resolver los ejercicios me permite analizarlo detenidamente y en cuanto mis dedos toman una tiza la respuesta vibra en mi mano. Cuando termino de desarrollar mi problema me percato de que mi compañera de castigo ni siquiera ha comenzado a resolverlo, a lo que la profesora pregunta el porqué.
-No tengo ni idea de lo que estamos viendo- responde con una seriedad casi cómica. El pesado suspiro de exasperación seguido de un «los niños de ahora» desembocan en una carcajada colectiva. La derrota con la que nos manda a sentar y nos pide al menos aparentar interés solo sirve para acrecentar las risas.
Cuando la campana suena anunciando el final de la clase, me encuentro arto, sin embargo, el malestar no me dura lo suficiente, que ya me sorprendo siendo abordado por Cora. Su entusiasmo me descoloca unos segundos cuando un simple saludo escapa de sus labios. Los ojos curiosos de los alumnos que lentamente abandonan el aula se posan en nosotros al ver a la chica aparentemente indiferente iniciar una conversación.
-Esta es mi primera vez aquí y realmente estoy algo perdida ¿Puedes ser mi guía hasta mi siguiente clase? – parece ponerse nerviosa cuando sus palabras finales salen a tropezones y las líneas le salen tan mecánicas que delatan como ha estado practicándolas por al menos la última hora. El imaginarla ansiosa y pensando qué decir me resulta sumamente adorable. Y la emoción brillando en sus ojos expectantes, como si frente a ella se encontrara un antiguo héroe de leyenda del que sus padres le contaban antes de dormir, la hacen ver aún más joven. Su burbujeante excitación esperanzada al aguardar una respuesta me abruma lo suficiente como para tener que esperar unos segundos para hallar nuevamente mi voz.
-Claro, no hay problema ¿Qué clase tienes ahora? – su felicidad es palpable al extenderme una hoja con su horario y me compadezco cuando la clase del profesor Harris es su siguiente destino- Tal parece estaremos juntos un poco más- me percato de la presencia de Scott a mi lado cuando ella dirige una mirada desconfiada en su dirección- Oh, él es Scott, mi mejor amigo – aclaro mientras nos encaminamos al siguiente salón. Le explico todo lo que debe saber para sobrevivir en este horrible lugar y ella asiente vigorosamente como sí memorizara cada una de mis palabras.
Las clases con Harris son un verdadero infierno. Cuando el profesor anuncia que nos dividamos en parejas para así elegir a nuestro compañero de laboratorio, quien nos acompañará por el resto del año; me tomo un momento para admirar a mi nueva amiga y a Scott peleando por el asiento junto a mí. La disputa termina con la castaña irradiando orgullo por cada poro de su piel y a mi excompañero de laboratorio sobándose la cadera dolorido. Mi cara de incomprensión y la diversión bailando en mi labio inferior admiran como mi mejor amigo acusa infantilmente a la joven frente a mí. La sonrisa inocente que esta me dedica libera una suave carcajada e incrementan el odio de mi mejor amigo por la chica nueva. Viendo como su lugar ha sido vilmente robado se da vuelta para encontrar otro, y al ver que el único lugar vacío es junto Lydia Martin, la Barbie más guapa de todo el instituto, el pequeño Scotty se pone tan nervioso que termina por tropezarse en su camino a su nuevo asiento. Jackson suelta un comentario sarcástico sobre su falta de coordinación, logrando una carcajada general y que la diva pelirroja sentada detrás de él de vuelta los ojos.
Es sabido de buena fuente que, sino causas una buena primera impresión en la hermosa Srta. Martin tu vida escolar será un verdadero infierno. La mirada que me dedica mi mejor amigo, llena de resignación y tristeza, como si de un cachorro apaleado se tratase, me hace cerrar los ojos con fuerza. Este maldito sabe que no puedo negarme a esos ojos de perrito abandonado e intenta chantajearme con eso. Me digo a mi mismo que no debo ceder, si él hace equipo con la pelirroja seguramente pasara esta materia ¿Y qué si para ello tiene que soportar que la gran Lydia Martin lo vea como si su mera existencia fuera una ofensa personal? Al menos a él no lo ignorará olímpicamente durante siete años. Lo siento Scotty, pero todo sea por la causa. Cuando finalmente me decido a ignorarlo, le dedico un saludo militar murmurando un -buena suerte soldado- y regreso mi mirada al frente. Jackson y Danny ríen a corro cuando él me dedica una mirada profundamente traicionada.
Cora no es muy habladora, pero sí muy tranquila. Puede que se deba más que a su ya de por sí indomable carácter, pero es completamente indiferente a aquello que no le interesa. Y aun así presta especial atención a todo lo que sale de mi boca, es como si cada vez que lanzo un comentario este se convirtiera automáticamente en palabra santa; y considerando el torrente nervioso que fluye de mis labios ante la presencia de un incómodo silencio debo tener al menos tres evangelios completos. Es más, a pesar de decirme que genuinamente no tiene idea de lo que estamos haciendo, sigue cada una de mis instrucciones a la perfección. Tal parece la joven junto a mí se internó varios años en la selva y, si bien recibía clases en casa, química nunca fue de sus materias fuertes. Debo admitir que mi nuevo compañero de laboratorio resulto ser muy eficaz. Lástima que Lydia no pueda decir lo mismo del suyo.
Scott es sin duda un chico encantador, pero también uno muy tonto. El constante sonido de cosas cayendo no abandonó su mesa de trabajo, a pesar de la mirada fría y la sonrisa sínica con la que le dijo a mi amigo y cito “No te atrevas a tocar nada. Mientras te quedes en tu sitio podre encargarme de que ambos pasemos esta materia. Pero te juro Scott McCall que, si aun así lo arruinas de alguna manera, haré tu vida miserable”. Debo admitir que, aunque fue cruel, la flamante pelirroja de ojos verdes ya se encontraba en su límite. Incluso Harris, la persona más sádica que conozco, sintió pena por la pobre jovencita. Y es que, aunque mi hermano sea un poco, bueno, muy despistado el hecho de tener una sentencia de muerte a nivel social colgando sobre su cabeza y al rastrero del profesor de química soltando sus típicos comentarios insidiosos no representaban precisamente una ayuda para sus pobres nervios. Así que como buen amigo que era no pude evitar saltar en su ayuda. Le lanzo una mirada de disculpa a mi nueva amiga y ella me devuelve una completamente desconcertada. Respiro profundamente, tomo un frasco con un viscoso líquido anaranjado y lo dejo caer.
-Sr. McCall, en vista de que ya se ha encargado de destruir casi todos los reactivos que su grupo tenía asignados para este experimento, deberé pedirle encarecidamente que se abstenga de tocar cualquier otro material de laboratorio - comentó despectivamente el profesor. Estaba por agregar una última advertencia cuando el estruendoso sonido de vidrios haciéndose añicos puso a la clase entera en un silencio sepulcral.
-Up, mi error- una mirada llena de inocencia y una sonrisa consoladora es lo único que le ofrezco como respuesta a la inquisitiva mirada del hombre detrás del escritorio.
-Sr. Stilinski, en caso de que usted y el sr. McCall hayan decidido iniciar una competencia para establecer al individuo más incompetente de la clase, le sugiero desistir. Después de todo, su compañero le lleva la delantera por un gran margen- mi nombre parece veneno quemando su garganta y el resto de sus palabras no suenan mucho mejor.
-Disculpe profesor, es que, cuando veo un desafío, no puedo evitar el intentar superarlo. - una ira sulfurosa sube por su cuello hasta enrojecer sus orejas, oficialmente he cavado mi propia tumba.
-Oh, así que tenemos un joven muy tenaz dentro de nuestro salón. Permítame presentarle un verdadero desafío- la forma despectiva con la que pronuncia las palabras se filtra en su sonrisa hasta volverla una mueca sádica.
-Puede disparar cuanto guste- una sonrisa encantadora es el gatillo de un pin-pon infernal. Mis compañeros pasan su mirada entre uno y otro a medida que el cuestionario avanza dejando a todos desconcertados cuando las preguntas se tornan en temas cada vez más elevados. Para cuando el timbre atrona nuevamente, ni siquiera Lydia sabe sobre qué demonios estamos discutiendo. Sin embargo, hasta el despistado de Scotty es capaz de percibir lo furioso que se encuentra el profesor de química por haberse quedado sin preguntas. Por lo que un sequito de miradas asombradas por mi habilidad para dejar callado hasta al infame profesor Harris, da broche final a esta intensa charla.
-Supongo que eso sería todo- pregunto de manera inocente. La mira de Jackson es divertida cuando menea suavemente la cabeza, Lydia me evalúa como si fuera la primera vez que me ve y Cora me mira tan orgullosa que pareciera que fue ella quien mantuvo una tertulia de casi una hora con el maestro más despiadado de este instituto. Quien a falta de tiempo me calcina con la mirada y nos invita a todos a retirarnos. Puedo ver en sus ojos que esto no ha terminado cuando de pronto estos brillan con malicia.
-Antes de que se retiren- los alumnos que había comenzado a juntar sus cosas se estremecen ante las posibles represalias- visto y considerando que son alumnos tan avanzados y manejan tan bien este tema la próxima clase presentaran un ensayo de mínimo quince hojas sobre él- los quejidos descontentos resuenan a coro dentro de estas cuatro paredes. Ya puedo sentir un par de miradas acusatorias sobre mi espalda, genial no solo me gane el odio de este profesor, sino que hasta mis compañeros comienzan a odiarme- Ahora sí, retírense.
El ambiente pesado de esa aula se diluye a medida que comienzo a acercarme al comedor, con Cora y Scott detrás de mí.
-Eso fue genial hermano, realmente no tenías que enfrentar a Harris por mí, pero ahí estabas tú defendiéndote como todo un campeón- Su sonrisa radiante logra tranquilizar un poco mis nervios que ya comienzan a aflorar al pensar en mi padre. Él estará muy decepcionado de saber que ya estoy trabajando a pulso para ganarme el interés de mis profesores. Al diablo mi tranquilo año escolar, y eso que el día recién empieza- Aunque ahora tendremos que entregar un trabajo que seguramente reprobara incluso antes de leerlo y él nos hará la vida imposible hasta que nos graduemos del instituto o muramos por causa del estrés- su sonrisa y mi esperanza mueren cuando, el que se supone que es mi hermano y debe alentarme en mis momentos más difíciles, termina de hablar.
-Gracias Scott, tus palabras sí que saben alentarme- él solo palmea mi hombro y se dispone a tomar su almuerzo.
-Yo creo que fue asombroso- dice Cora algo avergonzada por su intento de consuelo, esta chica realmente sabe cómo conmover a un hombre- Realmente no entiendo como podías seguirle el ritmo, yo no entendía ni la mitad. Lo más probable es que yo también repruebe ese ensayo- Una profunda mueca de disgusto opaca sus facciones y me obliga a retractarme, parece que ninguno de mis amigos sabe consolar a un soldado herido.
-A pesar de como luce el puré especial es solo papas y un poco de cilantro- digo burlón cuando su gesto se profundiza al ver la masa viscosa y blancuzca ser depositada en su bandeja.
-Seguro son papas, la pregunta es de qué año- dice la joven tapándose la nariz. Reímos camino a la primera mesa disponible y nos disponemos a comer. La chica tenía razón, un sabor peculiar por decirlo de manera sutil invade mis papilas gustativas al darle la primera probada.
– Es oficial, a partir de mañana traeré mi propio almuerzo- pronuncio apartando la bandeja- Esto realmente esta horrible, hermano. Acabo de desilusionarme de la comida y eso que yo realmente podría comer lo que sea.
-Y yo doy fé de eso- respondió un muy solemne Scott, atrayendo la atención de Cora- Cuando teníamos unos once años fuimos con Stiles al cumpleaños de Oliver, un chico que vivía a la vuelta de nuestras casas. Sus padres decidieron regalarle un hermoso ovejero alemán de al menos un año, el animal era casi tan alto como el cumpleañero, pero el parecía genuinamente feliz. Recuerdo a Oliver jugando con su nueva mascota y su madre entrando con dos enormes cajas de pizza, para segundos después acabar en el suelo con todas las porciones regadas por el suelo y a un muy alegre Rosco devorándolas. Lo más gracioso de todo era que mientras Oliver regañaba a su perro y su mamá intentaba recobrar la dignidad perdida junto a su peluca, Stiles solo se agacho, tomo una porción y se la comió como si nada, con baba de perro y todo.
- ¡Hey! Esa es una asquerosa mentira, las había sacudido antes de comérmelas- espeto con un puchero mientras mis amigos ríen a mis expensas.
El resto del almuerzo se resume en risas y humillación voluntaria. Luego de iniciar una competencia por quien cuenta la anécdota más vergonzosa, los buenos recuerdos del pasado y las más absurdas travesuras de la infancia toman el protagonismo de nuestra conversación. De vez en cuando, Cora ríe y suelta un comentario gracioso, pero no revela nada personal.
-Y tú Resee’s, qué historias suculentas guarda la selva- ambos me miran atónitos ante el ridículo apodo - O vamos, te queda perfecto- la señalo acusadoramente y ella me reta con la mira, preguntando silenciosamente si me atreveré a terminar esa frase o el miedo a las represalias logrará cerrar mi boca por primera vez. Pero vamos, soy Stiles Stilinski eso nunca funcionara conmigo- Pareces toda ruda e intimidante con tu chaqueta de cuero y tu cara de póker, pero en realidad eres un pedacito de crema súper dulce- el color abandona la cara de Scott al oír mis palabras y la mirada de Cora se vuelve afilada como un arma mortal. Justo cuando estoy por lanzar la disculpa más patética de la historia sus gestos se distorsionan en una estrepitosa carcajada a la que pronto nos sumamos nosotros.
-Si eso es lo que piensas de mí, ya quiero ver lo que digas cuando conozcas a Derek- replica mientras se seca las lágrimas. Mi interés crece ante la mención del desconocido- Derek es mi hermano mayor- explica simplemente, con la esperanza de dejar el tema hasta allí, pero en mi emoción la insto a seguir y así lo hace a regañadientes- Es muy serio y hosco, no habla casi nada y solo se la pasa gruñendo como un perro constipado- las risas alivian la tensión y me dan la valentía para preguntar si él también se encuentra aquí, pues hasta donde yo sabía todos los hijos de la alcaldesa Hale se encuentran estudiando lejos- En realidad él y Laura llegan mañana- antes de que siquiera tenga tiempo a preguntar por la nueva compañera misteriosa, Cora suspira antes de agregar- Ellos estuvieron viviendo en New York durante un tiempo, pero a pedido de mi madre regresaran a casa una temporada- su suave sonrisa muere al pensar en ellos. Es como si el simple hecho de recordar a su familia y el pasado junto a ellos, fuera un doloroso borrón que trata de olvidar.
-¿Así que están preparando un mega reencuentro familiar?- digo para alivianar el ambiente- Debe ser una locura cuando toda la familia se reúne. En mi casa somos solo papá y yo así tenemos que ingeniárnosla para que no se torne aburrido- comienzo una alocada anécdota navideña, que involucra a Santa, quince paquetes de paños húmedos y una piscina inflable.
Para cuando las clases terminan los tres nos encontramos caminando al campo de lacrosse. Gracias a la confusión de la castaña por ese extraño deporte, inicie una larga explicación sobre las reglas, la dinámica del equipo escolar y su victoria en los últimos dos campeonatos.
-Es asombroso, ya verás que te encantará- Comentaba lleno de emoción el joven de piel canela.
-Seguro, porque estar en la banca es súper emocionante- Respondió una voz a nuestras espaldas. La arrogancia se hacía carne en 1,75 mts de músculos definidos enfundados en un equipo de entrenamiento y una carísima colonia francesa. La aparición de Jack’s hizo a mis acompañantes fruncir el ceño, una debido a la fuerte fragancia extranjera y el otro a raíz de su comentario hiriente- Y tu Stilinski ¿Lo probaras este año? Hablo de realmente tocar una bola- Es realmente un maldito desgraciado, a pesar de su sonrisa de suficiencia él sabe perfectamente que puedo patearle el trasero sin necesidad de entrar en una cancha. El hecho de que sea el único lugar en el que él pueda devolverme el favor no significa nada. Si bien soy bastante bueno, tengo agilidad y grandes reflejos, cuando se trata de fuerza física, la suficiente como para taclear a un chico de unos veinte kilos más que yo, no es algo de lo que pueda presumir. Por otro lado, Scott, si bien se mantiene en muy buena forma, carece de resistencia debido a la intensa asma que sufre desde pequeño. Motivos por los cuales, en nuestro último año en el equipo jr de Beacon, ambos nos mantuvimos en la banca toda la temporada. Mientras tanto mi encantador amigo aquí presente se coronaba como el mejor jugador por quinto año consecutivo.
-No gracias. Sabes que me encanta un poco de buen ejercicio de vez en cuando- suelto pícaramente- Pero antes de andar sudando como puerco y golpeándome con otros adolecentes del doble de mi tamaño por una pequeña pelota, prefiero pasar mis horas remojándome en la piscina y luciendo lo sexy que me queda un buen traje de baño.
-Considerando que no corres ni dos kilómetros sin desmayarte, dudo mucho que alguien quisiera ver ese espectáculo.
-Si no me crees, puedes comprobarlo- Me encojo de hombros y me aproximo lentamente hasta posicionarme frente a él- Pero te advierto, el precio por ver a un verdadero dios es muy caro, así que prepárate, Whittemore, porque me asegurare de dejarte completamente seco- el brillo peligrosamente travieso hace refulgir mis iris en melaza ambarina, lo suficientemente dulce como para empalagarte con la primera probado y tan embriagadores que pronto te tendrán adherido a las promesas silenciosas que se ocultan en la profundidad de ese océano dorado.
-Lo que tú digas, Stiles- dice desviando la mirada mientras un brote escarlata aflora por sus mejillas.
-Stiles 1 Jackson 0, creo que alguien está perdiendo el toque- tarareo infantilmente mientras sonrío victorioso y el niega. Los coqueteos esporádicos llenos de promesas vacías son una competencia amistosa en la que él primero en ser afectado, pierde. Es un juego sin segundas intenciones que se volvió parte de nuestra amistad. Por lo que Scott simplemente nos ignora, ya acostumbrado a este tipo de interacción, pero no pasa lo mismo con Cora. Ella nos analiza como si nos acariciara con un sable afilado, tanteando cualquier movimiento que delate que demonios fue todo eso. Me remuevo algo inquieto cuando su mirada me abandona y se posa evaluativamente en mi compañero. Su calificación no parece ser muy buena si es que su dura mirada me vislumbra algo.
- ¿Cuánto más se quedarán perdiéndose en sus miradas? Bilinski, trae a tu sequito al campo antes de que comiencen patear sus traseros hasta aquí. Diablos, ya me estoy arrepintiendo de haberme ofrecido como entrenador- Su estrepitosa voz rasga nuestros tímpanos como una lija. Desaliñado, hosco e hilarante, esas son las primeras palabras que me vienen a la cabeza al observar al entrenador Finstock. El hombre de mediana edad vestido en un andrajoso traje deportivo mueve su pie impacientemente hasta que todo el equipo se reúne en el campo. Le dedico una última mirada alentadora a mis amigos y me dirijo junto a Cora a unos espacios vacíos en las gradas.
Por las siguientes dos horas me dedico a divagar sobre cuán superior es la natación en comparación del lacrosse, lo aburrido que es vivir en un pequeño pueblo de California y aprovecho para averiguar más sobre mi nueva amiga. Mientras vemos como el equipo hace su calentamiento suelto una avalancha de preguntas, que son respondidas con gestos y monosílabos.
-Entonces, cuánto tiempo estuviste viviendo en Brasil – La pregunta parece captar por fin su interés.
- Al comienzo fue solo un año, nos fuimos de visita con mis hermanos para conocer a unos parientes lejanos. Son gente realmente cálida, con un corazón inmenso y allí todo es tan hermoso que no pude evitar volver. Apenas cumplí los catorce lo rogué a mi madre que me dejara ir de intercambio y allí estuve hasta la semana pasada- se nota a leguas que ama ese lugar como si fuera su propio hogar. Me pregunto cómo será su casa en Beacon Hills, que es lo que habrá pasado en la impenetrable mansión perdida en la reserva para que uno a uno todos los miembros de la familia huyeran lejos. Me digo a mi mismo que toda familia guarda al menos un muerto en el placar, y que si somos completamente justos los Stilinski tampoco somos mejores. Me regaño mentalmente, papá está intentando dejar el pasado atrás y yo debería hacer lo mismo.
Los gritos del entrenador me sacan de mi estupor y devuelven mi atención a la cancha bajo mis pies.
-Muy bien señoritas eso sería todo, recuerden que la alineación oficial la decidiré al final de la semana, así que esfuércense por no parecer unos perdedores- su mirada escanea a los sudorosos y jadeantes jóvenes deportistas y niega con severidad- Esfuércense, y tu Gramber, será mejor que empieces a rezar, con esa velocidad hasta mi abuela podría alcanzarte, y ella murió hace veinte años- las risas silenciosas guían el camino hasta las duchas. Y me precipito a darles alcance.
-Jack’s- grito antes de que ingrese en los vestidores. Con la remera pegada por el sudor y el cabello revuelto por llevar el casco se da la vuelta para mirarme con su típica sonrisa arrogante.
-Lo siento Stilinski, pero no puedes entrar a las duchas conmigo- se encoje de hombros ganándose una mirada asesina de mi parte.
- No te hagas ilusiones. Para tu información si quisiera entrar a las duchas con alguien primero no preguntaría, es obvio que dirían que sí, y segundo, te puedo asegurar que no sería contigo. Eres lindo y todo, pero te faltan un par de años para ser mi tipo- La risa de Danny, quien se quedó rezagado esperando a su amigo, resuena en el pasillo vacío, ganándose una mala mirada de parte de Jackson y una muda advertencia para que nos deje a solas. El hawaiano desaparece rumbo al vestuario, no sin antes advertirme de forma sugerente que no deje convencer por Jackson. Este se acerca con la cara regia hasta estar a un palmo de mi rostro.
-Para que quede claro, Jackson Whittemore es el tipo de todos - Sus labios casi pueden tocarme y mi corazón se alborota ante la creciente cercanía- y ahora estamos empatados- me sonríe con suficiencia y se aleja lentamente- Y entonces, qué querías- pregunta indiferente.
-Eso no se vale, la intimidación física no cuenta- espeto avergonzado a lo que él niega divertido, él realmente es un maldito tramposo- Como sea, venía para saber a dónde iremos después de esto- su cara se inunda en sorpresa ante un dato que parecía ignorar- No me digas que lo olvidaste- la culpa de quien ha sido atrapado con las manos en la masa se vislumbra a simple vista- Tú me pediste que saliéramos y ahora me cancelas- la incredulidad en mi voz lo hace retroceder un paso como si temiera lo que está por venir- Creí que esto era importante y que trataríamos de solucionar las cosas. Se suponía que al menos entre nosotros mantendríamos nuestra palabra- sacudo bruscamente mi cabeza cuando la ira comienza a nublar mi juicio. Dos malditos meses de espera para poder verlo, fui paciente y estaba dispuesto a disculpar sus ofensas, a tolerar a Lydia y a dejar el tema de su adopción atrás, pero él tenía que ser un idiota- Te vas a encontrar con Lydia, no- no me importa el pánico en su rostro o la culpa en su mirada, si él quiere ser una mierda pues adelante- Sabes qué, has lo que quieras, sinceramente ya soporte suficiente como para querer seguir con esto- Su mano intenta darme alcance cuando comienzo a retirarme del lugar, pero lo esquivo y avanzo como si no me importara dejar atrás a uno de mis mejores amigos, como si la tristeza en su mirada no hubiera quemado algo dentro de mi alma y ahora mi cuerpo entero no se encontrara en llamas.
-Por favor Stiles, puedo posponerlo si quieres- sus suplicas desesperadas me hacen parar a mitad de camino hacia la salida.
-Ambos sabemos que no estás listo para eso. Te quiero Jackson, pero en este mismo instante estas siendo un cobarde y ya no sé si importa en realidad- una sonrisa triste se cuela en mis labios- Dejémoslo para otro día en el que estés menos ocupado- intenta detenerme recitando mi nombre como un mantra, pero no dejo que me afecte- Nos vemos después Jack’s, disfruta tu cita- la pena se vuelve un peso que oprime y ahoga mi respiración a medida que avanzo hacia mi casa. No puedo tener un ataque de pánico ahora, me digo a mí mismo y, sin embargo, me encuentro deteniendo el auto a mitad de la carretera mientras lucho por respirar. Tranquilo Stiles, esto no te matará, es lo que me repito mientras comienzo a hacer ejercicios de respiración. No sé con certeza en tiempo que estuve varado en medio del camino esforzándome por respirar, solo sé que el sol se está poniendo cuando pongo en contacto mi querido sheep.
La silenciosa casa me da la paz suficiente para despejarme y me digo a mi mismo que debo de ocuparme de cosas más importantes. Uso mi tiempo libre para repasar todo lo que sabía sobre el escabroso descubrimiento que hace algunas noches sacudió a todo Beacon Hills. Aparentemente la mitad inferior del cuerpo de una muchacha se había encontrado a las afueras del bosque. Según decían los susurros indiscretos de los lugareños un nuevo ataque animal había tenido lugar la pasada luna llena. Con este se sumaban un total de cuatro muertes, todas las victimas presentaban desgarradoras marcas de zarpazos y profundas mordidas. Abrí mi computador y con presionar un par de teclas ya tenía a mi disposición los archivos policiales del caso. Tal parece el ataque a la joven desventurada había ocurrido esta misma madrugada y aún no se podía identificar a la víctima, pues todavía faltaba encontrar la otra parte del cuerpo. Una idea macabra surco mi mente tan fugaz y espeluznante como un espectro. Ya sabía que haría esta noche, si Jackson creía que andar besuqueándose con su novia era más entretenido que pasar el rato conmigo, me aseguraría de no darle la razón. Pues tal parece tengo un cuerpo que encontrar y a un villano que capturar. Y, para mi suerte, tenía al Rovin perfecto para la tarea.
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