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Capítulo 3

by Asuna_Valdes_Mc 0 reviews

Cuando las cosas se salen de control, es el deber de Stiles de intervenir entre sus revoltosos amigos. Pero ¿Cuánto le costara mantenerlas así? Ahora que ya no puede escapar de sus decisiones re...

Category: Teen Wolf - Rating: G - Genres: Crossover - Warnings: [!] - Published: 2022-01-27 - 12344 words

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El insomnio se ha convertido en una constante desde que mi mejor amigo fue mordido por un ser sobrenatural, y en las últimas noches, ha logrado dar sus frutos.
– Creo saber cómo puedes aprender a controlarte. – A pesar del significado de mis palabras la mueca sicótica con la que lo digo, atraviesa como un rayo nervioso a mi joven amigo. – He estado investigando, y toda esa fuerza y sentidos animales que tienes son solo la primera fase de la transformación licantrópica, y lo que vimos ayer es la segunda parte. Te conviertes en un hombre lobo cada vez que tus sentidos se salen de control. Tus instintos interpretan cualquier aumento del flujo sanguíneo como un probable estado de alerta y libera tu nueva naturaleza a modo de reflejo defensivo. Cada vez que el miedo, la ira o el lívido aumentan hasta dominarte, completas tu transformación y puedes terminar atacando a cualquiera que tengas cerca. – La angustia en su mirada hace mi corazón estrujarse. Scott siempre ha sido un niño muy sensible, su empatía hasta por la más horrenda de las alimañas siempre ha sido motivo de mi asombro. Mientras yo intentaba matar una espeluznante araña él la tomaba con las manos desnudas y en un torrente de lágrimas mocosas me suplicaba que no le hiciera daño al desagradable bichejo. Es obvio que ante la idea de dañar a otro ser vivo mi pequeño amigo se paralizaría del miedo. – Por ello creo que, por ahora, deberías dejar el equipo de lacrosse y no acercarte a Allison. – En lugar de un niño asustado me encuentro con la mirada obstinada de un niñato caprichoso, tan pronto como el nombre de la muchacha sale a colación.
– ¿Por qué debería salirme del equipo? seguro seré titular este año, por fin dejaré la banca y, para rematar, Allison ha aceptado salir conmigo este fin de semana. Por primera vez en mi vida todo se está encaminando perfectamente. – Creo haber escuchado antes un discurso similar. Que alguien me explique porque todos mis amigos están actuando como imbéciles. – Además, te prometo que le hablaré bien de ti a Lydia. – Otra vez con eso. – Sé que estás molesto con Jackson por salir con ella, cuando ha sido tu crush desde que teníamos diez años, pero esta podría ser tu oportunidad de acercarte a ella y llamar su atención. – Puedo ver lo orgulloso que está por su estúpida solución. Si supiera lo equivocado que está, quizás no me sentiría tan indignado por lo que acaba de decir. – Realmente creo que eres ridículo, lacrosse no es la gran cosa, no es como si fuera un deporte híper violento que fuera a volverme loco en cualquier momento. Ahora que tengo súper sentidos, adquirí un gran control sobre mi cuerpo, puedo encargarme de esto – Sip, mi amigo es bastante estúpido en ocasiones. – No te preocupes, lo tengo todo controlado.
Revivo esa conversación en mi memoria mientras veo salir una ambulancia del campo de entrenamiento. Quién iba a pensar que este terrible incidente iniciaría con la pequeña Cora y terminaría envolviendo a dos de mis mejores amigos.
Cuando comenzó la práctica de lacrosse, Cora, quien se pasó el día más silenciosa que un ratón, incluso cuando le lancé todo tipo de comentarios ambivalentes sobre su verdadera naturaleza; se acercó al entrenador Finstock, le arrojó una bolsa con equipamiento a los pies y le exigió ser añadida al equipo. La risotada del entrenador por su hilarante comentario fue coreada por el resto del equipo.
– Esto es lacrosse niña, no es la clase de juegos a los que estás acostumbrada. ¿Sabes siquiera agarrar un palo correctamente? – Ciertamente parecía escéptico. – Aquí no venimos a jugar, si quieres perder el tiempo ve a dar una vuelta por el bosque o algo así; escuche que recientemente se volvió una actividad muy popular entre los jóvenes.
– Para su información conozco las reglas a la perfección, tuve la suerte de tener un maestro muy elocuente. – dice mientras me echa una mirada. Tal parece que mi charla del primer día enserio había captado su interés. – Así que présteme un palo y le demostraré de lo que soy capaz. – el desafío resplandeciendo en su mirada hizo amedrentar a más de uno. Esa sí que era una chica feroz.
– Y eso qué, este es un deporte para verdaderos hombres. Aunque tú, preciosa, puedes quedarte para hacerme unas porras. Y si quieres, después te doy un par de clases privadas. – Me iba a quedar al margen para vigilar que Scott no hiciera una estupidez, hasta que Cora soltó todo aquello. Al comienzo no iba a intervenir, solo iba a ver el desenlace tranquilamente desde las gradas. Pero entonces, el estúpido de Dónovan tenía que decir aquello. Las burlas sexistas del resto del equipo sulfuraron mi paciencia cuando Cora pareció hervir de impotencia. Algo me decía que probablemente ella era mucho mejor que cualquiera de ellos, lástima que nunca le dejarían demostrarlo. El reglamento era una porquería si permitía que jugadores como ella fueran desperdiciados por algo tan superficial. Alto, el reglamento nunca mencionaba nada sobre el sexo de los jugadores, y yo podía dar fé de aquello. Cuando estaba entrenando para entrar al equipo memoricé ese condenado manuscrito por pura curiosidad. Quien diga que las ideas viajan más rápido que el cuerpo, no me habían visto bajando de dos en dos las gradas incluso antes de terminar de repasar el librillo en mi cabeza.
– En realidad, el reglamento no menciona nada al respecto. – Podía ver a algunos de los muchachos mirándome despectivamente. – Para tu información Dónovan, el sexo del jugador y su admisión en el equipo no es especificado en ningún momento. Puedes leer el artículo 4 inciso 23 o el artículo 12 al completo, donde se describen los requisitos y normas que debe seguir cada jugador, y verás que no es mencionado en ningún momento. – Ante las miradas escépticas de los jugadores tomé el bolso de Jackson, pues recordaba que él siempre tenía uno en el bolsillo interno, pues le había venido con él y siempre le había dado pereza el sacarlo. – Aquí tiene. – dije extendiéndole el libro incluso antes de que siquiera el dueño alcanzara a reaccionar. De mala gana el entrenador comenzó a repasarlo hasta sonreír de lado y negar suavemente.
– Ah, esto me recuerda a los viejos tiempos, parece que siempre tienes algo más que decir Bilinski. – Su sonrisa dentada como una cierra me hace replantearme donde me acabo de meter. – Ve a dar diez vueltas a la cancha. – Grita abruptamente por lo que le recuerdo tímidamente que ya no pertenezco al equipo, solo tomo sus clases de economía. – Entonces, como trabajo extra, te quedarás con el equipo después de clases por el resto de la semana. – me abstengo de mencionar que iba a hacer exactamente eso desde un principio y regreso a sentarme en mi lugar, mientras, Cora me agradece silenciosamente. – Bien, veamos, de quién es esta porquería. – Pregunta levantando el reglamento provocando que todos volteen a ver a Jackson y el me maldiga internamente. – Tú, irás a dar cinco vueltas en lugar de Bilinski. – puedo sentir el odio en sus ojos cuando se aleja dejando tras de sí un camino de risitas indiscretas. – Mahealani a la portería, Donovan y Jonson serán los defensores y tú, niña, toma tu uniforme y venos en la cancha. – Dice mientras apunta a cada uno de los nombrados y termina agregando casi desafiante frente a Cora. – Y más les vale que sea un juego limpio. – Es lo último que dice antes de que el infierno se desate.
Cora, enfundada en su equipo, tan peligrosa que, más que un palo, parece sostener una oz, se posiciona frente a la portería resguardada por los defensores.
– Las reglas son simples, como mis chicos llevan entrenando un tiempo, sería injusto para ellos que aceptara más decoraciones en mi alineamiento, sin ofender Greenberg. Por lo que, si logras anotar, aunque sea una vez, podrás entrar al equipo, de lo contrario ni se te ocurra pisar mi cancha de nuevo. Tienes hasta que Whittemore termine sus vueltas, después de ello estas fuera. – Si alguna vez creí que Finstock era simplemente un cuarentón con varios tornillos sueltos era porque no conocía de su maquiavélica astucia. Jackson era el más veloz del equipo y luego de que convencieran a Cora de que cambiarse en medio del patio no era apropiado y realizara un pequeño viaje a los vestidores; ella solo contaba con una vuelta para cumplir el desafío. – Ahora sí, veamos de qué estás hecha florecita.
Tan pronto como el pitido da la señal de inicio, ella avanza imparable dejando atrás rápidamente a los defensores hasta tener a tiro la portería y sin dudarlo lanza un proyectil que fácilmente atraviesa la guardia del desprevenido portero. La sorpresa roba el aliento de todos los espectadores y la sonrisa depredadora de la jovencita hiela la sangre del entrenador, quien al curarse del espanto ríe estrepitosamente.
– Bienvenida al equipo, Hale. – Vocifera mientras palmea su hombro. – Ahora sí, pequeños bribones, iniciemos con el verdadero entrenamiento, y será mejor que ninguno de ustedes se atreva a hacerlo peor que la nueva o desearan haberse ausentado por una diarrea explosiva junto con Lahey.
Inician automáticamente una serie de ejercicios en los que Scott, Jackson y Cora quedan a la cabeza, mientras los primeros dos se disputan ferozmente el primer lugar, la tercera parece apagada, como si se contuviera porque ya no le hace falta destacar. Cuando Jackson corrobora que la nueva jugadora no pretende ser una amenaza, sino más bien, comienza a atacar a Scott, más que agradecido se encuentra desconcertado como el resto de los espectadores.
Cuando los dividen en dos para unos partidos de práctica y Cora y Scott terminan juntos, la mayoría de los presentes supusimos inmediatamente que su equipo sería el ganador. En cambio, la joven parece empecinada en demostrarle al latino la diferencia entre sus capacidades. La ira provocada por un par de golpes bajos y jugadas maliciosas por parte de Jackson, las burlas mordaces de Cora y las risas discretas de Lydia y Allison, nublan el juicio de Scott. Quien terminó arremetiendo con una fuerza inhumana, provocando que el número 37 sea lanzado varios metros hacia atrás, hasta caer resonante contra el césped. Mi rostro palidece de inmediato pues el golpe ha sido tan fuerte que podría provocarle una fractura o algo incluso peor. Estoy bajando a toda prisa hacia él, cuando me percato de un par de iris ámbar corriendo despavoridos en la dirección contraria. Soy yo, el que se encuentra nublado por la furia cuando sigo a Scott a las regaderas y distorsiono su casi transformación de una estruendosa cachetada. En el momento en que sus rasgos animales me gruñen en respuesta tiemblo siendo consciente por primera vez de la situación en la que me encuentro. Un simple humano plantándole cara a una aterradora bestia descontrolada, de algún modo siento que esta no será la primera vez.
– Scott. – No permito que me amedrente y el enojo termina empañando mi tono impidiéndome retroceder. Le advertí y eso no fue suficiente. Más le vale que ahora lo entienda o yo mismo me encargaré de ponerlo en su lugar. El gruñido lastimero intenta volverse un rugido cuando lo empujo bajo el agua de la ducha. – Aprieta los dientes. – Digo, apenas dándole tiempo para obedecer. Le lanzo un fuerte gancho al mentón para desbaratar su sistema nervioso y así intentar calmar su agitación. Gracias a todo lo sagrado, la treta funciona también en perros. Termina cayendo sentado, completamente desorientado y empapado. Al retraer sus dientes y sus garras, dejan atrás un labio y palmas sangrantes, que se recupera en instantes. Él es realmente un bastardo con suerte – Te dije que eras inestable y decidiste ignorarme con tal de echar un buen polvo – está a punto de replicar cuando agrego tan furioso que casi no puedo abrir la mandíbula – No me importa un carajo que tu creas que esto es amor de verdad o no sé qué mierdas de romance chiche. Casi matas a Jackson y quién sabe qué daño le has causado, solo por una estúpida chica. Escúchame con atención, porque solo lo diré una vez, si no le gustas como eres y solo vales por tu posición, ella no vale la pena ni la vida de los demás. – Parece tan apenado y triste cuando me aparto, pero no me detengo a consolarlo. Es mejor que sepa cuanto antes que sus nuevos súper poderes no solo vienen con una gran responsabilidad, sino también con la palpitante incertidumbre de no saber si es él, el valeroso héroe o el terrible villano.
Cora, como se está haciendo habitual, nos aguarda a las afueras del vestidor.
– Se lo llevaron a la guardia del hospital Memorial de Beacon Hills, pero tranquilo, no está fracturado. – Es lo único que dice antes de irse rumbo a su casa. Un gracias apresurado resuena en el pasillo a lo que simplemente menea su mano con desdén.
Al ver las prácticas súbitamente terminadas, el entrenador nos envía a todos los presentes a casa, o eso es lo que Scott comenta cuando detiene mi coche en plena calle y sube en el asiento del copiloto. Estoy a punto de bajarlo de una patada, pero sus ojos de cachorro regañado, prometiendo una sincera preocupación y culpa por la situación de Jackson, me lo impiden. Conduzco todo el camino hasta el hospital en un profundo silencio, el trato silencioso es por ahora la primera penitencia de Scotty hasta que encuentre algo mejor.
Cuando nos colamos en enfermería una hermosa y amable mujer nos da la bienvenida, frenando por un instante los horribles escenarios de Jackson perdiendo un brazo o cosas incluso peores.
– Hola Melissa. – Suena más como un suspiro agradecido, como quien toca tierra después de estar demasiado tiempo a la deriva. – Cómo está él. – no puedo evitar morder mi labio y sentir mi corazón correr desbocado, intentando huir de la posible respuesta.
– Llegó hace un rato, tuvieron que reacomodarle el hombro y colocarle muchos analgésicos, pero no es nada permanente. – Y eso último, es lo que más temía. Él realmente ama este deporte, si no pudiera practicarlo nunca más, por algo que yo podría haber evitado… El pensamiento inconcluso hiela mi sangre hasta volverla cuchillas surcando mis venas. – No estés tan serio, querido, él estará bien. Además ¿no eres tú quien siempre dice que si te preocupas demasiado envejecerás diez años? – Con una suave sonrisa acaricia mi mejilla devolviéndole su antigua calidez. – Ahora vayan. No sé cómo averiguaron que está en la habitación 308, pero las horas de visita se terminan a las 19:30. Así que apresúrense – nos guiña un ojo y regresa a trabajar como si nada. Realmente amo a esta mujer.
Frente a la puerta 308 se encuentra una cobriza, muy disgustada, discutiendo con uno de los médicos. Le hago señas a Scott para que intente captar algo de la conversación y nos escondemos a un par de pasillos de distancia.
– Pregunta si no hay nada más que puedan hacer. – Pierdo el hilo de mi respiración por un instante. – Está enojada, porque no podrá jugar el próximo fin de semana. – Lo miro sin entender, a lo que él aclara. – El próximo sábado tendremos nuestro primer partido, por eso iban a entregar las posiciones para la nueva alineación este viernes. – Algo en la conversación contraria parece llamar su atención – Le está pidiendo analgésicos extra. – El disgusto retuerce su semblante, como si hubiera chupado un limón. – Dice que es solo por las dudas si se presenta algún dolor repentino, pero con lo que pidió podría dopar a un caballo o tener adormecido a un joven deportista, con un hombro recién dislocado, por un par de semanas. – Mi rostro se ensombrece, más que asombrarme por cuanto le ha enseñado Melissa sobre medicina, en este último tiempo, me concentro en la estúpida niñita frente a nosotros. Podía tolerarle muchas cosas, su indiferencia, su crueldad, sus mentiras; pero este sin duda era el colmo. Salgo de mi escondite hecho una furia directo hacia la desvergonzada jovencita.
– Hola Lydia, no sabía que seguías por aquí. ¿Sabes cómo está Jack’s? – mis palabras destilan tanto veneno que casi parecieran estar sepultándola.
– Oh, ustedes dos. ¿Por qué no se lo preguntas a tu rabioso amigo? Después de todo, es su culpa que estemos aquí. – Responde mirándolo despectivamente. – ¿Qué hacen aquí en primer lugar? ¿Acaso estás intentando limpiar tus pecados, McCall? Porque déjame decirte, no creo que Jackson quiera verlos ahora, y menos después de lo que le hiciste – La mirada apenada de mi acompañante satisface el retorcido ego de la pequeña pelirroja. – Lo lamento, pero llegas algo tarde. Estamos por firmar el alta. – Su tono presuntuoso rememora lo perra que puede resultar Lydia, incluso en situaciones como esta.
– Este, fue un terrible accidente por el que ambos nos encontramos realmente preocupados. – Respondo señalándonos a la par. – Puede que tú no lo sepas, pero somos realmente cercanos a Jackson, por lo que es natural que queramos verlo y cuidar de él. No podemos dejar que cualquiera le haga daño. – Su rostro se oscurece ante mis palabras. – No hace falta que pierdas más de tu valioso tiempo. Seguro tienes una cita en el salón de belleza o algo parecido. Ve tranquila, que nosotros nos haremos cargo a partir de ahora. – La ira arde en sus iris verdes queriendo fulminarme por completo.
– Claro ¿Por qué no? No es como si uno de ustedes acabara de enviarlo al hospital. – Sus ojos se estrujan incrédulos, mientras pretenden hacernos desaparecer. De pronto, se concentran en mí, dispuestos a dar una estocada mortal. – Hasta donde yo tengo entendido, tú y Jackson ya no se hablan más. Así que no hace falta que finjas interés por él, cuando es claro que ya lo abandonaste. – Mi sangre hierbe en mis venas haciéndome perder el control por un segundo. Me aproximo hasta estar a centímetros de ella y, con la voz enronquecida por la rabia y una mirada de muerte, le respondo.
– Yo nunca abandonaría a Jackson. Él es mi mejor amigo, él es importante para mí. Significa tanto, que de tan solo pensar que estaba herido, el pecho se me estrujo como si estuviera siendo oprimido por una prensa enorme – La sinceridad de mis palabras la descoloca un instante, casi como si se sorprendiera por la intensidad de mis emociones o el hecho de haber experimentado, alguna vez, algo similar. – No espero que tú puedas entenderlo, porque a diferencia de ti, para mí, él no es un simple accesorio.
– No sabes de lo que hablas. – La indignación y el dolor manchan su cara de porcelana y su mirada se vuelve fría y distante, como si hubiera golpeado una fibra sensible. Como sí realmente hubiera algo más detrás de la frívola fachada de su relación con Jack’s. Sé que Lydia es una mujer que siempre oculta sus debilidades. A lo largo del tiempo la he visto comerse el dolor, una y otra vez, tan solo para mantener las apariencias, pero nunca creí que lo hiciera a plena vista. A pesar de que es un verdadero genio, se aferra, como a un salvavidas, a una relación perdida. Puede que él haya llegado a apreciarla, pero dudo que algún día consiga amarla, y, me atrevería a decir que, ella lo sabe también. Está jugando con fuego incluso sabiendo que se va a quemar. Quién lo diría, el amor puede nublar hasta a las mentes más brillantes.
– Como sus amigos, les agradezco que hayan venido a verlo, son realmente muy dulces. Pero creo que no hace falta que se preocupen por él. Después de todo, para eso él me eligió como su novia. – Sus murallas se levantan en un instante y vuelve a ser, la siempre perfecta e inanalizable, Lydia Martin. – Si hay algo por lo que ustedes dos deberían de preocuparse, es el trabajo del profesor Harrison que hay que entregar la próxima semana, quizás con eso les vaya mejor. Ya que, luego de lo que acaba de pasar, es claro que en el lacrosse ni siquiera tienen una posibilidad.
Mientras se despide cínicamente, salgo de la nebulosa mental en la que quedé inmerso luego de esta pequeña revelación. Realmente le gusta, no lo puedo creer. No me mal entiendan, sé que Jackson es un muchacho increíble, bien parecido, con una musculatura de infarto, para un chico de secundaria, y una billetera con al menos una blackcard dentro. Pero también, sé que cuando hablamos de él, es un gran partido del que siempre saldrás perdiendo. Hasta la fecha nunca se ha enamorado. Quizás su egocentrismo no le permitió conectar, ni siquiera con sus exparejas, o talvez, algo dentro suyo esta tan dañado que nunca permitirá que nadie llegue a ver más allá de su idílica superficie. Me permito compadecerla un instante, a pesar de ser tan similares nunca podrán acercarse tanto como ella quisiera. Muerdo mi labio y estoy por soltar un comentario mordaz sobre cómo, mi querido amigo aquí presente, está más capacitado para atenderlo, gracias a un curso que hizo en el verano sobre enfermería y primeros auxilios, cuando alguien dobla la esquina.
Una caminata taciturna da lugar a la llegada del joven en discordia, que luce más pálido de lo normal. El dolor parece haberle drenado el color, y en su semblante se nota el cansancio. Es en ese preciso instante, el alivio se me escapa en un suspiro. Él realmente está bien.
Venia renegando con un incómodo cabestrillo colgando de su cuello hasta que se percata de nuestra presencia. A pesar de ser un paciente, es el quien se siente descolocado, en pleno pasillo de hospital, debido al pesado ambiente que formo nuestra discusión.
– Jack’s – Su nombre suena como una plegaria cuando extiendo mi mano hacia sus mejillas. – Conque al fin apareces. Creí que te habías escapado por una ventana o algo así. –Una sonrisa suave cincela sus labios. – ¿Cómo te sientes? – Sus ojos se apartan de mí y al percatarse de las miradas del resto de la audiencia, se aparta bruscamente y toma a Scott de la camisa acorralándolo brutalmente contra la pared.
– Maldito ¿Qué carajos crees que haces tú aquí? – Los nervios arrancan una tartamuda disculpa de la boca del pobre muchacho. – ¿Por qué no mejor te vas a la mierda? por tu culpa no podré jugar el primer partido de la temporada. ¿De qué me sirve tu patética disculpa ahora? – Una sonrisa torcida mancha sus labios, mientras una macabra idea germina dentro de él. – Si realmente quisieras disculparte ¿Por qué no me ofreces la oportunidad de igualar las condiciones? – Scott parece tan descolocado y nervioso. Y es que esto, ya se nos está yendo de las manos. Por más enojado que este, no permitiré que uno de mis amigos le disloque el hombro al otro como retribución.
– Jackson. – En medio de mi advertencia, Scott se recupera de espanto y lo aparta con más suavidad de la que esperaba. Pero aún así, es demasiada para un simple humano, por lo que el joven rubio trastabilla hacia atrás mientras trata de no perder el equilibrio. En seguida me acerco para darle estabilidad, pero antes de poder sostenerlo, él se incorpora por su cuenta y me mantiene a raya con una mano. – Estoy bien, duele, pero mejoraré en un par de días. Así que será mejor que te lleves a tu amigo, pues parece que todavía no está conforme con lo ocurrido en el campo. Pero descuida Scott, que yo tampoco lo estoy. Apenas logre deshacerme de esta cosa. – Dice sacudiendo su cabestrillo. – Me aseguraré de demostrarte cómo se siente un verdadero bloqueo rompehuesos. – Se aproxima a Lydia dando por terminada la conversación. – Vámonos, la espalda me está matando y necesito dormir un par de horas. Más le vale a ese maldito colchón ortopédico ser tan útil como vale. – Genial las cosas con Scott parecen haberse podrido en serio. Chau a mi plan de 10 años para que se hagan mejores amigos, y podamos disfrazarnos de las súper poderosas para Halloween. Para colmo yo he entrado en la misma bolsa, por lo que se irá con Lydia, quien no dudará en abandonarlo a su suerte en una casa vacía, con tal de esconder sus sentimientos. Estúpido Scott y sus estúpidas decisiones.
– ¡Hey! te llamaré esta noche para saber cómo te sientes y será mejor que contestes o me colaré en tu casa para comprobarlo. – ni siquiera voltea a mirarme cuando suelta un “lo que sea” y se aleja junto a su encantadora novia.
Volteo fulminante hacia mi acompañante quien levanta las manos en rendición.
– Esto es todo tu culpa ¿Lo sabes, no? – Niego lentamente, no tiene sentido seguir discutiendo sobre lo mismo. El problema real no es él, sino sus habilidades descontroladas. Y yo, tengo justo lo que necesita.
– Sí, ya me di cuenta, gracias por recordármelo. – Una sonrisa maniaca, que le ofrezco cada vez que uno de mis planes resultará particularmente desagradable para él, se aloja en mi cara haciéndolo sudar frío. Esta vez no podrás escaparte de mí, maldito. – Tu sabes que yo no quise hacerlo apropósito ¿no, Stiles? ¿Stiles? ¬– Al no obtener respuesta suelta una maldición. – Esta bien ¿Qué tienes en mente? – La derrota cae fastidiosa sobre su voz cansada y eso, que aún, no tiene ni idea de lo que vamos a hacer.

Si dijera que tengo a Scott esposado, semidesnudo y con una venda cubriendo sus ojos, podría sonar muy mal, si agregara que estamos completamente solos en medio de la cancha, quedaría aun peor. Si intentara explicarlo como un simple ejercicio de resistencia creo que más de uno se abochornaría, pero, en mi defensa, la única prenda faltante es la remera de mi acompañante y yo nunca me involucraría en esa clase de juegos, o al menos, no con él.
– Escúchame, vamos a realizar un ejercicio simple, usa tus súper sentidos para predecir la trayectoria y esquivar, pero reteniendo tu fuerza. Tienes prohibido romper las esposas. – No voy a mentir, no sé qué tan efectivo será esto, con un hombre lobo en pleno desarrollo. Viendo lo perdido y vulnerable que se ve mi amigo, comienzo a replanteármelo sin mucho éxito. A la mierda, ya estamos aquí solo queda intentarlo.
– Cómo que esquivar. – El pánico se filtra a través de su pregunta, que no me gasto en responder, al menos no de forma verbal. Sostengo con fuerza el palo de lacrosse y me coloco en posición. Me digo, que el lacrosse es como andar en bici, y procedo a lanzar una bola rápida directo a su pecho. La falta de tela me permite apreciar el momento justo en que la bola le roba el aliento y enrojece el área afectada. La segunda parte de este ejercicio es ver cuánto control tiene sobre su curación acelerada. Por lo rápido que el moretón comienza a formarse, asumo que ninguna.
– Concéntrate, deja de jugar y siente las pelotas acercarse. Usa tus oídos para captar el lanzamiento y mi posición. Absorbe con tu olfato el olor a goma y madera y anticipa la trayectoria. Y recuerda que me debes 10 dólares si rompes tus restricciones. – Parece realmente enojado cuando comienza a recibir pelotazos desde todas direcciones o eso me hacen notar las constantes maldiciones que proclama en mi nombre. – Con esa boca saludas a Melissa. Estoy seguro que quedaría horrorizada al oír a su tesoro blasfemar como un camionero. – Su ira se acrecienta a medida que las pelotas se acumulan y las burlas no cesan. Sé que falta poco para que su paciencia llegue a su límite, pero esa es la idea, que a pesar de haber sobrepasado sus limitaciones no se pierda a sí mismo en un rio de furia y muerte. – Vamos Scott, yo sé que tú puedes hacerlo. Solo usa tu instinto. – Empieza de a poco, primero minimiza el daño haciéndolas rozar su piel, como si de a poco se acostumbrara a ver sin sus ojos. Para cuando comienza a anochecer, ya ha logrado esquivar al menos un par, y mentiría si dijera que no me siento un poco orgulloso por ello. – Bien, hasta aquí llegamos – digo lanzando una última bola. Sí, puede que sea un poco malicioso, pero es que me dio ternura su sonrisa engreída. Recién estamos comenzando y ya cree que lo ha hecho bien. Alguien tiene que bajarle los humos un poco. Finalmente termino siendo yo el sorprendido, cuando en un instante rompe las esposas y atrapa mi lanzamiento en el aire, para luego desnudar sus ojos burlonamente – Bien hecho, eso fue increíble. Pero, aún así, me debes 10 dólares. – Sus muecas terminan haciéndome ampliar mi sonrisa. Conque así se sentía Yoda al ver Luke Skywalker aprender a manejar la fuerza.
–Estoy seguro que, cuando lo compraste, decía solo tres con noventa y nueve.
–No sé de lo que hablas. ¿A caso estas dudando de tu maestro jedi? Los jóvenes de hoy en día no saben valorar a sus mayores. – Me lamento solemnemente y él niega derrotado. Parece realmente cansado luego de nuestro pequeño entrenamiento. Y yo también lo estaría si mi mejor amigo hubiera dejado mi torso como una mortaja violácea. – ¿Cómo te sientes? Fueron buenos tiros, así que debes estar dolorido, si los dejas, los moretones, se curarán en un rato. – Algunos ya formados parecen realmente dolorosos así que hago una mueca al imaginarme lo que se sentirán. Debería aprender rápido a curar sus heridas. Eso me recuerda – Aun que podríamos probar algo. – Naturalmente se muestra reticente.
–Oye, fue divertido y todo, pero necesito al menos una siesta antes de continuar con esto. Realmente me duele todo. – Le quito importancia con un movimiento de mano.
–No te preocupes, esto no dolerá. Es más, en realidad se trata de un ejercicio mental. – El interés y la desconfianza lo invaden en partes iguales. Diría que me ofende, pero el pobre tiene sus motivos. – Este moretón – Digo colocando gentilmente mi mano sobre una gran mancha violeta que adorna su pectoral izquierdo. Él se estremece ante el contacto de su piel tibia y mis dedos enfríecidos luego de horas de entrenar a la intemperie. Interesante, a pesar de estar más desabrigado que yo, su temperatura corporal se mantiene alta. Parece que esa desdichada mordida sirve incluso como calefactor. Por un instante, en serio lo envidio. – Concéntrate en él, en el dolor y cómo se siente la sangre que se ha acumulado en él. Piensa ahora en cómo sería, si la sangre fluyera y la presión disminuyera, y en el alivio que eso te haría sentir. – Cierra sus ojos un instante y se deja llevar por mi voz. A través de mi palma extendida siento sus latidos ralentizarse, tomar una respiración profunda y, a medida que el aire se va soltando con suavidad, veo el hematoma aclarase hasta desaparecer. Quizás parezca completamente innecesario, ya que, en menos de media hora, todos ellos desaparecerán por cuenta propia. Pero no es por los moretones por lo cual quiero que él aprenda a controlar su curación. Soy muy consiente, que, en este mundo sobrenatural, lo que hoy no es más que un poco de sangre coagulada, mañana podría ser un orificio de bala. Todo lo que hemos hecho hoy es para que él pueda sobrevivir mañana. Aún sí ni él mismo lo sabe. – Ya se nos ha hecho tarde, será mejor que te lleve a casa.

–Sabes, puede que Lydia tenga razón – Aparto la mirada del camino y lo miro con escepticismo mientras cuadro los hombros. De que rayos está hablando tan de repente. – No sobre lo del lacrosse o sobre todo lo demás. – Agrega apenado. Acaba de salvarse de ser arrojado en plena carretera. – Realmente soy muy malo en química. ¿Podrías ayudarme? Es tu deber, como mejor amigo, ayudarme cuando estoy a punto de ser enterrado vivo por la inigualable Lydia Martin. Si no aprobamos ese ensayo, estoy seguro que me comerá vivo.
– Y no de la forma divertida. – Me burlo, haciendo que me fulmine. – No te preocupes, yo podría ayudarte con eso. Podrías venir cuando nos juntemos con Cora y… – Pierdo el hilo de mis palabras cuando mis pensamientos vuelan percatándose de un nuevo horizonte. Eso sería perfecto, en vez de estar rompiéndome la cabeza conspirando, con qué oculta la extraña familia Hale, puedo usar los poderes de súper sabueso de Scott. Ahora, solo queda explicarle que Cora es también una sobrenatural. – Sabes qué, hay algo de lo que me gustaría hablarte. – Luego de detener el auto a un costado del camino, para poder explicarle mejor, dejo caer la bomba. Para cuando mi explicación termina él parece tan perturbado, como un niño al que le han dicho de una sola vez que no existen Santa Claus, el Conejo de Pascuas, el Hada de los Dientes y los Reyes Magos.
–Tiene tanto sentido ahora. – Lo miro en busca de una explicación y enciendo el coche para volver al camino – Ella huele como un perro, pero no como los de la tienda de Deaton, huele a algo mucho más salvaje.
– Así que son hombres lobo – La sorpresa se diluye ante la obvia revelación, haciendo que me mire extrañado. Suspiro agotado, ya son más de las once y aún no he merendado. – A diferencia de algunos, yo sí he hecho mi tarea. – suelto acusadoramente – Según averigüé, la familia Hale, es algún tipo de ser mítico. Las extrañas habilidades que presentó Cora y los numerosos altercados en los que se han visto involucrados tanto en Beacon Hills, New York y México, sugieren algo con grandes garras y afiladísimos colmillos. Si tomamos al aullido lobuno como principal referencia, es obvio que, la intachable alcaldesa Hale y su numerosa familia, son alguna especie de manada de hombres lobo. – El asombro de quien ha descubierto algo por primera vez resplandece en su mirada. Si solo pensara lo mismo luego de saber sobre esa jovencita, pero, a quién le importa a estas alturas. Si quiere vivir una larga vida, es necesario que abra sus ojos a la verdad. – Por otra parte, la familia Argent tiene todas las características de un clan de cazadores. Entre las cosas que investigué, Allison es la única hija de Chris y Victoria. El primero, maneja una pequeña distribuidora americana, que heredó de su padre, un decrepito hombre llamado Gerard. Según parece, la rama francesa viene por el lado de la madre, quien es la tercera hija de Juliette, la jefa de una importante distribuidora de armamento en Niza. Mientras más investigaba al respecto, más similitudes encontraba con una secta paramilitar, así que luego de tener información fiable sobre su árbol genealógico, me inmiscuí en sus finanzas y los movimientos de su encantadora distribuidora. Si bien aquí en EEUU solo distribuyen la mercancía, igual que en Italia y Alemania; tienen fábricas en Niza para sus diseños originales. Considerando que la mitad de sus sedes no están registradas, sus cargamentos se tornan aún más interesantes. Armas bañadas en plata y enormes suministros de wolfsbane y otras plantas mata lobos. – Las garras de la traición desgarran su semblante y perforan su alma. Sin duda, que tu primer amor sea el mayor de tus enemigos, es digno de un drama Shakespeariano.
–Pero, no lo sabes aún¬. – Ahora realmente ha logrado confundirme. – No sabemos si Allison es una cazadora y tampoco si su familia es mala en verdad. – Me pregunto si habrá escuchado al menos algo de lo que acabo de decir. – Ya sabes, ella en realidad no parece ser una mala persona. – A pesar que es él el sonrojado, soy yo quien ahora se encuentra suspirando. Me recuerdo a mí mismo que, muchos otros tampoco lo son, sin embargo, no dudarían en meterte un balazo en la frente al saber que eres un monstruo. Uno más de los tantos que cazan para proteger a los humanos ignorantes que creen vivir en el mundo real.
– Ese no es el punto. El que sean buenos o no, no quita lo que en verdad son, cazadores, personas entrenadas en el rastreo, captura y exterminio de seres sobrenaturales fuera de control. Y tú, amigo mío, eres su principal presa, un hombre lobo recién mordido que puede ser convocado por un alfa que te controle a voluntad para comenzar una masacre en cualquier momento. – Diablos, no debí decir eso aún, el pánico puede inducir su cambio dentro de mi pequeño sheep.
– Por eso dijiste que me alejara de Allison y del lacrosse. ¿Para eso era el entrenamiento zen? – pregunta algo alterado. – Sabias que había cazadores que intentarían matarme y no me lo dijiste. – Oficialmente seré yo quien cace a este imbécil.
– ¿Estas bromeando? Te entregue un archivo con toda la información hace unos días, pero tú, estúpido sin vergüenza, ni siquiera te dignaste en leerlo. – No tiene ni idea donde está metido y aun así se atreve a presumir de sus habilidades a plena luz del día. Comienzo a creer que él es un caso perdido en la búsqueda del sentido común. – Queda solo una semana para la luna llena, y mientras más se acerque más fuerte será el dominio de tu lado animal, por ende, estarás a completa merced del alfa. No podrás negarte a que te llame, ni ninguna otra cosa que él te pida. Debes saber que en el momento en que derrames sangre inocente ya no habrá nada que detenga a los cazadores de arrancarte la cabeza. – Ahora que lo pienso, es extraño que su alfa no lo haya convocado todavía. A menos que él no sepa que está siendo llamado. – De casualidad has notado algo extraño, como pérdida de memoria o cosas que no sabes de dónde salieron. – mi pregunta parece revolver algo dentro de su memoria.
– Ahora que lo mencionas, cuando desperté esta mañana, mi cama estaba llena de hojas y yo estaba cubierto de tierra y mugre. Creí que solo era producto de una ventana mal cerrada y una pequeña tormenta nocturna, pero comienzo a dudar que se trate de algo tan simple. – Demonios, no debí dejarlo por su cuenta, pero como iba a saber yo que podría transformarse incluso sin la luna llena, realmente necesito averiguar más sobre eso. Mientras dejo a mi amigo en su casa, recuerdo que papá tiene mañana un turno doble y me decido a adelantar mi cita del sábado.
– No te preocupes, pronto iré a ver a alguien que puede ayudarnos con esto. – A pesar de no verse convencido asiente mientras baja del coche. – Asegura tu habitación y trata de no escaparte con una fraternidad malvada en plena madrugada. – Vuelve a asentir antes de finalmente entrar en la casa. Será mejor que acelere si quiero llegar a casa antes que papá.

A la mañana siguiente, sorprendí al comedor entero con una propuesta más que inesperada.
– Y bien, qué piensas – Luego de convencer a Cora de que su casa era el mejor lugar para una sesión de estudio apresurada, tuvimos que pasar por una prueba de fuego. Con una mueca burlesca en la cara, nos dijo su única condición, debíamos traer a todos los miembros de ambos grupos, incluida Lydia Martin. Sabiendo que pasaríamos por un rechazo monumental, pensábamos acercarnos cuando esta estuviese sola, Pero entonces, Cora aseguró que si no le confirmábamos en los próximos 15 minutos su madre se negaría a recibirnos, pues aún no había hecho las compras y no tendría qué ofrecer. Ante la insistencia, me armé de valor y dejé salir toda mi verborrea verbal frente a la joven cobriza.
– Hola Lydia. ¿Cómo has estado? Sabes, después de la conversación que tuvimos, me di cuenta que tenías algo de razón. Scott necesita mejorar en química y Cora también. Así que estuve pensando, y qué mejor que un par de alumnos avanzados ayudandolos con unas pequeñas clases de consulta. Además, como ya sabes, son nuestros compañeros de laboratorio y, si no aprueban el ensayo de la próxima semana, afectarán nuestro promedio general al final del semestre. Así que, si lo piensas bien, es como hacer créditos extra sin tener que mover un dedo.
– Esta bien – Respondió de pronto con desinterés, luego de evaluarme críticamente como si fuese un pequeño germen en su microscopio. Durante los cinco silenciosos minutos que duró su escrutinio, el patio entero se mantuvo expectante. – Pero a cambio, me deberás un pequeño favor, Stilinski. – En vez de sentirme aliviado, su sonrisa de usurero puso mis nervios de punta.
–Claro, no hay problema. Nos vemos hoy a las cuatro en la entrada a la reserva. –Cuando aseguró encontrarnos allí, estoy seguro que más de uno casi se cae del asiento. Incluso pude ver a Boyd recogiendo el dinero de las apuestas. Ese desgraciado se estaba aprovechando de mi desgracia más de lo que debería. Cuando comenzara el entrenamiento, aseguraría de no volver a compartir mis bocadillos con él.
Sorprendentemente, cumpliendo con nuestra promesa, nos encontrábamos, hace más de diez minutos, Lydia, Scott y yo, en los límites de la reserva. Mientras esperábamos en nuestros vehículos frente a una vieja tranquera, que rezaba un desgastado “no pasar, propiedad privada”, un Camaro nos tocó bocina desde atrás. De él bajo Cora luciendo profundamente encantada.
– Hola chicos, lamento la demora, Derek no se decidía entre que cereales traer. – Decía estruendosamente la castaña, mientras bajaba del carro y abría la bendita trampilla. Casi podía oír el bufido indignado de su hermano. – Nosotros iremos por delante para marcarles el camino, así evitamos que alguno termine en medio del lago por tomar una curva equivocada.
Al reanudar la marcha nos internamos en el impenetrable follaje y dejamos la civilización atrás. El sonido de los coches avanzando es lo único que perturba el aplastador silencio del bosque. Es casi, como si este supiera de la llegada de extraños y estuviera aguardando la mejor oportunidad para deshacerse de ellos. Y es que si bien, vamos cruzando por una especie de camino principal, hay un montón de intrincados senderos auxiliares que al atravesarlo son tragados por el boscaje. Poco a poco el bosque se abre para revelar la última casa de Beacon Hills, una enorme cabaña de dos pisos recubierta de troncos y piedras, tan pintoresca como una postal. Por un instante podría jurar haberla visto antes, en una pesadilla, envuelta en llamas, brillando en rojo, naranja y amarillo, ardiendo con un coro de voces agonizantes dentro; pero eso sería ridículo.
Bajamos de los autos rumbo a la entrada y del asiento del conductor de ese hermoso Chevrolet negro sale el glorioso, y siempre encuerado, Derek, dios griego, Hale. Mentiría si dijera que no me quede embobado un instante admirando lo bien que se cernía el cuero de su campera a esos torneados bíceps. Una vez más agradecía a Dios por la flamante vista.
– Cora, ven a ayúdame con esto. – Le exige mientras saca un par de bolsas de la cajuela.
– Tengo que decirle a mamá que los chicos ya llegaron, así que… – Se encoje de hombros al ver que su hermano comienza a mirarla mal. Ella busca alrededor, hasta que se topa con la victima perfecta. – Stiles, como eres mi mejor, mejor, amigo, podrías ayudar a mi hermano con las compras – La pregunta disipa mi epifanía y me regresa al mundo real. – Los demás, vengan conmigo y les mostraré el comedor. – Si no fuera porque estoy seguro que lo ha hecho para molestar, le agradecería por la oportunidad de contemplar, una vez más de cerca, a semejante moreno.
– Mucho tiempo sin vernos, sourwolf. – Digo apoyándome en la baulera y tirando mi alborotado cabello hacia atrás. Realmente necesito cortarlo pronto. – Y ¿Qué cereales escogiste al final? – Su ceja retadora y su mirada predadora me causan un escalofrío que logra poner mis bellos en punta.
–– Copos de maíz. – responde con desdén al pasarme un par de bolsas.
–Fueron ositos de miel, verdad. – Pregunto suspicaz, al ver el empaque dentro de una de las bolsas. Sus orejas se colorean y su rostro se endurece hasta parecer una escultura. Cierra con fuerza la baulera y está a punto de apartarse bruscamente, hasta que le aclaro. – No te juzgo, aunque los aros de fruta son mejores. – Repaso mis labios con satisfacción como si aún pudiera saborearlos. Noto como cae preso de su magnética trayectoria y sacude la cabeza tratando de escapar.
– Lo que tú digas. – Responde roncamente encaminándose hacia adentro. Mi corazón inquiero vibra al son rasposo de sus palabras y mis pasos lo siguen a través de la entrada.
Me quedo admirando la hermosa fachada desde dentro. Me pierdo un instante embelesado por la vista de un precioso vitral. En uno de los descansos, junto a las ventanas de la sala, se alcanza a ver como un lobo marrón es resguardado de la inclemente oscuridad de la noche por un árbol inmenso, mientras, desecho, le ruega a la luna descender una última vez. Desde el cielo, la delicada diosa, llora lágrimas de plata que se evaporan al tocar la tierra y se entretejen formando plantas de largos tallos repletas de pequeñas flores violetas. Que escena más extraña, un árbol, que parece sostener en sus ramas más de seis siglos de follaje, mira imperioso, al joven lobo, mantenerse firme junto al letal acónito. Pobre, cegado por ver a su amada, ha olvidado incluso la letalidad de la muerte.
– Apresúrate. – Oigo gritar a Derek mientras desaparece tras una puerta. Me abro paso a tropezones hasta una cocina lo suficientemente grande como para alimentar un batallón.
– Linda casa. – Comento, con tal de romper el incómodo silencio que se ha instaurado entre nosotros desde que deposité las compras en la mesada. – Aunque no es lo único. –Murmuro bajito mientras veo su perfil desempacar la mercadería. Su chaqueta ha desaparecido dentro de algún armario, dejando su pelo medio revuelto y expuesto a la suave luz de la tarde que se cuela por la ventana. Es una escena tan hogareña que, si no fuera por el simple hecho de que somos dos perfectos desconocidos, se sentiría sumamente intima.
– No te distraigas demasiado. – Se voltea a mirarme y su tono duro me hace sentir cada vez más fuera de lugar. Es sorprendente, lo rápido que las cosas pueden tornarse incorrectas. – No vaya a ser que termines extraviándote nuevamente. Después de todo, nunca se sabe cuándo te encontraras con un animal salvaje. – Al tenerlo tan cerca, podría jurar que, ahora mismo, me encuentro frente a uno de ellos.
– Gracias, lo tendré en cuenta. – Suelto con los nervios a flor de piel y el corazón martillándome el pecho. Hay veces en que el nerviosismo se confunde con la excitación, transformando el miedo en coraje. Se dice que, cuando esto sucede, puedes llegar a presenciar un milagro, el nacimiento de un verdadero valiente. En mi caso, solo empeora las cosas. – Pero no hace falta que te preocupes por mí, conozco varias formas de encargarme de ellos. – En un gruñido bajo me acorrala contra la encimera. Yo y mi gran bocota, acabamos de firmar una sentencia de muerte, al provocar a un hombre lobo en su propio territorio. Puedo sentir su pecho subir y bajar pesadamente contra el mío, su respiración caliente quemándome el labio inferior y la forma en la que el suyo tiembla hasta ser apresado bajo un afiladísimo colmillo. La cercanía se ha vuelto tan peligrosa que mis pensamientos se tuercen en una sonrisa. – Si quieres, puedo enseñarte un par. – Cuando nuestras miradas se encuentran, sus ojos se convierten en los de un paciente comatoso que acaba de despertar, puro pánico y desorientación los invaden. Como si mi sonrojado cuerpo fuera plata al rojo vivo, se aparta y en un segundo se encuentra en la esquina opuesta de la habitación.
– Deberías irte, Cora te está llamando. – Me gruñe señalando la puerta. Ni siquiera me molesto en preguntar como la ha oído y simplemente abandono la cocina rumbo al bendito comedor.
– Nos vemos, sourwolf. – Realmente no sabía qué significaba todo aquello y quizás, por ahora, era mejor así.
Al volver a estar de frente al hermoso vitral, me doy cuenta de que no sabía por dónde debía ir. No quería volver y preguntarle a Derek como llegar, pero tampoco era de buena educación ir de fisgón por toda la casa. O quizás sí, dice esa pequeña vocecita en mi cabeza, que siempre hace que termine envuelto en toda clase de problemas. Debería ignorarla y quedarme aquí hasta que alguien venga a por mí, pero ¿No es para esto para lo que vinimos hoy aquí? Es hora de aprovechar la oportunidad. Después de todo, no soy más que un niño perdido en medio de una enorme casa.
Debido a las extrañas miradas, que me acechan desde el primer piso, me siento reticente de subir por las escaleras dobles. Es tan inquietante el sentirse observado sin poder ver a tu acosador, pero aun así, necesito saber qué clase de personas viven en la mansión Hale. Al menos por ahora, puedo estar seguro que no son un grupo de psicópatas que guardan trozos de cadáveres dentro de la nevera, pero aún, podrían estarlos guardando en otro lugar. De solo pensarlo, termino adentrándome en la habitación más cercana. Me abro paso hacia una oficina resguardada por dos pesadas puertas de roble labrado. La formalidad severa con la que está decorada me obliga a cuadrar los hombros y pararme firme. Las estanterías cargadas de libros de abogacía, psicología y ciencia cercan un fino escritorio de madera pulcramente acomodado. Casi puedo ver a su dueño sentarse en él, y, con aires de regente, juzgar el mundo entero y sus visitantes. El ambiente solo logra apaciguarse ante la vista de dos pequeños portarretratos. En uno, se ve a una enorme familia sonriendo a la cámara, y en el otro, tres niños de la foto anterior posando radiantemente. Puedo reconocer a una pequeña Cora tironeando del brazo de un niño, quien parece ser la versión más ingenua y menos enfurruñada de Derek. Junto a ellos, una jovencita, que asumo debe de ser Laura, sostiene un semblante tan serio que desentona totalmente con los apenas doce años que parece tener. “Así que esta es la manada Hale, sinceramente no parecen tan monstruosos como lo esperaba”. Pero por lo general, ningún monstruo lo hace. Desearía creer que no todos los monstruos hacen cosas monstruosas.
Estoy a punto de abandonar la habitación cuando las puertas se abren de repente y la oficina se hace carne tras la imponente figura de Talía Hale. El aire se vuelve pesado cuando sus ojos me escrudiñan por lo que doy un paso atrás en busca de oxígeno.
– Buenas tardes, usted debe de ser la Sra. Hale. Su hija me hablo mucho de usted. – Su ceja se alza confirmando mis sospechas que el lenguaje de cejas es una especie de herencia familiar. “Genial, de todos los que podría encontrarme, tenía que ser ella”. Trato de no ponerme nervioso y responder tal cual lo ensaye. – Mi nombre es Stiles Stilinski, es un gusto conocerla, soy el mejor amigo de Cora, o al menos eso es lo que dicen. – Me animo a soltar sonriente.
– Así que tú eres el pequeño hijo de Claudia, has crecido mucho. – Su rostro se suaviza mientras lo invade una pequeña sonrisa, poniéndome los nervios de punta. ¿Desde cuándo ella conoce a mamá? – Cora también me ha contado mucho sobre ti. Me dijo que tenían que hacer un trabajo para el instituto, pero no creo que haya nada en mi oficina que pueda ayudarles con eso. – Ahora puedo estar seguro que, si ascendió en las elecciones, fue gracias a sus habilidades diplomáticas. Su forma tan sutil de preguntar, qué diablos hago aquí, me hace respetarla un poco más.
– En realidad, estaba yendo al comedor, luego de ayudar a Derek, pero terminé perdiéndome en el camino. Podría indicarme cómo llegar hasta allí. – Con mi mejor cara de niño bueno soporto firmemente su incrédula evaluación.
– ¿Así qué ya conoces a Derek? – Parecía más complacida que sorprendida. – No sabía que fueran cercanos. No me mal entiendas, mi hijo es algo osco en ocasiones y más cuando se trata de conocer gente nueva. Por lo que me disculpo de antemano si ha sido grosero contigo, lamentablemente, le sale natural. – Eso era algo en lo que podíamos estar de acuerdo. Tratar a quien te ha ayudado como si fuera radiactivo, no era de lo más agradable.
– No se preocupe, estoy seguro que puedo manejarlo, solo se necesita la cantidad justa de persuasión. Y me han dicho que, en ocasiones, puedo resultar realmente encantador. – Estoy a punto de darme una bofetada mental, por soltar todo aquello ante nada más y nada menos que su madre, cuando su sonrisa se extiende ampliamente.
– Y sin duda lo eres, por lo que me sentiría terriblemente culpable si algo llegase a ocurrirte. – Un pequeño rayo de luz hace su mirada lobuna resplandecer al rojo vivo. Es solo un instante, pero la amenaza permanece igual de vivida. – Realmente hay cosas muy peligrosas ocultas en las profundidades del bosque, y no siempre se tiene la suerte de escapar a tiempo. Por lo que, procura mantenerte a salvo, joven Stilinski. Después de todo, es lo que tu madre hubiera querido. – Mi corazón se convierte en un caballo desbocado, que corre imparable, presa del pánico. “Tranquilo Stiles, concéntrate en lo importante”.
– No sabía que fueran cercanas. Mamá nunca me hablo de usted. – Quisiera agregar que nunca la he visto visitarla en el hospital, pero talvez eso sería demasiado.
– Nos conocimos cuando éramos más jóvenes, pero supongo que no era nuestro destino permanecer unidas. – Con una mueca amarga me hace una seña para que la siga afuera. – Es mejor que dejemos de hablar del pasado. Tus amigos te están esperando en la puerta al final del pasillo. – Regresan su sonrisa plana y su amabilidad comercial. Una vez más, Talía se ve sepultada por la fachada de la líder perfecta, y mis preguntas son enterradas con ella.
– Muchas gracias. – Es todo lo que alcanzo a decir antes de que desaparezca detrás de esas pesadas puertas.
– Conociendo la casa. – pregunta Cora burlona cuando me siento junto a ellos en una larguísima mesa de roble.
– Es realmente encantadora. – Suelto taciturno. Puede que la sorpresa con la que Lydia admiraba la casa fuera contagiosa, pues me encuentro mirando, una y otra vez, la calidez y el buen gusto de cada mueble en la habitación.
– Aunque no es lo único. – Dice Cora simplemente. Podía sentir mis mejillas arder, así que ese era el alcance del oído de un lobo bien entrenado. Esa desgraciada, cómo se atrevía a escuchar conversaciones ajenas, y encima una tan vergonzosa.
– Muy bien, en dos horas tengo una cita, así terminemos con esto de una vez. – Es Lydia quien evita que arroje mi cuaderno contra la dueña de casa.
– Bien muchachos, veamos donde quedaron. ¬ – Digo tomando la iniciativa.
Mentiría si dijera que las siguientes horas no fueron un suplicio. Lydia quien había decidido dejarme a mi suerte, alegando que en ningún momento prometió ser tutor de nadie, término explotando. Al principio solo hacia preguntas fáciles y resolvía ejercicios de la última clase, sin esforzarse siquiera; pero, al ver lo atrasados y lentos que estaban los otros dos, no pudo soportarlo más.
– ¡Por el amor de Dios! Tú, estás usando el método equivocado, y, tú, ni siquiera tienes idea de lo que estás haciendo. – Las caras de Cora y Scott plasmaban los versos de un penoso poema. ¬– Y en cuanto a ti, tutor de pacotilla, deberías estar enseñándoles de formas más simples para que sus pequeños cerebros de Uintatheriidae puedan comprenderlo. – Su disgusto hacia a su cara rivalizar con un campo de cerezas maduras a punto de estallar.
– Uinta qué – Se atrevió a preguntar estúpidamente Scott. Por la forma en la que los iris de la joven pelirroja lo atravesaron, no solo dejaría un agujero de bala si pudiera, sino, que estoy seguro, le volaría la cabeza entera.
– Creo que, en tu caso, el animal con el cerebro más pequeño de la creación, es darte demasiado crédito. Es obvio que una medusa te quedaría mejor. – A partir de entonces, comenzó a explicarles poco a poco las diferentes maneras de resolver cada ejercicio.
Para cuando dieron las seis, la mesa había sido sepultada bajo una bandeja de sándwiches a medio terminar, un par de vasos vacíos y una interminable pila de papeles. Por suerte, terminamos a tiempo. Para sorpresa de todos, el grupo funcionaba realmente bien. Lydia tenía un ojo estético especial para la edición y el diseño, Cora era buena optimizando el trabajo y simplificándolo, Scott tenia buena mano para la redacción y yo podía conseguir cualquier información que necesitáramos. En mi opinión, éramos un 10/10, y puede que no fuera el único que lo pensara, pues hasta Lydia aceptó volver a reunirse para el próximo trabajo.
– Bueno, ya es hora, así que antes de que me vaya, quiero dejar algo bien en claro. No somos amigos, así que no me hablen. No planeo socializar con ninguno de ustedes sino es por un nuevo trabajo. – Estábamos tan bien hasta que su lado diva salió a arruinar el ambiente.
– No te preocupes, nunca se nos ocurriría algo tan horrible. – Nuevamente Cora se colocaba a la defensiva y sacaba a relucir su faceta osca. Era mejor detenerla antes de que iniciaran una pelea.
– En realidad, yo también debo irme. Tengo que volver a casa antes de las siete. – Las caras suspicaces de las jovencitas al otro lado de la mesa me hicieron sonrojar. Era verdad que debía volver a casa para despedir a papá antes de que entrara a su turno nocturno, pero no era lo único que debía hacer allí. Necesitaba darme una ducha y cambiarme rápidamente si quería llegar a mi cita con mi informante.
– Si no fueras tú de quien estamos hablando, diría que tienes una cita esta noche. – Lydia parece leer mi alma mientras se acerca lentamente a mí. En el momento en que estoy a punto de sofocarme en un mar de nervios, retrocede con desinterés. – No es como si me importara. – Suelto un gracias muy confundido y le hago señas a Scott para que recoja sus cosas.
– Gracias por todo. – Es lo último que le digo a Cora antes de adentrarme en la carretera. Cuando estamos a una milla de distancia le pregunto a Scott si logro captar algo. Me cuenta que alcanzo a escuchar mi conversación con Derek, gracias a Dios, no la parte vergonzosa, pero no la de Talía. Dice que sintió como si me desvaneciera de pronto, sin sonido, sin olor, nada. Tal parece esa oficina es más que un cuarto insonorizado.
– Estaba aterrado, creí que te habían secuestrado o, incluso, algo peor. ¬ – Suena como un niño asustado que acaba de perder a su madre en pleno supermercado.
– Estoy bien – Le palmeo el hombro para que sepa que lo digo en serio. Al contarle mi conversación con la Sra. Hale esta tan nervioso que parece como si la inquietante señora fuera a aparecerse, en el asiento trasero, en cualquier momento. Y eso que todavía no la ha conocido en persona. – Te aseguro que es incluso más imponente en persona. Tiene un aura antinatural de poderío que no te sabría explicar. – Me sacudo un escalofrío de solo recordarla. – Por otro lado ¿No has sentido nada más? – Él niega rotundamente haciéndome resoplar. Necesitamos que aprenda a controlar sus sentidos cuanto antes.

En un modesto edificio de ladrillos, a las afueras de Beacon Hills, se exhibía la oscura fachada de un bar, rodeado por enredaderas. Sobre los alargados ventanales de la entrada y en un pequeño cartel colgante, se leía en brillantes letras doradas: Geheim. Este era el secreto a voces del mundo sobrenatural. Ni yo mismo sé cómo fue que llegue a dar con él, en ese entonces estaba realmente perdido. Una noche, demasiado pesada como para seguir encerrado en mi habitación, lo encontré por casualidad. Luces bajas y muebles en tonalidades de negro y azul, daban un aire íntimo y elegante, en el que cualquier travesura podía ser posible. La barra de obsidiana era rodeada por taburetes tapizados en petróleo y largas estanterías de vidrio colmadas de alcohol. A pesar de ser temprano el lugar se movía sin parar. Los espectadores sentados en las altas mesas, frente al pequeño escenario de madera oscura, se admiraban al oír a Roxy. La suave voz de la morena envolvía el local entero. Los pedidos en la barra no paraban de llegar moviendo las hábiles manos de Alex de un lugar a otro. Y los reservados que cubrían el fondo del local parecían sumidos en una felicidad burbujeante.
– Sí que te gusta jugar con fuego, rojo. – Lastimosamente mi infaltable sudadera roja había sido vista incluso aquí. Las primeras veces que vine, ella lo hacía conmigo, por lo que el estúpido apodo se volvió inevitable. – Llegas tarde, sabes lo obsesivo que es, harás que pierda los estribos de nuevo. ¬– Me comenta el castaño tras la barra, cuando me acerqué a saludar.
– No se puede evitar, ese es mi talento natural. O ¿Acaso estas molesto porque no he venido a verte en un tiempo? Descuida, en cuanto termine con esto, seré completamente tuyo. – Ríe suavemente cuando lanzo un guiño en su dirección. Puede que antes, influenciado por sus rizos castaños y su dulce sonrisa, ese gesto hubiera alborotado mi corazón, pero esos tiempos ya habían pasado. Luego del flechazo inicial, me di cuenta de que él era dulce, demasiado dulce y tranquilo como para seguir el paso de mi alborotado cerebro. Ninguno lo tomo personal, considerando que ni mi padre podía manejar la energía chispeante que borboteaba a mi alrededor, el separarse fue natural. Pero aun perduraban el coqueteo descarado y las bromas internas. – Vuelvo en un minuto.
Me acerco a una de las paredes laterales, donde pequeños gabinetes de madera con puertas de malla exhibían todo tipo de plantas exóticas, botellas con extraños líquidos y pequeños cofres tallados. Detrás de ellos, se ocultaban unas estrechas escaleras de caracol que no paraban de crujir en mi camino hacia el entrepiso. Era un lugar pequeño y oscuro, tenía una mesa ratona rodeado por un juego de sillones dobles color verde botella, que eran, según palabras del propio dueño, la mejor inversión de su vida. Al fondo, había una pequeña barra lista para preparar todo tipo de espumantes cocteles. Y a pesar del barandal de hierro, por el que se alcanzaba a ver toda la planta baja, el lugar era tan privado que casi resultaba sospechoso.
– Hasta que te dignas en llegar. – El semblante enojado de Malcolm es mi única bienvenida. Ojos felinos color oro y piel canela son arrugados por el disgusto. Su cabello azabache, siempre pulcramente peinado hacia atrás, se rebela cayendo sobre su frente con suavidad. Retengo una carcajada, se ve tan tenso en su pose de diva, que me es imposible tomarlo en serio.
– Lo siento cariño, me he vuelto tan irresistible, que hasta los sabuesos me buscan estos días. Por lo que se ha hecho algo difícil llegar.
– Yo diría que te has vuelto más problemático, pero entonces, responderías que es cuestión de perspectiva y la pelea no terminaría jamás. – Niega suavemente haciendo que el malestar se disipe y reacomoda su cabello, regresando finalmente a su yo habitual. – Antes de comenzar, tengo que preguntarte ¿Realmente quieres hacerlo? – La preocupación que destila su voz me hace contraerme en mi lugar. – No tienes nada que ver con ello. Puede que sea tu amigo, pero eso no significa que debas morir por él. A él le han quitado la posibilidad de elección, pero tú, aún estas a tiempo de retroceder. – Con qué así de jodida está la cosa. No puedo dudar ahora, mi elección ya fue definida en el instante en que marqué su número de negocios y presioné el botón de llamar. – Que conste que lo he intentado. – Sus ojos me escudriñan hasta resignarse y entregarme un pequeño pendrive. – Déjame darte una última advertencia. Si las cosas se ponen realmente peligrosas, huye. La gente con la que estas a punto de involucrarte son como dos perros rabiosos peleando por la misma presa, si te acercas demasiado, ten por seguro que van a destrozarte. – Una sonrisa sádica invade su rostro cuando se niega a recibir el pago por sus servicios. – Va por cuenta de la casa. – Es su única explicación cuando me despacha de su pseudo oficina con los nervios a flor de piel.
Pensaba irme apenas me hiciera con la información, para comenzar a analizarla cuanto antes, pero esto fue demasiado. Necesito un trago para despejar mi cabeza. Irónicamente, después del primero, siento mi mente más despierta y tranquila que cuando ocupe mi lugar en la barra. Cuando comienzo a sentir mi cuerpo más ligero de lo normal, decido pagar por mis bebidas y regresar a casa, y es entonces que alguien se sienta junto a mí. Un esbelto hombre de sedoso pelo azabache, perfectamente peinado, y magnéticos ojos azules, pregunta con voz profunda.
– Disculpa, no pude evitar notarte, no todos los días tienes la oportunidad de ver a un ángel bebiendo nalewka, por lo que me encantaría invitarte otra copa. – Comenta el desconocido con una sonrisa burlona, que parece esconder un pequeño chiste privado. Estoy por contestarle, que voy de salida, cuando nuestros ojos se encuentran y un calor como si el mismísimo infierno se abriera, y el más sensual de los demonios hubiera llegado a darme la bienvenida, me invade por completo. No sabía que había sido apresado en el más ardiente de los círculos del averno, hasta que esta encantadoramente embustera creatura apareció frente a mí.
Era consiente de cómo me veía esta noche. Una remera oscura semitransparente y un par de pantalones ajustados en los lugares correctos era todo lo que necesitaba para acaparar toda la atención. Puedo sentir la mirada deseosa, de algunos clientes, por poseerme esta noche. Sin embargo, la suya era diferente, era como si quisiera algo más, como si eso no fuera suficiente para él. Como si necesitara devorarme hasta el alma y corromperme hasta los huesos para sentirse completamente satisfecho.
– En realidad, estaba a punto de irme. – Es todo lo que puedo contestar con mis sofocados pulmones luchando por respirar. Él jadea conmigo en busca de aire, pero la vista solo logra afiebrar mi piel un poco más. – Aunque hoy, me siento particularmente misericordioso, por lo que, te concederé un milagro aceptando ese último trago. – Me mira satisfecho, casi como si me felicitara por ser un buen chico. Y diablos, eso suena tan bien, que no puedo evitar sonreírle traviesamente.
– ¿Cómo puedes saber lo que estaba bebiendo sin probarlo primero? – Le pregunte luego de que encargara nuestras bebidas. El nalewka era una bebida tradicional polaca muy poco conocida, por lo que era muy difícil de conseguir por aquí. Ese era uno de los motivos por los que me había vuelto un cliente habitual del Geheim, el otro, por supuesto, era su encantador personal. Pero debo admitir, que, en sus inicios, la fuertísima bebida color borgoña tuvo mucho que ver.
– ¿Acaso es una invitación? – Sus iris recorren mis labios enrojecidos por el alcohol, y como un reflejo, los repaso lentamente, bebiendo de ellos los últimos vestigios del afrutado licor.
– Creo que será mejor, que lo pruebes por ti mismo. No quería que te volvieras adicto tan pronto. – Su mirada hambrienta devora mi aliento, secando mi garganta, en el momento justo en que Alex deja nuestros pedidos. Sus manos son rápidas al tomar mi vaso y extenderme el suyo a cambio. Una copa de un carísimo vino francés que me siento tentado a rechazar, pues el vino no es de mis favoritos.
– Pruébalo, estoy seguro que ya has tomado lo suficiente como para hacer a cualquiera perder la conciencia, y te aseguro, cariño, que esa no es mi intención. Quiero que disfrutes tanto esta noche, que luego no podrás olvidarla. – Hay tantas promesas oscuras empañando su mirada que pronto la situación se torna peligrosa. Mi cuerpo arde al rojo vivo mientras saboreo las notas de cata, frambuesas, humo y solobosque bailan en mi paladar al son dulce del pecado.
– Delicioso. – Digo dejando mi copa vacía sobre la obsidiana. Ese trago realmente logró disipar la nebulosa en mi cabeza. Quizás, si estaba algo borracho. Desde una perspectiva más lucida podría asegurar que su rostro me sonaba muy familiar. Esa mandíbula marcada y su sedoso cabello me recuerdan, una vez más, a la misteriosa familia Hale. ¿Cómo no le he notado antes? Esta misma tarde vi la foto de un joven con la misma mirada burlona posando frente a la mansión Hale. – Me encantaría seguir probando que més conoces, pero temo que debo irme ya. – Debo salir de aquí pronto. – Quizás la próxima vez, puedas hacerme compañía hasta el final. Nos vemos, Peter.
– Sería un placer. Aunque no recuerdo haberte dado mi nombre, pero te aseguro que me encantaría escuchar el tuyo. – Así que tenía razón, esto se estaba volviendo cada vez más interesante.
– No sería divertido si lo soltara sin más, por lo que te lo dejaré de tarea para la próxima ocasión. Después de todo, si quieres saber algo solo es cuestión de preguntar a la persona indicada. – Una risa traviesa hace mis ojos wiski refulgir en dorado.
– Lo esperaré con ansias, Rojo. – Y yo que lo creí un ignorante cegado por el alcohol y una cara bonita, resulta que mi demonio no estaba tan mal informado. Sin duda, era un hombre entretenido.
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