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Dudas de la Planicie
0 reviewsAventuras Taurinas de Ash, Brock, Misty y Togepi en una famosa plaza de toros durante sus vacaciones en Tiquicia. Así se decidió el futuro del Redondel de Zapote. Ash inicia luego sus nuevas aven...
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Pokemon: Los Viajes por Tiquicia
Dudas de la Planicie
por Kyonides
El día de hoy, nuestros entrañables amigos están en la pensión donde se hospedaron en las cercanías del campo ferial de Zapote. No se han movido de ahí desde que se esfumó el Equipo Rocket aprovechándose de un caso inadvertido de violencia doméstica contra un joven. El niño Ketchum estaba confundido, no sabía qué le debía preocupar más. ¿Era más peligrosa Misty que los mismísimos J & J y el hijo de Gatúbela juntos? ¿A qué se debería que ella estuviera ahora más al tanto de lo que hicera Brock que de él mismo? Por lo general les destina una cantidad similar de tiempo. Creo que mejor debemos escuchar lo que piensa nuestro héroe sobre los dramáticos giros que han dado las vidas de los tres.
—Me parece algo muy inusual la forma en la que Misty le recrimina a Brock sus avances... Antes solo le jalaba de la oreja y se la estiraba un milímetro más, pero la forma tan violenta de actuar ayer es única. Fue de lo más extrema... Es como si estuviera molesta por algo más... ¿Pero qué pokemones podrá ser eso? Quizá se trate de que ella ha sido la única con quien él ha convivido tanto tiempo sin que se le ha insinuado al menos una vez... Ni por error, je,je,je,je,je. Sí, eso debe ser, ella sabe que mientras Brock no trate de echarle los Poochyenas, ella no podrá rechazarlo como lo han hecho las otras, ja,ja,ja,ja,ja Tan solo era eso...
—¡Ash! ¿Estás aquí? ¿Cuándo te dijo mi queridísima y única enfermera Joy que te harían entrega de tus pokemon? Tal vez pudieras ir por ellos ahora... Yo te acompañaría, no tengo el menor inconveniente para hacerlo de inmediato, si es preciso. Y podríamos ir mucho antes tras esos asquerosos malandrines...
—¿Qué? Ah, claro, tenías que ser tú, Brock, je,je,je. Pues no creo que puedas aferrarte a eso para visitar a tu "amorcito del alma". Claramente me dijo cuando estábamos por retirarnos que por lo extenuante de este largo viaje, ella los examinaría y los mantendría bajo observación hasta mañana. A primera hora estarían listos para las batallas que estén por delante...
—Diay, ni modo, ¡qué le podemos hacer! Había que hacer el intento. Pero podemos ir a echarles un ojo a Pikachu y los demás para que puedas dormir más relajado...
—No, si yo estoy completamente relajado y confío en que la enfermera Joy y su Chansey harán un estupendo trabajo.
—Ni modo, si dices que estás tan seguro... Por cierto, Ash, ¿te deshiciste de ese mega chuzo super paralizante del más vil demonio?
—Je,je,je,je,je. Sí, pero no... No lo boté, mas lo tengo bien escondido para que Eme no lo pueda utilizar.
—Ayyy, quisiera que no existiera más... Ahora creo que tendré pesadillas con la flaca escurrida del noticiero del seis...
—Tranquilo, mientras no se trate de cierta persona que no te gusta recordar y que vive en una isla, no creo que puedas pasar una mala noche.
—Eso quisiera yo sin duda... Te agradezco que no mencionaras ese nombre...
Desde que estaba cerrando la puerta de ese cuarto, el líder de gimnasio estaba preocupado de lo que le fuera a pasar en el mundo onírico y por eso mismo evito tomar, a altas horas de la noche, un vaso de leche que le habían servido. Tenía justo ahí la que tanto le gustaba, uno de los ingredientes secretos de la atracción que sentían las chicas hacia él. Sin embargo, solo se fue a lavarse los dientes en el baño por cerca de media hora o un poco más. Después se fue a acostar y trató de imaginar cualquier cosa positiva, solo quería esa clase de vibra en su habitación. Tal vez así lograría crear un mundo donde él sería quien devolviera a salvo los Tauros del ganadero y pudiera recobrar el aprecio tan oculto de la Oficial Jenny que lo despreció en las graderías. También estaría rodeado de aquella por la que se dejó cornear y arrastrar por buena parte de la arena caliente y babeada. Les mostraría todas sus cicatrices como señal de su tremenda virilidad y sus gloriosos triunfos sobre cualquier adversidad. El punto era mantenerse sereno y dejar que eso influyera en los más remotos lugares de su mente.
Cerca de medianoche los cambios hicieron su estrepitosa aparición en el mundo onírico del Gran Brock, el héroe de las doncellas indefensas. A pesar de estar rodeado de hermosas mujeres en su harén de cabellos celestes y rosados, había una y solo una que tenía un cabello ardiente. Lastimosamente solo eso tenía tal cualidad, el resto de su cuerpo no saltaba a la vista. El jeque Brock habría preferido que ella fuera tan solo un eunuco que vigilara desde afuera sus aposentos. Sin embargo, esa joven tan distinta, que caminaba sin ninguna cadencia encantadora de las cobras venenosas e hipnotizantes, no estaba contenta ni se sentía dichosa por estar dentro de ese exclusivo grupo de afables proveedoras de placeres exóticos. Es más, repentinamente se lanzó contra su jeque, amo y señor, sin miramientos. Se atrevía a levantarle la voz, a maldecirlo, a amenazarlo con su puño de contextura nada femenina, a zarandearlo como a Resortes, un payaso de la cajita de las sorpresas, y, al cabo de un rato, apartó a cuanta belleza pura se hallaba junto a su objetivo. En vez de robarle un beso, esa fémina tan brusca sacó una daga que llevaba escondida en su sostén de seda, el cual hasta entonces se veía un poco abultado. El jeque de los ojos rasgados solo alcanzó a decir una simple frase.
—Ya me figuraba yo que ese prominente busto no calzaba contigo. ¡Ayyy!
La joven ingrata comenzó a acuchillarlo una y otra vez, mientras Brock solo veía aumentar el flujo externo de la sangre y la entrada del dolor más indescriptible. Por nada se detenía la maniaca de la daga maldita, su afán por destruirlo era incontenible, ya que ni sus guardianes acudían a auxiliarlo. Todas las demás personas parecían sordomudas de nacimiento.
—Nunca me podría haber imaginado que habría un pezón tan duro y tan helado que no solo pudiera sacarle a uno los ojos sino también este líquido preciado, portador de vida, pero esta vez de un tono escarlata, ayyyy...
—¡Detente, Misty! ¡Solo se trata de un sueño! (Ahí no hay nadie, no le diste a ninguno...)
—(¡Ayyy! Si eso fuera así de cierto, ¿porqué me siento como la carne molida que se suelta en pequeñas porciones? ¡Ayyy!)
—¡Vamos, Misty! Necesitas estar en cama y no andar por los pasillos y los cuartos rondando como guarda de seguridad. Nadie te está amenazando. Puedes estar tranquila. Solo relájate y sígueme...
—Haz que se vaya, Ash, o no me repondré a tiempo para ver a la que me curará de este mal... Tú entiendes, eso sería duplicar este dolor.
—Ya casi la regreso a su cama para que se quede tranquila. Tú solo deja de delirar y trata de dormir. No te volverá a pasar eso. Estoy seguro.
—Mmm, no la maltrates mucho, Ash. Recuerda que está dormida y no sabe lo que hace... (Ni lo que le estén haciendo...)
Luego de confirmar que ya no se oían ruidos extraños ni se sentían golpeteos nerviosos de su corazón, Brock cayó en un estado semi inconciente. Aunque su cuerpo parecía estar relajándose, su mente inquieta seguía analizando un mismo tema una y otra vez.
—¿Será posible que ella no sea?... ¿O que por algo como eso sus hermanas la llamen la más feíta?... Capaz que es por algo así que ocupa que no sea eclipsada o desechada... Pero hasta Sealeo tenía más encanto...
Por otro lado, Ash ya roncaba a gusto, aprovechando que le habían asignado un cuarto solo para él y no un camarote como las de las villas durante los encuentros de las finales de las ligas anteriores. Su mundo era ya el onírico y lo disfrutaba tanto que no quería dejar de tener esa buena racha imaginaria. Contabilizaba cinco victorias al hilo en la Liga Tica y tenía todo el tiempo del mundo para descansar y bromear y perderse de camino a algún pueblo desconocido para su grupo. De pronto vino la primera interrupción de esa magna paz que había reinado en esa nueva liga.
—¡Qué va! ¡Estoy sobrado! Cinco victorias al hilo deben bastarme para vencer a dos líderes de gimnasio seguidos en cuestión de un par de días, que digo dos, han de ser tres...
—¿Quiénes son esos? Ah, ya dinos de quienes se trata o será mejor que vayas despidiéndote de tus binoculares.
—Ay, cómo son... Dejan esta cosa descalibrada y resulta que yo soy el que atrasa...
—Pues póngale a calibrar eso ya y cuéntanos quiénes vienen por el camino.
—Mmm, creo que esto les va a interesar...
—¿Por qué lo dices?
—Bueno, creo que redoblarán tambores después de que escuchen el nombre del pokemon que los acompaña... Es nuestro gran, gran amigo Pikachu...
—Uyyy, no puedo creerlo, ¿de veras es la rata amarilla con hepatitis tipo P? Ya me veo ahogándolo en un barril lleno de agua helada mientras él me muestra esos ojos grandes y desorbitados...
—Ay, ya, tranquilo que nunca he sido tan rata con ustedes, chicos.
James no se había percatado de que no siempre conviene dejarse guiar por los sueños...
—Disculpa, quise dejarme llevar por esa intensa emoción que solo la venganza asquerosamente fría y cruel puede darme. Después de tanto tiempo he desarrollado un odio intrínseco y...
—¡Bola de inútiles! Ya déjense de becerradas inútiles y póngase a pensar en el plan más maléfico de toda la historia del Equipo Rocket. No aceptaré algo de inferior calidad, ¿me oyeron bien? ¿Sí? No los oigo.
—Creo que de por sí ya nos agarró tarde para cavar algún hueco... Ya sé. ¿Qué tal si llamamos a la municipalidad de este cantón para quejarnos de que no han arreglado aún las calles? Así conseguiríamos gratis el equipo para taladrarlas rápido, je,je,je,je.
—No seas tan idiota, James, eso jamás podrá ser una ideota en campo abierto.
—Oigan, par de lelos, creo que deberíamos cambiar de lugar nuestro puesto de vigilancia. Ahora veo que el camino se cubrió de una espesa neblina gris...
—¿Y qué planean ahora los del Equipo Rocket?
James, Jesse y el bocón de Meowth alzaron sus miradas y descubrieron que justo detrás de los arbustos se hallaba de pie el mocoso con un gusto pésimo para escoger gorras. Se sobresaltaron y se echaron para atrás. De pronto sus piernas y patas no querían permitirles que se irguieran.
—Con que nuevamente querían cometer sus fechorías, ¿no?
—¡Prepárense para más de nuestras sorpresas!
—Y más vale que no intervengan, bombetas.
—Para protegernos de los rayos de Pikachu
—Para convertirlo pronto en nuestro Raichu
—Para denunciar lo inoportunos que son los Bobos
—Para excluir de nuestro reino a entrenadores tontos.
—Jesse
—La loca, digo, el locazo de James
—El Equipo Rock...
—¡Ya basta con sus yeguadas de siempre! De todas maneras no impedirán que yo, el afamado Ash Ketchum de Pueblo Paleta, haga añicos sus maléficos planes.
—Descarado, esa interrupción te costará caro. Te lo digo yo, Jesse, la hermosa modelo de pasarelas internacionales...
—¡Y nosotros también ayudaremos! ¿Verdad Beautifly?
—¡Beau, Beautiflyyy!
—Entonces sabrás de primera mano, la mía, cuál es la verdadera belleza.
—Ay, otro boca floja. Sí, tú, solo a ti me refiero, a la mocosa que solo pierde el tiempo por estar jugando de que está pasada de rica. ¡Uyyy, sí, qué miedo me das! Se le inflamaron los pectorales lo mínimo y ya se creció toda. ¡Condenada engreída!
—La verdad, Jesse, es que entre más competencia haya, mejor será para...
—¿Me vas a decir que ya estás babeando todo el suelo con tan solo ver a una mocosa fresita?
—Bueno, no exactamente... Ni modo que lo hiciera por esa escurrida de allá que usa corsé para fingir que tiene cinturita de Beedril...
—¿Ella con un corsé? Ay, no lo creo posible. Nunca ha sabido cómo ser sexy. Lo más seguro es que se compró una de esas fajas reductoras tan inservibles que anuncian en ventas por la tele.
—Brock, ¿de veras crees que ella esté utilizando eso? Brock... Brock...
El confundido entrenador no había sido capaz de hallar pronto a su amigo, porque este se encontraba sosteniéndose con su brazo sobre el hombro de James. Las burlas tan hilarantes en contra de Misty estaban por hacerlo caer al suelo.
—No se preocupen por mí, ja, ja. Si gustan, pueden continuar todo lo que quieran, ja, ja, ja. Lo de la faja estuvo buena, ja, ja, ja, ja, ja. Por cierto, se les olvidó que también puede ser que ella rellene los sostenes con motas de algodón o papel higiénico, ja, ja, ja, ja, ja.
—¿Saben qué, muchachos? Nunca lo había considerado... Oye, Misty... ¡Ay, qué bien! Tú sí estás aquí no más. ¿Es cierto lo que dicen de que te encanta rellenar tu sostén por las mañanas?
—¡Eso a ti qué te importa! Eres un chiquillo malcriado. ¡Toma, chichí!—a falta de otra clase de misilMisty le lanzó a su preciado Togepi de la manera más brusca—. Aún así les diré a todos, poco de engendros, que lo que tengo es natural y solo natural. No necesito que me las inflen como a un par de chicas que conozco, cuyos nombres empiezan con jota y eme y terminan en Esse y Ay.
—¿Y por qué te metes conmigo? ¿Yo qué te he hecho? Tal parece que a tu bruto Togepi deberían llamarlo el Shuppet Espía, grrr, porque se infiltró en tu minúsculo cerebro y se lo está comiendo poco a poco para que le duren las raciones diarias el tiempo suficiente. De otra manera estaría famélico en unas cuantas horas.
—¿Viste, Pikachu? No es divertido que te arrojen los huevos... ¡Ayyy! Si les alcanza el tiempo, echen paja, aunque sea un poquito, ¿sí?
—Y tú, la que no sabe ni amarrarse un pañuelo a la cabeza, ¿por qué no vas donde uno de tus verdes amiguchos para que te den otro tratamiento de "mastosucción"?
Ahí ya se desconocía la existencia del respeto, pues las tres chicas habían perdido toda compostura y hasta sus compañeros de andanzas habían parado de reír al ser concientes del gran problema que un enfrentamiento como ese podía implicar al corto y mediano plazo. Era hora de ser serios. Debían tomar cartas en el asunto cuanto antes.
—No nos pongamos todos serios, mejor disfrutemos de esto y ya verán cómo presenciaremos una atractiva e inolvidable pelea de gatas salvajes. Arruñazo por aquí, piel tersa al descubierto por allá... Faldas y shorts aún más cortos...
—Meowth, yo estaría de acuerdo si de veras fueran tan felinas como mi adorada Miauzi. ¿Nya?
—Ay, ay, yo no sé, me parece que no se ven bien con todos esos pelos jalados y enredados. ¿No se supone que para eso pagan o botan la plata tan solo para tener esos extravagantes peinados de los salones de belleza?
Brock, James y Meowth voltearon a ver a Ash de forma tan repentina e iracunda, que el niño se asustó por el gigantesco cambio que sufrieron sus caras. Luego los tres solo pudieron sentir algo de compasión por la inmadurez del chico. A lo mejor se congraciaron con él después de recordar algo sobre el triste origen de semejante ignorancia tan empedernida y única.
—Creo que ya me mataron los ánimos, dientudo.
—Y yo que me arrancaron de golpe varios años de mi novena vida.
—(¡Qué raro! Cuando Misty me lanzó su Togepi, lo hizo a toda velocidad. ¿Será eso que tiene de rara lo que la hace un poco más fuerte que otras niñas de su edad?)
—Ni abras más tu boca, Ash, o nos meterás en líos más graves que este.
—¿Pi-ka, pi?—dijo el pokemon amarillo con rayas sin utilidad alguna.
—¿Qué dijo la rata, Meowth?
—Aquí te va la transcripción de lo que acaba de decir ese bicharejo... ¿Ah, de veras?
—Tanto drama y para que solo se le ocurra decir eso a ese infeliz.
—De acuerdo, de acuerdo, no lo haré. Es solo que creí que no importaba, Brock, luego de escucharte hablar con el Equipo Rocket de esa manera tan confianzuda.
—Ji, ji, ji. Veras, la diferencia es que yo puedo controlarme mejor que tú al criticar constructivamente...
—Si me permiten opinar, yo habría dicho que fue de la manera más destructiva... Como que nos hubieras quitado las palabras que teníamos justo en la punta de la lengua.
—Todos sabemos que yo nunca he confiado en ustedes, Equipo Rocket. Aún así quiero hacerles una pregunta.
—¿Como cuál?
—Una como... Como... ¿De qué manera prefieren salir volando esta vez? Ja, ja, ja, ja, ja. Sepan que estoy en una muy buena racha y no me caería mal una sexta victoria el día de hoy, ja, ja, ja, ja.
—Ay, sí, graciosísimo. Qué chistorete tan bueno fue ese... Como no estás acostumbrado a que se te queme, moje y electrocute en un solo episodio... Una y hasta dos veces...
—Deberías agradecernos que te entrenamos gratis a diario... Si no fuera así, no contarías ni con la mitad de tu dinero.
—No, ya en plan, quisiera saber si...
—¿Si qué?
—Si ustedes piensan que Misty es tan rara como tú, James.
—¿Qué cosa? ¿Cómo te atreves a compararme con ella? ¿Qué no entiendes que yo soy un as del disfraz y el camuflaje?
—Ay, yo ya ni sé qué son estos dos. Después de tantos fracasos creo que no hay forma de que pueda extrañarme que terminen comportándose como un crossdresser, por darle un nombre muy bonito a la cosa tan horrenda que es Jaimita, y como una cochina lesbiana abusiva y sin modales, mejor conocida en los bajos mundos como Jesse la trailera o en las transmisiones radiales de los camioneros como Big Jesse...
—¡Yo no soy ninguna Jaimita! A lo mucho aceptaría que me apodaran Jane.
—Estoy confundido. ¿Qué significa eso de cross no se qué y lesbina? ¿Qué? ¿Acaso James esconde una cadena con un dije en forma de cruz? ¡Ah! Es capaz que Jesse viene de un lugar lejano llamado Lesbos. ¿No es así, Meowth?
—¿Le dices tú o le digo yo que es un perfecto becerro?
—No, Meowth, aún es muy joven para decidir qué quiere ser. Hay que dejarlo que disfrute su niñez todo el tiempo que le dure esta.
—No creo que te convenga saberlo nunca, Ash. Si lo averiguaras, te la pasarás con el corazón roto por más tiempo del que te puedas imaginar...
—Ah, jamás, no es para tanto, chiquillo.
—Oh, hasta ahora yo no había relacionado el hecho de que la profesora Ivy pudiera ser coterránea de Jesse. De seguro tenía un caracter muy difícil... Justo como el de esa gritona de Jesse...
—La maldita primavera...—cantaba Brock mientras lo embargaba la sombra de la depresión.
—¿Qué le pasa a ese "pelos picudos"? ¡Cómo se atrevió a robarnos uno de nuestros más famosos clichés! ¡Solo nosotros obtuvimos el permiso de los autores y cantautores para recitar su lírica melodiosa! Únicamente de mí pueden escuchar la impresionante voz de barítono, tenor y a veces de soprano o mezzosoprano.
—Meowth, así e... Pero James, nosotros nunca hemos tenido un cinco para cooperar con el fondo de las asociaciones protectoras de los derechos de autor...
—No nos importa ni a ellos, posiblemente algún día nos sobre el dinero para compensarlos por el asqueroso plagio que cometemos a diario, mas eso solo ocurrirá cuando colguemos las tennis y no nos impliquen más en villanía alguna. Pero de momento solo nosotros, Jesse, el galanazo de primera de James... ¡Qué no se me olvide la rosa!... ¡Ay qué bien, aquí está! ...y el puros dientes amarillos de Meowth, podemos infringir la ley a gusto y sin que nos mantengan recluidos en celdas con barrotes.
—¡Qué barbaro, James! ¡Tú si sabes! Y sepan que aún si nos encerraran bajo llave y la tiraran lejos, sabremos a cuál custodio de la Reforma sobornar para escabullirnos por la entrada principal! ¡Como si fuéramos visitantes que se retiran luego de dejarles lijas y celulares a sus familiares, conocidos y compinches! Nya, nya, nya, nya. Ya nos veo tomando un bus por la fuerza.
En este punto del sueño bajó el ritmo de los eventos de esta irreal aventura al tener James que acomodarse mejor en su improvisado catre para seguir durmiendo el resto de la noche. Minutos después, Ash volvió a tomar el mando del mismo y le dio un nuevo empujón a esta sarta de incoherencias infantiles.
—A pesar de todo yo necesito saber por qué Misty es tan fea y bravucona. no se parece en nada a May ni a Jesse, excepto en lo terca y malhumorada... Pero se la pasa así todo el tiempo... No por ratos como con ellas... Insisto, esos deben ser los efectos según el diario de la psicología perversa que le aplica a Togepi. O quizá eso ocurra al revés, no estoy seguro todavía...
—¿Qué publicaron eso en el diario? ¡Qué miedo! ¿Y a tí te la han aplicado alguna vez, primo del gato Infélix?
—Nya, bueno... Diay, yo tampoco estoy seguro de eso. Tal vez fueron ese par de creídos de Cassidy y Bush quienes nos lo aplicaran. Últimadamente debo decir que tiendo a olvidar muchas cosas. Ese es el problema de no estar al tanto de las más recientes técnicas de la psicología pokemon.
—Me van a disculpar, pero yo no entendí nada—dijo Brock quien no había estado en las Islas Naranjas.
—Volviendo al tema de nuestra mayor preocupación... ¿No creen que ya ellas debieron recibir mucho daño?
—¡Ay, mocoso más cerrado! ¿No ves que Jesse es capaz de aguantar eso y mucho más? ¿Cómo se te pudo olvidar? A cada rato nos das lecciones de cómo soportar mejor el dolor...
—¡Es una lluvia de meteoritos!
Repentinamente una extraña precipitación inundaba el lugar. Se podían distinguir toda clase de objeto no líquido. A la derecha podía pasar un rimmel, cuando de la nada una botella tipo deportiva podía rozar el cabello. Tal parecía que las diferencias entre las chicas escalaban más y más peldaños. Sus bolsos, salveques y carteras parecían los mejores barriles sin fondo de la historia de la animación. De repente Brock tuvo que manifestarse enérgicamente.
—Pero... ¿Qué es esto? ¿Ahora un lápiz labial es capaz de herir a un hombre con solo que lo toque?—dijo el joven de Pewter City muy sorprendido ante la espantosa colisión de ese objeto contra parte de su mejilla y labio superior, el cual había quedado ligeramente cortado—. ¡Qué ironías del destino amargo! En vez de ponerme en bandeja de plata el dulce corazón de una jovencita amable, trata de lastimarme, de perforarme hasta lo más hondo, para luego finalizar su embestida con alejar mi boca de mi amada y lo hace precisamente con el voraz toque de un lápiz, con el que debería poder regocijarme viéndola a sus labios tan tersos.
—¡Ya cálmate! O verás cómo se le estallarán los labios por tanta inyección de colágeno.
—Esa me encantó, Meowth.
De echar una miradilla furtiva a la realidad de ese instante, veríamos que una mano y una pata chocaron alto en el aire y luego se devolvieron cada una a su lugar de apoyo para la cabeza.
—No debimos darles las espaldas... En una de tantas dejarán de odiarse y nos atacarán a sangre fría...
—Lo que es poseer la voz de la experiencia, Brock, je, je, je.
De alguna manera siempre ilógica, el Brock del sueño no conseguía relacionar hechos de la vida real con la del país de los sueños. Ash solo acató a hacer señas para que no le hiciera caso a esa afirmación tan verídica. Detrás de ellos, las tres dueñas de pokemon, de las cuales ninguna es realmente una entrenadora, hicieron extraídos a sus pokemon de sus Pokebolas. May quiso montarse al sacar a un segundo bicho, esta vez se trataba de su Skitty juguetón. No por obra de la casualidad este empezó a perseguir su olorosa cola. Ella aprovecharía para mostrar su estilizada figurita en son de desprecio hacia la ineptitud de las demás féminas y sin percatarse de lo inútil que sería tal guerrero pokemon. Las críticas mordaces no se harían esperar, menos con dos presumidas como Jesse y Misty cerca.
—¡Qué alegría que hayas enseñado a tu felino amiguito a tratar de morder su cola! Ya nos basta con eso para que quede comprobado que la belleza humana y pokemon están de solo mi lado.
—¿No crees que viene siendo hora de que dejes de untarte esas mascarillas? Parece que los psicotrópicos que incluyen te están afectando el cerebro! Ya hasta te engaña la vista y te miente el espejo, ja, ja, ja.
—¡Vaya faena haber nacido yo para tener que arreglarlo!—aseveró James ante la eventual lucha de poderes tetánicos.
Esa oscura noche no fue aprovechada solo por Ash para relajarse, Jesse también hacía de las suyas en su propio mundo. El crimen era ahí lo más perfecto, aunque las ideas para ejecutar los planes malévolos de esta mente maestra no eran lo más brillante que se le hubiera ocurrido, ni cuando está despierta.
—A ver, holgazanes, pónganse a trabajar de una buena p$#$ vez. Que si no lo hacen, no podré impresionar a ese líder de gimnasio que me echó una miradilla tan encantadora que me es imposible pasarla por alto.
—Ay, Jesse, yo creí que había sido de extrañeza por verte ese pelo tan excesivamente largo... Capaz que creyó que le picarías un ojo si se acercaba demasiado. No me parece que quisiera que lo apodaran "el tuerto".
—Sí, de seguro. Eso se convertiría en el peor caso de un flechazo instantáneo y mala puntería que pueda tener Cupido, nya, nya, nya.
—Cállense, bola de insensibles. Lo que él apreció fue el esmero conque cuido mi cabello lacio, el hecho de que no tengo necesidad de teñírmelo por ser tan joven y por último, lo más impactante, que él ahora sabe cuán erótica yo puedo ser llegado el momento justo.
—Meowth, ¿crees que ese piense que ella puede ser realmente erótica?
—Solo a menos que él sea un desesperado sadomasoquista en busca de dolor placentero...
—Ja, ja, ja. Ya mandaría que le pida a Jesse que le pegue más fuerte con su pelo para sentir algo con mayor intensidad, ja, ja, ja.
—Quién sabe... Tal vez se la pase diciendo que lo golpee con el cabello para saber que le demuestra lo mucho que ella lo quiere...
—Y que nunca escatimará esfuerzos para mostrarle su versión más violenta de sus azotes hechos con cariño y sobretodo con el látigo de su peludo desprecio, ja, ja, ja.
—¡Silencio! No sean tan estúpidos por una vez en su miserables vidas. Aunque ahora que pienso en eso... Es posible que yo desee cumplir sus fantasías más alocadas para asegurarnos nuestra felicidad, juntos...
—¡Hasta que el pelo se les caiga!
—Excelente, Meowth. Esa estuvo inmejorable. Pobre cegatón, va a tener que recurrir al psiquiatra después de eso, ja, ja, ja. Quizá termine con una fobia al cabello de Jesse.
—¡Grandísimos imbéciles! ¡Cómo esperan ser parte del Equipo Rocket si no logran robar nada más que los sueños de una dulce e inocente mujer enamorada!
—Discúlpanos, Jesse, pero no por nuestros comentarios. No creo que te sirvan un collar y un dije ni unos aretes de fantasía para impresionar a ese muchacho. Dudo que le llames la atención si le demuestras que eres una mujer de oropel —comentó acertadamente James.
—Bueno, está bien. No quería volver a fracasar, pero con tal de no oír sus insolentes comentarios iremos a una verdadera joyería con toda clase de joyas de plata.
—¿De plata? Ay, como te falta categoría, Jesse —maulló Meowth.
Por otro lado, pero no muy lejos de Brock y Ash, se encontraba Misty disfrutando al máximo su sueño repleto de delirio de grandeza, tanta que parecía que había gastado una fortuna solo para pagar por ello a un canal de compras por la televisión. Ella se encontraba en los jardines ubicados en medio de un gran parque, que daba la casualidad de ser tenebrosamente semejantes a los de los Campos Elíseos en el Hades. Cuando Misty, o mejor conocida como la Reina Misty, disfrutaba del grandioso sabor de las uvas, una sirviente se le aproximó para preguntarle cuál era su siguiente orden.
—Bueno, Magnolia, ahora creo que se me antojó montar a caballo así que dile a mis lacayos que me preparen a mi yegua preferida cuanto antes, no admitiré el menor retraso.
—Por supuesto, mi encantadora señora de los inigualables dones. Solo querría saber si también su esposo querrá que le preparemos el suyo para que la acompañe en su cabalgata matutina.
—No, no te sería posible. Ya fui a tener una seria conversación con él y lo maté...
—Disculpe que la interrumpa, mi señora. ¿Podría repetirme lo último que dijo? No logré escuchar qué fue lo que ocurrió después de la conversación con el señor.
—Uy no, no acaeció nada. Simplemente dije que lo mandé a dar una gira por el amplio reino para que con solo su ilustre presencia sus tierras y sus súbditos se mantuvieran felices y confirmaran su firme apoyo al rey, tu señor.
Durante esa explicación posterior al encuentro con el rey, Misty seguía recordando que no podía admitir en forma tan directa y descuidada que ella se había deshecho del inútil del rey, su esposo. ¿Qué pensarían si supieran la cantidad tan asombrosa de puñaladas que le propinó? Nadie la entendería, actuó por los celos que siempre le provocaba el regente a diario. En cuanto veía él a otra muchacha, ya fuera esta una campesina o una joven de noble cuna, sus ojos se alborotaban tanto como sus hormonas. Últimamente ya no podían controlar el poder de su líbido y la reina Misty no tenía más fuerzas para soportar el peso de una infidelidad en el seno de la familia real. Habría sido el peor escándalo y la mancha más difícil de quitar de sus hasta entonces prístinas vestimentas.
Sin tardanza la "bella" reina había llamado a dos sirvientes para que se deshicieran del cuerpo de su marido y se encargaran de aparentar que todo se trató de un regicidio. Dirían que fue una muerte aparentemente provocada por el feroz ataque de un súbdito malagradecido que se había vendido al mejor postor, un regente enemigo de ellos. En cuanto llegara uno de sus fieles caballeros y grandes defensores del honor de su reina y comunicara el deceso del rey, ella rompería a llorar, sus lágrimas consistirían en derramar gotas de agua pura en los alrededores de sus ojos "vidriosos". Después de eso se encerraría en la alcoba y no se volvería a dejar ver por el palacio.
Cuando llegó el momento de ir a montar su yegua tan mimada, no consiguió recorrer muchos kilómetros antes de recibir la triste e "inesperada noticia" referente a su marido. Ella no tardó en bajar de su corcel para recorrer a pie la distancia entre el campo y el palacio real. Aparentó que por momentos trastabillaba y no aceptó escuchar más ruegos de sus caballeros de ayudarla a llegar a sus aposentos. Finalmente se encerró en su habitación sumida en la más fingida tristeza y desesperación. Sin embargo, la farsante reina exigió, a manera de expiación por la ineptitud de todos sus sirvientes, que le llevaran siempre una bandeja de plata repleta de uvas frescas una hora antes de cada comida. Lo deberían cumplir al pie de la letra a partir de ese mismo instante y para siempre. La cara de la reina se regocijaba al disfrutar el ver cómo salía el delicioso jugó de uva si las exprimía y eso le trajo algunos recuerdos de forma involuntaria.
Nunca quiso vestir de negro como señal de luto y limitó sus salidas durante el día, mas se incrementaron los escapes furtivos bajo el velo de la noche. No mucho tiempo después mandó a convocar al caballero Sir Ash de la Marca de Paleta para que ella le asignara en un nuevo cargo durante una reunión ultra secreta, donde no habría más testigos que los dos involucrados.
Terminado el periodo de descanso mental, la inquieta mente de Ash empezó a maquinar otro sueño de los suyos. Lo único que no calzaba ahí era que esta vez él era otra clase de protagonista. Aquello que lo hacía atípico era que "compartía el escenario" con alguien más.
—¡Vaya que me divertí anoche! —dijo la pelirroja con mucho ánimo —. Parece que hubiese durado siglos, pero no me hubiera quejado de haber sido el caso...
—Sí, bueno, no todo puede durar tanto tiempo... ¿Qué haces con esa camisa? No cabe duda de que es la mía, la que traía puesta. Mejor sería que te la quitaras.
—Tranquilo, si sudaste mucho no fue cuando la tuviste puesta.
—No lo decía por eso— replicó Ash mientras estaba sentado al borde de una cama —, siempre he tratado de ser bastante pulcro, si no me falla la memoria.
—De por sí que a estas horas no puedo seguir sin tener al menos una camisa puesta.
—Pronto, quítate la camisa.
—Uy, vean ahí al varonil caballero a quien no le satisfizo solo una noche, aquí con...
—Por favor, quítate ya la camisa. No me hagas esperar más.
—Ay, dejate de varas, Sir Ash. Ya entendí que no puedes aguardar a ver en todo su esplendor este bello...
—No me fuerces ir a quitártela, reina Misty.
—Ni tú me obligues a mí a ir después por mis uvas y derramar su jugo sobre mí.
—Basta, quítatela ya. ¿No puedes ver que no podré acercarme a conversar con nadie si huelo a aroma de mujer?
—¿Y eso qué tiene de malo? Si sabes con quién la pasaste anoche, no te molestarían, te envidiarían todos.
—Solo sé que se burlarían por no tener buen gusto y todo "gracias" a ese olor a pacholí añejo que me delataría. Es lo mismo que le pasaría a un fumador aún cuando trate de disimular la asquerosa fragancia con saborear un confite. La ropa retendrá las únicas pruebas que la gente requiere para discriminarlos.
—Puedes relajarte, yo solo uso las fragancias más costosas que el dinero pueda conseguir.
—Las más costosas del mercado central quizá... —comentó Ash al ver con incredulidad a su compañera —. De todas formas debo retirarme en este momento, no pretendo sentir (en cierta persona) algo como el exceso de acumulación de celulitis por el resto del día.
—Tranquilo, amor mío. Estás libre de ese pecadillo.
—Eso ya lo sé... —dijo el caballero que sabía bien a quién se refería con eso de la piel de naranja.
Estaba a punto de terminar el ocaso y el dúo dinámico más un felino maullador salieron a las calles para efectuar labores de inteligencia. Ninguno de ellos conocía la ubicación de una joyería y menos una que se dedicara exclusivamente a vender joyería de plata. De ponrto la pelirroja delincuente fue distraída por un volante que realmente estaba surcando los aires. En él pudo vislumbrar un par de frases.
"Murió el rey. Este... cree que alguien cercano p... asesinado."
La jovencita creyó que eso era un mensaje falso. De todos modos solo alcanzó a leer parte de su contenido y dudó que se tratara del reino de esa gran estado. Supuso que se trataba de un rockanrolero muerto hacía décadas.
—¿Por qué no te concentras más, Jesse? ¿Qué? ¿Acaso ya se te olvidó que tú fuiste la que ideó esto? Por lo menos deberías mostrar más interés por tus propios planes.
—Eh, sí, sí. Entiendo a la perfección. Es solo que...
—¿Es solo que qué? A ver, dilo de una vez.
—Es que creo que tienen razón y que deberíamos ir por un premio más jugoso.
—Ay, por fin entró en razón la pobre mujer, nya, nya, nya.
La ladronzuela con pocas aptitudes no lograba recordar ni una sola palabra que aquellas que la hicieron dudar desde un inicio. Por momentos se inquietaba por ese tipo de pensamientos y no halló calma hasta que otra distracción la trastornó. Un vendedor ambulante pasó ofreciendo exageradas descripciones sobre los helados pokemon que vendía "al precio justo". Jesse no sabía qué era pasarse una servilleta por la boca para limpiarse los litros de saliva que esta secretaba.
Finalmente el sol empezó a tocar las puertas de todas las casas y negocios de Tiquicia. No se olvidó de pasar por la pensión donde se hospedaban los tres amigos. La primera persona en despertarse no fue la dueña sino Misty, quien aprovechó para darse un duchazo, pero no contra la cabeza para desgracia de Brock. La muchacha se entretenía tanto ahí adentro que incluso Ash la escuchó tararear una pieza no muy conocida para él. Por su parte, el de los pelos picudos no lograba salir de la despertina tormenta. El tarareo lo despertó y de repente lo aterrorizó, porque el ritmo que seguía eso era idéntico al de la tonada que su onírica asesina había empleado para sumirlo en un sopor que lo inmovilizó. Del resto de ese episodio solo pudo recordar que se llenó de momentos de intenso dolor y múltiples salpicaduras de sangre. Esa serie de eventos lo hizo regresar a esos instantes. No mucho tiempo después, Brock terminó escupiendo al lado de su cama, por poco creyó que esa asfixia era su última vivencia. Había perdido todas las ganas de dormir que al levantarse no preparó ni tomó su taza de café.
—¿Cómo amanecieron ustedes, chicos?
—Supongo que bien — dijo Ash sin poder responder algo mejor que eso.
Su amigo no se atrevió a responder la pregunta ni se atrevería a afirmar que estuvo a un paso de morir del susto.
—Yo sí que me siento de lo mejor. Incluso recuerdo ese hermoso sueño que tuve. Me hallaba libre de todos mis problemas y por fin podía conseguir lo que tanto había añorado, ji, ji, ji.
Ash estuvo a punto de contar lo que él vio en sus sueños, pero Brock lo detuvo y le hizo señas para que se mantuviera bien callado. Misty no se enteró de ese pacto silente que existía entre sus amigos, ella tan solo continuaba con sus preparativos antes de salir y de vez en cuando se dirigía a la cocina para tomar otro bocadillo más. No pretendía preocuparse ese día por unas calorías de más. Se sentía segura de sí misma. En el cuarto de Brock, este se percataba de que había perdido gran parte de su confianza y no deseaba salir para que sus amadas no lo vieran en tan lastimoso estado. Lo único que lo motivaba aún a salir a la calle era el hecho de que verían a la enfermera Joy. Aprovecharía esa pequeña fortuna para hacerle una petición importante que no le pudo hablar la tarde del día anterior.
Se despidieron de la dueña de la pensión y se dirigieron al centro pokemon que estaba dentro de las instalaciones del Banco de Sangre.
¿Seguirá sufriendo Brock por un amor ilusorio que no tenía por qué ser correspondido? ¿Entenderá Ash que Misty ya no piensa soltarlo ni para cuando necesite al baño con urgencia? ¿Misty forzará pronto a Ash a llevar puesto un cinturón de castidad durante las veinticuatro horas?
Dudas de la Planicie
por Kyonides
El día de hoy, nuestros entrañables amigos están en la pensión donde se hospedaron en las cercanías del campo ferial de Zapote. No se han movido de ahí desde que se esfumó el Equipo Rocket aprovechándose de un caso inadvertido de violencia doméstica contra un joven. El niño Ketchum estaba confundido, no sabía qué le debía preocupar más. ¿Era más peligrosa Misty que los mismísimos J & J y el hijo de Gatúbela juntos? ¿A qué se debería que ella estuviera ahora más al tanto de lo que hicera Brock que de él mismo? Por lo general les destina una cantidad similar de tiempo. Creo que mejor debemos escuchar lo que piensa nuestro héroe sobre los dramáticos giros que han dado las vidas de los tres.
—Me parece algo muy inusual la forma en la que Misty le recrimina a Brock sus avances... Antes solo le jalaba de la oreja y se la estiraba un milímetro más, pero la forma tan violenta de actuar ayer es única. Fue de lo más extrema... Es como si estuviera molesta por algo más... ¿Pero qué pokemones podrá ser eso? Quizá se trate de que ella ha sido la única con quien él ha convivido tanto tiempo sin que se le ha insinuado al menos una vez... Ni por error, je,je,je,je,je. Sí, eso debe ser, ella sabe que mientras Brock no trate de echarle los Poochyenas, ella no podrá rechazarlo como lo han hecho las otras, ja,ja,ja,ja,ja Tan solo era eso...
—¡Ash! ¿Estás aquí? ¿Cuándo te dijo mi queridísima y única enfermera Joy que te harían entrega de tus pokemon? Tal vez pudieras ir por ellos ahora... Yo te acompañaría, no tengo el menor inconveniente para hacerlo de inmediato, si es preciso. Y podríamos ir mucho antes tras esos asquerosos malandrines...
—¿Qué? Ah, claro, tenías que ser tú, Brock, je,je,je. Pues no creo que puedas aferrarte a eso para visitar a tu "amorcito del alma". Claramente me dijo cuando estábamos por retirarnos que por lo extenuante de este largo viaje, ella los examinaría y los mantendría bajo observación hasta mañana. A primera hora estarían listos para las batallas que estén por delante...
—Diay, ni modo, ¡qué le podemos hacer! Había que hacer el intento. Pero podemos ir a echarles un ojo a Pikachu y los demás para que puedas dormir más relajado...
—No, si yo estoy completamente relajado y confío en que la enfermera Joy y su Chansey harán un estupendo trabajo.
—Ni modo, si dices que estás tan seguro... Por cierto, Ash, ¿te deshiciste de ese mega chuzo super paralizante del más vil demonio?
—Je,je,je,je,je. Sí, pero no... No lo boté, mas lo tengo bien escondido para que Eme no lo pueda utilizar.
—Ayyy, quisiera que no existiera más... Ahora creo que tendré pesadillas con la flaca escurrida del noticiero del seis...
—Tranquilo, mientras no se trate de cierta persona que no te gusta recordar y que vive en una isla, no creo que puedas pasar una mala noche.
—Eso quisiera yo sin duda... Te agradezco que no mencionaras ese nombre...
Desde que estaba cerrando la puerta de ese cuarto, el líder de gimnasio estaba preocupado de lo que le fuera a pasar en el mundo onírico y por eso mismo evito tomar, a altas horas de la noche, un vaso de leche que le habían servido. Tenía justo ahí la que tanto le gustaba, uno de los ingredientes secretos de la atracción que sentían las chicas hacia él. Sin embargo, solo se fue a lavarse los dientes en el baño por cerca de media hora o un poco más. Después se fue a acostar y trató de imaginar cualquier cosa positiva, solo quería esa clase de vibra en su habitación. Tal vez así lograría crear un mundo donde él sería quien devolviera a salvo los Tauros del ganadero y pudiera recobrar el aprecio tan oculto de la Oficial Jenny que lo despreció en las graderías. También estaría rodeado de aquella por la que se dejó cornear y arrastrar por buena parte de la arena caliente y babeada. Les mostraría todas sus cicatrices como señal de su tremenda virilidad y sus gloriosos triunfos sobre cualquier adversidad. El punto era mantenerse sereno y dejar que eso influyera en los más remotos lugares de su mente.
Cerca de medianoche los cambios hicieron su estrepitosa aparición en el mundo onírico del Gran Brock, el héroe de las doncellas indefensas. A pesar de estar rodeado de hermosas mujeres en su harén de cabellos celestes y rosados, había una y solo una que tenía un cabello ardiente. Lastimosamente solo eso tenía tal cualidad, el resto de su cuerpo no saltaba a la vista. El jeque Brock habría preferido que ella fuera tan solo un eunuco que vigilara desde afuera sus aposentos. Sin embargo, esa joven tan distinta, que caminaba sin ninguna cadencia encantadora de las cobras venenosas e hipnotizantes, no estaba contenta ni se sentía dichosa por estar dentro de ese exclusivo grupo de afables proveedoras de placeres exóticos. Es más, repentinamente se lanzó contra su jeque, amo y señor, sin miramientos. Se atrevía a levantarle la voz, a maldecirlo, a amenazarlo con su puño de contextura nada femenina, a zarandearlo como a Resortes, un payaso de la cajita de las sorpresas, y, al cabo de un rato, apartó a cuanta belleza pura se hallaba junto a su objetivo. En vez de robarle un beso, esa fémina tan brusca sacó una daga que llevaba escondida en su sostén de seda, el cual hasta entonces se veía un poco abultado. El jeque de los ojos rasgados solo alcanzó a decir una simple frase.
—Ya me figuraba yo que ese prominente busto no calzaba contigo. ¡Ayyy!
La joven ingrata comenzó a acuchillarlo una y otra vez, mientras Brock solo veía aumentar el flujo externo de la sangre y la entrada del dolor más indescriptible. Por nada se detenía la maniaca de la daga maldita, su afán por destruirlo era incontenible, ya que ni sus guardianes acudían a auxiliarlo. Todas las demás personas parecían sordomudas de nacimiento.
—Nunca me podría haber imaginado que habría un pezón tan duro y tan helado que no solo pudiera sacarle a uno los ojos sino también este líquido preciado, portador de vida, pero esta vez de un tono escarlata, ayyyy...
—¡Detente, Misty! ¡Solo se trata de un sueño! (Ahí no hay nadie, no le diste a ninguno...)
—(¡Ayyy! Si eso fuera así de cierto, ¿porqué me siento como la carne molida que se suelta en pequeñas porciones? ¡Ayyy!)
—¡Vamos, Misty! Necesitas estar en cama y no andar por los pasillos y los cuartos rondando como guarda de seguridad. Nadie te está amenazando. Puedes estar tranquila. Solo relájate y sígueme...
—Haz que se vaya, Ash, o no me repondré a tiempo para ver a la que me curará de este mal... Tú entiendes, eso sería duplicar este dolor.
—Ya casi la regreso a su cama para que se quede tranquila. Tú solo deja de delirar y trata de dormir. No te volverá a pasar eso. Estoy seguro.
—Mmm, no la maltrates mucho, Ash. Recuerda que está dormida y no sabe lo que hace... (Ni lo que le estén haciendo...)
Luego de confirmar que ya no se oían ruidos extraños ni se sentían golpeteos nerviosos de su corazón, Brock cayó en un estado semi inconciente. Aunque su cuerpo parecía estar relajándose, su mente inquieta seguía analizando un mismo tema una y otra vez.
—¿Será posible que ella no sea?... ¿O que por algo como eso sus hermanas la llamen la más feíta?... Capaz que es por algo así que ocupa que no sea eclipsada o desechada... Pero hasta Sealeo tenía más encanto...
Por otro lado, Ash ya roncaba a gusto, aprovechando que le habían asignado un cuarto solo para él y no un camarote como las de las villas durante los encuentros de las finales de las ligas anteriores. Su mundo era ya el onírico y lo disfrutaba tanto que no quería dejar de tener esa buena racha imaginaria. Contabilizaba cinco victorias al hilo en la Liga Tica y tenía todo el tiempo del mundo para descansar y bromear y perderse de camino a algún pueblo desconocido para su grupo. De pronto vino la primera interrupción de esa magna paz que había reinado en esa nueva liga.
—¡Qué va! ¡Estoy sobrado! Cinco victorias al hilo deben bastarme para vencer a dos líderes de gimnasio seguidos en cuestión de un par de días, que digo dos, han de ser tres...
—¿Quiénes son esos? Ah, ya dinos de quienes se trata o será mejor que vayas despidiéndote de tus binoculares.
—Ay, cómo son... Dejan esta cosa descalibrada y resulta que yo soy el que atrasa...
—Pues póngale a calibrar eso ya y cuéntanos quiénes vienen por el camino.
—Mmm, creo que esto les va a interesar...
—¿Por qué lo dices?
—Bueno, creo que redoblarán tambores después de que escuchen el nombre del pokemon que los acompaña... Es nuestro gran, gran amigo Pikachu...
—Uyyy, no puedo creerlo, ¿de veras es la rata amarilla con hepatitis tipo P? Ya me veo ahogándolo en un barril lleno de agua helada mientras él me muestra esos ojos grandes y desorbitados...
—Ay, ya, tranquilo que nunca he sido tan rata con ustedes, chicos.
James no se había percatado de que no siempre conviene dejarse guiar por los sueños...
—Disculpa, quise dejarme llevar por esa intensa emoción que solo la venganza asquerosamente fría y cruel puede darme. Después de tanto tiempo he desarrollado un odio intrínseco y...
—¡Bola de inútiles! Ya déjense de becerradas inútiles y póngase a pensar en el plan más maléfico de toda la historia del Equipo Rocket. No aceptaré algo de inferior calidad, ¿me oyeron bien? ¿Sí? No los oigo.
—Creo que de por sí ya nos agarró tarde para cavar algún hueco... Ya sé. ¿Qué tal si llamamos a la municipalidad de este cantón para quejarnos de que no han arreglado aún las calles? Así conseguiríamos gratis el equipo para taladrarlas rápido, je,je,je,je.
—No seas tan idiota, James, eso jamás podrá ser una ideota en campo abierto.
—Oigan, par de lelos, creo que deberíamos cambiar de lugar nuestro puesto de vigilancia. Ahora veo que el camino se cubrió de una espesa neblina gris...
—¿Y qué planean ahora los del Equipo Rocket?
James, Jesse y el bocón de Meowth alzaron sus miradas y descubrieron que justo detrás de los arbustos se hallaba de pie el mocoso con un gusto pésimo para escoger gorras. Se sobresaltaron y se echaron para atrás. De pronto sus piernas y patas no querían permitirles que se irguieran.
—Con que nuevamente querían cometer sus fechorías, ¿no?
—¡Prepárense para más de nuestras sorpresas!
—Y más vale que no intervengan, bombetas.
—Para protegernos de los rayos de Pikachu
—Para convertirlo pronto en nuestro Raichu
—Para denunciar lo inoportunos que son los Bobos
—Para excluir de nuestro reino a entrenadores tontos.
—Jesse
—La loca, digo, el locazo de James
—El Equipo Rock...
—¡Ya basta con sus yeguadas de siempre! De todas maneras no impedirán que yo, el afamado Ash Ketchum de Pueblo Paleta, haga añicos sus maléficos planes.
—Descarado, esa interrupción te costará caro. Te lo digo yo, Jesse, la hermosa modelo de pasarelas internacionales...
—¡Y nosotros también ayudaremos! ¿Verdad Beautifly?
—¡Beau, Beautiflyyy!
—Entonces sabrás de primera mano, la mía, cuál es la verdadera belleza.
—Ay, otro boca floja. Sí, tú, solo a ti me refiero, a la mocosa que solo pierde el tiempo por estar jugando de que está pasada de rica. ¡Uyyy, sí, qué miedo me das! Se le inflamaron los pectorales lo mínimo y ya se creció toda. ¡Condenada engreída!
—La verdad, Jesse, es que entre más competencia haya, mejor será para...
—¿Me vas a decir que ya estás babeando todo el suelo con tan solo ver a una mocosa fresita?
—Bueno, no exactamente... Ni modo que lo hiciera por esa escurrida de allá que usa corsé para fingir que tiene cinturita de Beedril...
—¿Ella con un corsé? Ay, no lo creo posible. Nunca ha sabido cómo ser sexy. Lo más seguro es que se compró una de esas fajas reductoras tan inservibles que anuncian en ventas por la tele.
—Brock, ¿de veras crees que ella esté utilizando eso? Brock... Brock...
El confundido entrenador no había sido capaz de hallar pronto a su amigo, porque este se encontraba sosteniéndose con su brazo sobre el hombro de James. Las burlas tan hilarantes en contra de Misty estaban por hacerlo caer al suelo.
—No se preocupen por mí, ja, ja. Si gustan, pueden continuar todo lo que quieran, ja, ja, ja. Lo de la faja estuvo buena, ja, ja, ja, ja, ja. Por cierto, se les olvidó que también puede ser que ella rellene los sostenes con motas de algodón o papel higiénico, ja, ja, ja, ja, ja.
—¿Saben qué, muchachos? Nunca lo había considerado... Oye, Misty... ¡Ay, qué bien! Tú sí estás aquí no más. ¿Es cierto lo que dicen de que te encanta rellenar tu sostén por las mañanas?
—¡Eso a ti qué te importa! Eres un chiquillo malcriado. ¡Toma, chichí!—a falta de otra clase de misilMisty le lanzó a su preciado Togepi de la manera más brusca—. Aún así les diré a todos, poco de engendros, que lo que tengo es natural y solo natural. No necesito que me las inflen como a un par de chicas que conozco, cuyos nombres empiezan con jota y eme y terminan en Esse y Ay.
—¿Y por qué te metes conmigo? ¿Yo qué te he hecho? Tal parece que a tu bruto Togepi deberían llamarlo el Shuppet Espía, grrr, porque se infiltró en tu minúsculo cerebro y se lo está comiendo poco a poco para que le duren las raciones diarias el tiempo suficiente. De otra manera estaría famélico en unas cuantas horas.
—¿Viste, Pikachu? No es divertido que te arrojen los huevos... ¡Ayyy! Si les alcanza el tiempo, echen paja, aunque sea un poquito, ¿sí?
—Y tú, la que no sabe ni amarrarse un pañuelo a la cabeza, ¿por qué no vas donde uno de tus verdes amiguchos para que te den otro tratamiento de "mastosucción"?
Ahí ya se desconocía la existencia del respeto, pues las tres chicas habían perdido toda compostura y hasta sus compañeros de andanzas habían parado de reír al ser concientes del gran problema que un enfrentamiento como ese podía implicar al corto y mediano plazo. Era hora de ser serios. Debían tomar cartas en el asunto cuanto antes.
—No nos pongamos todos serios, mejor disfrutemos de esto y ya verán cómo presenciaremos una atractiva e inolvidable pelea de gatas salvajes. Arruñazo por aquí, piel tersa al descubierto por allá... Faldas y shorts aún más cortos...
—Meowth, yo estaría de acuerdo si de veras fueran tan felinas como mi adorada Miauzi. ¿Nya?
—Ay, ay, yo no sé, me parece que no se ven bien con todos esos pelos jalados y enredados. ¿No se supone que para eso pagan o botan la plata tan solo para tener esos extravagantes peinados de los salones de belleza?
Brock, James y Meowth voltearon a ver a Ash de forma tan repentina e iracunda, que el niño se asustó por el gigantesco cambio que sufrieron sus caras. Luego los tres solo pudieron sentir algo de compasión por la inmadurez del chico. A lo mejor se congraciaron con él después de recordar algo sobre el triste origen de semejante ignorancia tan empedernida y única.
—Creo que ya me mataron los ánimos, dientudo.
—Y yo que me arrancaron de golpe varios años de mi novena vida.
—(¡Qué raro! Cuando Misty me lanzó su Togepi, lo hizo a toda velocidad. ¿Será eso que tiene de rara lo que la hace un poco más fuerte que otras niñas de su edad?)
—Ni abras más tu boca, Ash, o nos meterás en líos más graves que este.
—¿Pi-ka, pi?—dijo el pokemon amarillo con rayas sin utilidad alguna.
—¿Qué dijo la rata, Meowth?
—Aquí te va la transcripción de lo que acaba de decir ese bicharejo... ¿Ah, de veras?
—Tanto drama y para que solo se le ocurra decir eso a ese infeliz.
—De acuerdo, de acuerdo, no lo haré. Es solo que creí que no importaba, Brock, luego de escucharte hablar con el Equipo Rocket de esa manera tan confianzuda.
—Ji, ji, ji. Veras, la diferencia es que yo puedo controlarme mejor que tú al criticar constructivamente...
—Si me permiten opinar, yo habría dicho que fue de la manera más destructiva... Como que nos hubieras quitado las palabras que teníamos justo en la punta de la lengua.
—Todos sabemos que yo nunca he confiado en ustedes, Equipo Rocket. Aún así quiero hacerles una pregunta.
—¿Como cuál?
—Una como... Como... ¿De qué manera prefieren salir volando esta vez? Ja, ja, ja, ja, ja. Sepan que estoy en una muy buena racha y no me caería mal una sexta victoria el día de hoy, ja, ja, ja, ja.
—Ay, sí, graciosísimo. Qué chistorete tan bueno fue ese... Como no estás acostumbrado a que se te queme, moje y electrocute en un solo episodio... Una y hasta dos veces...
—Deberías agradecernos que te entrenamos gratis a diario... Si no fuera así, no contarías ni con la mitad de tu dinero.
—No, ya en plan, quisiera saber si...
—¿Si qué?
—Si ustedes piensan que Misty es tan rara como tú, James.
—¿Qué cosa? ¿Cómo te atreves a compararme con ella? ¿Qué no entiendes que yo soy un as del disfraz y el camuflaje?
—Ay, yo ya ni sé qué son estos dos. Después de tantos fracasos creo que no hay forma de que pueda extrañarme que terminen comportándose como un crossdresser, por darle un nombre muy bonito a la cosa tan horrenda que es Jaimita, y como una cochina lesbiana abusiva y sin modales, mejor conocida en los bajos mundos como Jesse la trailera o en las transmisiones radiales de los camioneros como Big Jesse...
—¡Yo no soy ninguna Jaimita! A lo mucho aceptaría que me apodaran Jane.
—Estoy confundido. ¿Qué significa eso de cross no se qué y lesbina? ¿Qué? ¿Acaso James esconde una cadena con un dije en forma de cruz? ¡Ah! Es capaz que Jesse viene de un lugar lejano llamado Lesbos. ¿No es así, Meowth?
—¿Le dices tú o le digo yo que es un perfecto becerro?
—No, Meowth, aún es muy joven para decidir qué quiere ser. Hay que dejarlo que disfrute su niñez todo el tiempo que le dure esta.
—No creo que te convenga saberlo nunca, Ash. Si lo averiguaras, te la pasarás con el corazón roto por más tiempo del que te puedas imaginar...
—Ah, jamás, no es para tanto, chiquillo.
—Oh, hasta ahora yo no había relacionado el hecho de que la profesora Ivy pudiera ser coterránea de Jesse. De seguro tenía un caracter muy difícil... Justo como el de esa gritona de Jesse...
—La maldita primavera...—cantaba Brock mientras lo embargaba la sombra de la depresión.
—¿Qué le pasa a ese "pelos picudos"? ¡Cómo se atrevió a robarnos uno de nuestros más famosos clichés! ¡Solo nosotros obtuvimos el permiso de los autores y cantautores para recitar su lírica melodiosa! Únicamente de mí pueden escuchar la impresionante voz de barítono, tenor y a veces de soprano o mezzosoprano.
—Meowth, así e... Pero James, nosotros nunca hemos tenido un cinco para cooperar con el fondo de las asociaciones protectoras de los derechos de autor...
—No nos importa ni a ellos, posiblemente algún día nos sobre el dinero para compensarlos por el asqueroso plagio que cometemos a diario, mas eso solo ocurrirá cuando colguemos las tennis y no nos impliquen más en villanía alguna. Pero de momento solo nosotros, Jesse, el galanazo de primera de James... ¡Qué no se me olvide la rosa!... ¡Ay qué bien, aquí está! ...y el puros dientes amarillos de Meowth, podemos infringir la ley a gusto y sin que nos mantengan recluidos en celdas con barrotes.
—¡Qué barbaro, James! ¡Tú si sabes! Y sepan que aún si nos encerraran bajo llave y la tiraran lejos, sabremos a cuál custodio de la Reforma sobornar para escabullirnos por la entrada principal! ¡Como si fuéramos visitantes que se retiran luego de dejarles lijas y celulares a sus familiares, conocidos y compinches! Nya, nya, nya, nya. Ya nos veo tomando un bus por la fuerza.
En este punto del sueño bajó el ritmo de los eventos de esta irreal aventura al tener James que acomodarse mejor en su improvisado catre para seguir durmiendo el resto de la noche. Minutos después, Ash volvió a tomar el mando del mismo y le dio un nuevo empujón a esta sarta de incoherencias infantiles.
—A pesar de todo yo necesito saber por qué Misty es tan fea y bravucona. no se parece en nada a May ni a Jesse, excepto en lo terca y malhumorada... Pero se la pasa así todo el tiempo... No por ratos como con ellas... Insisto, esos deben ser los efectos según el diario de la psicología perversa que le aplica a Togepi. O quizá eso ocurra al revés, no estoy seguro todavía...
—¿Qué publicaron eso en el diario? ¡Qué miedo! ¿Y a tí te la han aplicado alguna vez, primo del gato Infélix?
—Nya, bueno... Diay, yo tampoco estoy seguro de eso. Tal vez fueron ese par de creídos de Cassidy y Bush quienes nos lo aplicaran. Últimadamente debo decir que tiendo a olvidar muchas cosas. Ese es el problema de no estar al tanto de las más recientes técnicas de la psicología pokemon.
—Me van a disculpar, pero yo no entendí nada—dijo Brock quien no había estado en las Islas Naranjas.
—Volviendo al tema de nuestra mayor preocupación... ¿No creen que ya ellas debieron recibir mucho daño?
—¡Ay, mocoso más cerrado! ¿No ves que Jesse es capaz de aguantar eso y mucho más? ¿Cómo se te pudo olvidar? A cada rato nos das lecciones de cómo soportar mejor el dolor...
—¡Es una lluvia de meteoritos!
Repentinamente una extraña precipitación inundaba el lugar. Se podían distinguir toda clase de objeto no líquido. A la derecha podía pasar un rimmel, cuando de la nada una botella tipo deportiva podía rozar el cabello. Tal parecía que las diferencias entre las chicas escalaban más y más peldaños. Sus bolsos, salveques y carteras parecían los mejores barriles sin fondo de la historia de la animación. De repente Brock tuvo que manifestarse enérgicamente.
—Pero... ¿Qué es esto? ¿Ahora un lápiz labial es capaz de herir a un hombre con solo que lo toque?—dijo el joven de Pewter City muy sorprendido ante la espantosa colisión de ese objeto contra parte de su mejilla y labio superior, el cual había quedado ligeramente cortado—. ¡Qué ironías del destino amargo! En vez de ponerme en bandeja de plata el dulce corazón de una jovencita amable, trata de lastimarme, de perforarme hasta lo más hondo, para luego finalizar su embestida con alejar mi boca de mi amada y lo hace precisamente con el voraz toque de un lápiz, con el que debería poder regocijarme viéndola a sus labios tan tersos.
—¡Ya cálmate! O verás cómo se le estallarán los labios por tanta inyección de colágeno.
—Esa me encantó, Meowth.
De echar una miradilla furtiva a la realidad de ese instante, veríamos que una mano y una pata chocaron alto en el aire y luego se devolvieron cada una a su lugar de apoyo para la cabeza.
—No debimos darles las espaldas... En una de tantas dejarán de odiarse y nos atacarán a sangre fría...
—Lo que es poseer la voz de la experiencia, Brock, je, je, je.
De alguna manera siempre ilógica, el Brock del sueño no conseguía relacionar hechos de la vida real con la del país de los sueños. Ash solo acató a hacer señas para que no le hiciera caso a esa afirmación tan verídica. Detrás de ellos, las tres dueñas de pokemon, de las cuales ninguna es realmente una entrenadora, hicieron extraídos a sus pokemon de sus Pokebolas. May quiso montarse al sacar a un segundo bicho, esta vez se trataba de su Skitty juguetón. No por obra de la casualidad este empezó a perseguir su olorosa cola. Ella aprovecharía para mostrar su estilizada figurita en son de desprecio hacia la ineptitud de las demás féminas y sin percatarse de lo inútil que sería tal guerrero pokemon. Las críticas mordaces no se harían esperar, menos con dos presumidas como Jesse y Misty cerca.
—¡Qué alegría que hayas enseñado a tu felino amiguito a tratar de morder su cola! Ya nos basta con eso para que quede comprobado que la belleza humana y pokemon están de solo mi lado.
—¿No crees que viene siendo hora de que dejes de untarte esas mascarillas? Parece que los psicotrópicos que incluyen te están afectando el cerebro! Ya hasta te engaña la vista y te miente el espejo, ja, ja, ja.
—¡Vaya faena haber nacido yo para tener que arreglarlo!—aseveró James ante la eventual lucha de poderes tetánicos.
Esa oscura noche no fue aprovechada solo por Ash para relajarse, Jesse también hacía de las suyas en su propio mundo. El crimen era ahí lo más perfecto, aunque las ideas para ejecutar los planes malévolos de esta mente maestra no eran lo más brillante que se le hubiera ocurrido, ni cuando está despierta.
—A ver, holgazanes, pónganse a trabajar de una buena p$#$ vez. Que si no lo hacen, no podré impresionar a ese líder de gimnasio que me echó una miradilla tan encantadora que me es imposible pasarla por alto.
—Ay, Jesse, yo creí que había sido de extrañeza por verte ese pelo tan excesivamente largo... Capaz que creyó que le picarías un ojo si se acercaba demasiado. No me parece que quisiera que lo apodaran "el tuerto".
—Sí, de seguro. Eso se convertiría en el peor caso de un flechazo instantáneo y mala puntería que pueda tener Cupido, nya, nya, nya.
—Cállense, bola de insensibles. Lo que él apreció fue el esmero conque cuido mi cabello lacio, el hecho de que no tengo necesidad de teñírmelo por ser tan joven y por último, lo más impactante, que él ahora sabe cuán erótica yo puedo ser llegado el momento justo.
—Meowth, ¿crees que ese piense que ella puede ser realmente erótica?
—Solo a menos que él sea un desesperado sadomasoquista en busca de dolor placentero...
—Ja, ja, ja. Ya mandaría que le pida a Jesse que le pegue más fuerte con su pelo para sentir algo con mayor intensidad, ja, ja, ja.
—Quién sabe... Tal vez se la pase diciendo que lo golpee con el cabello para saber que le demuestra lo mucho que ella lo quiere...
—Y que nunca escatimará esfuerzos para mostrarle su versión más violenta de sus azotes hechos con cariño y sobretodo con el látigo de su peludo desprecio, ja, ja, ja.
—¡Silencio! No sean tan estúpidos por una vez en su miserables vidas. Aunque ahora que pienso en eso... Es posible que yo desee cumplir sus fantasías más alocadas para asegurarnos nuestra felicidad, juntos...
—¡Hasta que el pelo se les caiga!
—Excelente, Meowth. Esa estuvo inmejorable. Pobre cegatón, va a tener que recurrir al psiquiatra después de eso, ja, ja, ja. Quizá termine con una fobia al cabello de Jesse.
—¡Grandísimos imbéciles! ¡Cómo esperan ser parte del Equipo Rocket si no logran robar nada más que los sueños de una dulce e inocente mujer enamorada!
—Discúlpanos, Jesse, pero no por nuestros comentarios. No creo que te sirvan un collar y un dije ni unos aretes de fantasía para impresionar a ese muchacho. Dudo que le llames la atención si le demuestras que eres una mujer de oropel —comentó acertadamente James.
—Bueno, está bien. No quería volver a fracasar, pero con tal de no oír sus insolentes comentarios iremos a una verdadera joyería con toda clase de joyas de plata.
—¿De plata? Ay, como te falta categoría, Jesse —maulló Meowth.
Por otro lado, pero no muy lejos de Brock y Ash, se encontraba Misty disfrutando al máximo su sueño repleto de delirio de grandeza, tanta que parecía que había gastado una fortuna solo para pagar por ello a un canal de compras por la televisión. Ella se encontraba en los jardines ubicados en medio de un gran parque, que daba la casualidad de ser tenebrosamente semejantes a los de los Campos Elíseos en el Hades. Cuando Misty, o mejor conocida como la Reina Misty, disfrutaba del grandioso sabor de las uvas, una sirviente se le aproximó para preguntarle cuál era su siguiente orden.
—Bueno, Magnolia, ahora creo que se me antojó montar a caballo así que dile a mis lacayos que me preparen a mi yegua preferida cuanto antes, no admitiré el menor retraso.
—Por supuesto, mi encantadora señora de los inigualables dones. Solo querría saber si también su esposo querrá que le preparemos el suyo para que la acompañe en su cabalgata matutina.
—No, no te sería posible. Ya fui a tener una seria conversación con él y lo maté...
—Disculpe que la interrumpa, mi señora. ¿Podría repetirme lo último que dijo? No logré escuchar qué fue lo que ocurrió después de la conversación con el señor.
—Uy no, no acaeció nada. Simplemente dije que lo mandé a dar una gira por el amplio reino para que con solo su ilustre presencia sus tierras y sus súbditos se mantuvieran felices y confirmaran su firme apoyo al rey, tu señor.
Durante esa explicación posterior al encuentro con el rey, Misty seguía recordando que no podía admitir en forma tan directa y descuidada que ella se había deshecho del inútil del rey, su esposo. ¿Qué pensarían si supieran la cantidad tan asombrosa de puñaladas que le propinó? Nadie la entendería, actuó por los celos que siempre le provocaba el regente a diario. En cuanto veía él a otra muchacha, ya fuera esta una campesina o una joven de noble cuna, sus ojos se alborotaban tanto como sus hormonas. Últimamente ya no podían controlar el poder de su líbido y la reina Misty no tenía más fuerzas para soportar el peso de una infidelidad en el seno de la familia real. Habría sido el peor escándalo y la mancha más difícil de quitar de sus hasta entonces prístinas vestimentas.
Sin tardanza la "bella" reina había llamado a dos sirvientes para que se deshicieran del cuerpo de su marido y se encargaran de aparentar que todo se trató de un regicidio. Dirían que fue una muerte aparentemente provocada por el feroz ataque de un súbdito malagradecido que se había vendido al mejor postor, un regente enemigo de ellos. En cuanto llegara uno de sus fieles caballeros y grandes defensores del honor de su reina y comunicara el deceso del rey, ella rompería a llorar, sus lágrimas consistirían en derramar gotas de agua pura en los alrededores de sus ojos "vidriosos". Después de eso se encerraría en la alcoba y no se volvería a dejar ver por el palacio.
Cuando llegó el momento de ir a montar su yegua tan mimada, no consiguió recorrer muchos kilómetros antes de recibir la triste e "inesperada noticia" referente a su marido. Ella no tardó en bajar de su corcel para recorrer a pie la distancia entre el campo y el palacio real. Aparentó que por momentos trastabillaba y no aceptó escuchar más ruegos de sus caballeros de ayudarla a llegar a sus aposentos. Finalmente se encerró en su habitación sumida en la más fingida tristeza y desesperación. Sin embargo, la farsante reina exigió, a manera de expiación por la ineptitud de todos sus sirvientes, que le llevaran siempre una bandeja de plata repleta de uvas frescas una hora antes de cada comida. Lo deberían cumplir al pie de la letra a partir de ese mismo instante y para siempre. La cara de la reina se regocijaba al disfrutar el ver cómo salía el delicioso jugó de uva si las exprimía y eso le trajo algunos recuerdos de forma involuntaria.
Nunca quiso vestir de negro como señal de luto y limitó sus salidas durante el día, mas se incrementaron los escapes furtivos bajo el velo de la noche. No mucho tiempo después mandó a convocar al caballero Sir Ash de la Marca de Paleta para que ella le asignara en un nuevo cargo durante una reunión ultra secreta, donde no habría más testigos que los dos involucrados.
Terminado el periodo de descanso mental, la inquieta mente de Ash empezó a maquinar otro sueño de los suyos. Lo único que no calzaba ahí era que esta vez él era otra clase de protagonista. Aquello que lo hacía atípico era que "compartía el escenario" con alguien más.
—¡Vaya que me divertí anoche! —dijo la pelirroja con mucho ánimo —. Parece que hubiese durado siglos, pero no me hubiera quejado de haber sido el caso...
—Sí, bueno, no todo puede durar tanto tiempo... ¿Qué haces con esa camisa? No cabe duda de que es la mía, la que traía puesta. Mejor sería que te la quitaras.
—Tranquilo, si sudaste mucho no fue cuando la tuviste puesta.
—No lo decía por eso— replicó Ash mientras estaba sentado al borde de una cama —, siempre he tratado de ser bastante pulcro, si no me falla la memoria.
—De por sí que a estas horas no puedo seguir sin tener al menos una camisa puesta.
—Pronto, quítate la camisa.
—Uy, vean ahí al varonil caballero a quien no le satisfizo solo una noche, aquí con...
—Por favor, quítate ya la camisa. No me hagas esperar más.
—Ay, dejate de varas, Sir Ash. Ya entendí que no puedes aguardar a ver en todo su esplendor este bello...
—No me fuerces ir a quitártela, reina Misty.
—Ni tú me obligues a mí a ir después por mis uvas y derramar su jugo sobre mí.
—Basta, quítatela ya. ¿No puedes ver que no podré acercarme a conversar con nadie si huelo a aroma de mujer?
—¿Y eso qué tiene de malo? Si sabes con quién la pasaste anoche, no te molestarían, te envidiarían todos.
—Solo sé que se burlarían por no tener buen gusto y todo "gracias" a ese olor a pacholí añejo que me delataría. Es lo mismo que le pasaría a un fumador aún cuando trate de disimular la asquerosa fragancia con saborear un confite. La ropa retendrá las únicas pruebas que la gente requiere para discriminarlos.
—Puedes relajarte, yo solo uso las fragancias más costosas que el dinero pueda conseguir.
—Las más costosas del mercado central quizá... —comentó Ash al ver con incredulidad a su compañera —. De todas formas debo retirarme en este momento, no pretendo sentir (en cierta persona) algo como el exceso de acumulación de celulitis por el resto del día.
—Tranquilo, amor mío. Estás libre de ese pecadillo.
—Eso ya lo sé... —dijo el caballero que sabía bien a quién se refería con eso de la piel de naranja.
Estaba a punto de terminar el ocaso y el dúo dinámico más un felino maullador salieron a las calles para efectuar labores de inteligencia. Ninguno de ellos conocía la ubicación de una joyería y menos una que se dedicara exclusivamente a vender joyería de plata. De ponrto la pelirroja delincuente fue distraída por un volante que realmente estaba surcando los aires. En él pudo vislumbrar un par de frases.
"Murió el rey. Este... cree que alguien cercano p... asesinado."
La jovencita creyó que eso era un mensaje falso. De todos modos solo alcanzó a leer parte de su contenido y dudó que se tratara del reino de esa gran estado. Supuso que se trataba de un rockanrolero muerto hacía décadas.
—¿Por qué no te concentras más, Jesse? ¿Qué? ¿Acaso ya se te olvidó que tú fuiste la que ideó esto? Por lo menos deberías mostrar más interés por tus propios planes.
—Eh, sí, sí. Entiendo a la perfección. Es solo que...
—¿Es solo que qué? A ver, dilo de una vez.
—Es que creo que tienen razón y que deberíamos ir por un premio más jugoso.
—Ay, por fin entró en razón la pobre mujer, nya, nya, nya.
La ladronzuela con pocas aptitudes no lograba recordar ni una sola palabra que aquellas que la hicieron dudar desde un inicio. Por momentos se inquietaba por ese tipo de pensamientos y no halló calma hasta que otra distracción la trastornó. Un vendedor ambulante pasó ofreciendo exageradas descripciones sobre los helados pokemon que vendía "al precio justo". Jesse no sabía qué era pasarse una servilleta por la boca para limpiarse los litros de saliva que esta secretaba.
Finalmente el sol empezó a tocar las puertas de todas las casas y negocios de Tiquicia. No se olvidó de pasar por la pensión donde se hospedaban los tres amigos. La primera persona en despertarse no fue la dueña sino Misty, quien aprovechó para darse un duchazo, pero no contra la cabeza para desgracia de Brock. La muchacha se entretenía tanto ahí adentro que incluso Ash la escuchó tararear una pieza no muy conocida para él. Por su parte, el de los pelos picudos no lograba salir de la despertina tormenta. El tarareo lo despertó y de repente lo aterrorizó, porque el ritmo que seguía eso era idéntico al de la tonada que su onírica asesina había empleado para sumirlo en un sopor que lo inmovilizó. Del resto de ese episodio solo pudo recordar que se llenó de momentos de intenso dolor y múltiples salpicaduras de sangre. Esa serie de eventos lo hizo regresar a esos instantes. No mucho tiempo después, Brock terminó escupiendo al lado de su cama, por poco creyó que esa asfixia era su última vivencia. Había perdido todas las ganas de dormir que al levantarse no preparó ni tomó su taza de café.
—¿Cómo amanecieron ustedes, chicos?
—Supongo que bien — dijo Ash sin poder responder algo mejor que eso.
Su amigo no se atrevió a responder la pregunta ni se atrevería a afirmar que estuvo a un paso de morir del susto.
—Yo sí que me siento de lo mejor. Incluso recuerdo ese hermoso sueño que tuve. Me hallaba libre de todos mis problemas y por fin podía conseguir lo que tanto había añorado, ji, ji, ji.
Ash estuvo a punto de contar lo que él vio en sus sueños, pero Brock lo detuvo y le hizo señas para que se mantuviera bien callado. Misty no se enteró de ese pacto silente que existía entre sus amigos, ella tan solo continuaba con sus preparativos antes de salir y de vez en cuando se dirigía a la cocina para tomar otro bocadillo más. No pretendía preocuparse ese día por unas calorías de más. Se sentía segura de sí misma. En el cuarto de Brock, este se percataba de que había perdido gran parte de su confianza y no deseaba salir para que sus amadas no lo vieran en tan lastimoso estado. Lo único que lo motivaba aún a salir a la calle era el hecho de que verían a la enfermera Joy. Aprovecharía esa pequeña fortuna para hacerle una petición importante que no le pudo hablar la tarde del día anterior.
Se despidieron de la dueña de la pensión y se dirigieron al centro pokemon que estaba dentro de las instalaciones del Banco de Sangre.
¿Seguirá sufriendo Brock por un amor ilusorio que no tenía por qué ser correspondido? ¿Entenderá Ash que Misty ya no piensa soltarlo ni para cuando necesite al baño con urgencia? ¿Misty forzará pronto a Ash a llevar puesto un cinturón de castidad durante las veinticuatro horas?
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