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Receta de Tortas Caseras

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Category: Pokemon - Rating: PG-13 - Genres: Parody - Characters: Ash,Misty,Nurse Joy - Published: 2007-09-19 - Updated: 2007-09-23 - 4101 words

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Pokemon: Los Viajes por Tiquicia
Receta de las Tortas Caseras
por Kyonides

Cuando aún no era el mediodía en Ciudad Verde los trabajadores de una base secreta gritaban de asombro y unos pocos de júbilo. Su líder ya había recibido quejas de la insubordinación de muchos de sus empleados que preferían tomar café y permitirse el lujo de hablar de los temas más irrelevantes. Uno de ellos se fue corriendo por varios pasillos sin descanso como si se encontrara en una situación semejante a la del mensajero de la legendaria carrera de Marathon.

—¿Qué es tan urgente como para que un bellaco como usted venga hasta mi oficina a interrumpirme? Sepa desde ahora que si no se retira justo ahora, pasarà a ser el nuevo juguete de mi apreciado Persian. ¿Qué te parece a ti, mi felino amigo? Tienes muchas ganas de desgastar un poco tus largas uñas. ¿No es verdad?

—No, señor. Le ruego que me disculpe luego de haber entrado como un Rapidash desbocado con el tonto fin de darle una noticia como la que le traigo hoy, señor. Sé que no me lo va a creer y no lo culpo por no querer hacerlo, pero nos enteramos de algo realmente enigmático la mañana de hoy.

—Ya habla de una buena vez que ni yo ni mi Persian estamos para siquiera oír los balbuceos de un minion impertinente.

—Ya veo, entonces no querrá que yo le dé las nuevas del Equipo B. Entonces me retiro, mi excelentìsimo jefe.

—Detente ahí. Sé que me voy a lamentar de haber dicho esto por el resto de mis largos dìas, pero de igual forma dime qué estupideces han hecho esta vez ese trío de incompetentes malandrines.

—Bueno, jefe, usted ha de saber que nunca atrapan pero ni a un Dustox, pero esta vez es diferente. ¡Completamente diferente! Me dijeron que fueron capaces de atrapar a una docena de Tauros y solo luego de haber dado tremendo espectàculo en la arena. Ni siquiera necesitaron llamar a uno de sus androides.

—Me sorprende que alguna vez hayan podido atrapar algo más que un mero resfriado del Tercer Mundo.

—Señor, de seguro ya se habrà imaginado la gran propaganda que le han hecho al magno Equipo Rocket fuera de nuestras fronteras conocidas. ¡Fue excelente! ¡De primer orden!

—Lo que yo me imagino que puede ser excelente, es el que un estùpido espectador de la ùltima fila del derrumbado coliseo romano no me venga a sermonear sobre cómo tratar a los peores payasos de circo de la historia. Ahora retìrese, inútil, y considérese suspendido por los siguientes quince días.

—Con todo el gusto, mi señor... ¡Qué pase un buen día!

—¿Cuál buen día? No le comprendo. ¿Acaso se refiere al que me acaba de arruinar? Será mejor para usted que no se atreva a regresar más nunca.



Luego de retirarse el exminion, el ilustre presidente de la mejor empresa de toda la región de Kanto se puso de pie con sus manos firmes sobre su fino escritorio. Lucía como si por momentos pensara que estaba en la peor encrucijada que se pudo encontrar en la vida. Solo una corta pregunta logró escaparse de su brillante frente.

—¿Y qué se supone que haré con un poco de tortas de carne molida con cuatro patas? ¿Esperan que yo, el gran líder, me ponga a vender hamburguesas en un puesto callejero de Pueblo Paleta?

El magnate, que contaba con sumo prestigio entre todos los empresarios de la zona, volteó a ver a su maullador compañero de la misma manera en que lo vería de estar por concederle el permiso de arañar o deshacerse de unas cuantas Rattatas.





—Mira, Jessie, aquí en el diario veo como nos han elogiado por habernos chuleado a esos hediondos Tauros tuyos.

—Uy, sí. Si supieran lo que es convivir con esos apestosos Pokemon. Huelen como Jessie recién salida de las aguas termales. ¡Qué ganas de hacerse pasar por un huevo duro! ¡Guácala!

—¡Ya cállensen y no sean tan ineptos! Y tengan claro que yo solo puedo oler a rosas.

—Sí, sí, Jessie. Perdónanos por cometer tan grave falta a la verdad...

—¿Qué no ven lo que tenemos aquí no más? Debemos aprovechar esa cobertura para hacernos famosos de una vez por todas. Finalmente podré dejar de soñar con ser actriz para poder pasar a ser una de esas rutilantes estrellas de Bollywood.

—¡Vaya glamour! No creí jamás que desearas dejar de usar papel higiénico después de usar el baño. Y dices que no eres una cochinota. ¡Qué horror!

Jessie dejó de lado sus cuidados de la piel, se ruborizó o se enfadó y procedió a conectarle un derechazo al pobre Meowth.

—A ver si te callas y aprendes algo de cultura general, la pop.

—Disculpa, Jessie, que te interrumpa de esta manera, pero lo que este "gato" te quiso decir es que Bollywood no está en todo el continente americano sino en la India... Al otro lado del mundo. ¿No habrás querido decir Hollywood? Ese sí está en California.

—Por supuesto que dije eso, una damisela como yo nunca puede equivocarse ni por unos cuantos metros de diferencia.

—¿Unos cuantos metros de diferencia? Pero si la distancia es enorme...

—La verdad que decir que iría a Bollywood terminó siendo un cumplido demasiado grande, debí decir que no merece estar ni en el poblado más atrasado de ese lejano país y solo porque es la persona más ignorante de todo el mundo...

—Sí, es cierto. A diferencia de Jessie, los actores de allá si tienen una buena cuota de clase... Ya cierra tu bocota, Meowth, no ves que ella está hoy "muy sensible" y que todos tus comentarios le hieren su tierno corazón de palmito.

—Bueno, yo solo decía mi verdad. Además tú no dejas de ser cómplice...

—¡Qué te calles, he dicho! ¡Oh gato mañoso!

—¿Cuánto más nos hará falta para poder entregar esos bichos ruidosos en nuestra nueva base regional? Me tiene desconsolada el estar viviendo aún bajo la cortina agujereada de la noche. ¿No se supone que tuvimos éxito? ¿No deberíamos estar durmiendo plácidamente en un cuarto bien alfombrado de algún hotel de por aquí? Sí, como ese de El Rey. Ese suena a prestigio desde el primer momento en que lo nombras.

Los otros dos integrantes del Equipo Rocket se quedaron mudos y prefirieron no hacer más comentarios hasta que se le hubiera pasado esa "melancolía" a su compañera. Por algo dicen que la ignorancia permite que la gente sea más feliz.



Repentina bifurcación



—Chicos, yo me adelantaré porque debo conseguir una guía Pokemon para no perdernos en estas apartadas tierras— dijo el joven mochilero de tez morena. Estaba realmente conciente de las consecuencias de su distanciamiento.

—¿No te parece, Misty, que él solo quiere ir tras una agente Jenny?

—¡Vaya Ash! Tal parece que por fin pusiste en funcionamiento tu inteligencia. ¡Ay, no! Discúlpame, tan solo se trataba de tu memoria. De ser ese el caso, espero que no se te resetee cuando te limpies la cera de los oídos.

—¡Oye! No me avergüences en público solo porque No me alcanzó el tiempo para lavarme mis orejas.

—¡Qué asqueroso! Das tanto asco como un Weedle... Cómo aquel del que te hiciste amigo el día de ayer... ¡Uy, no! Mejor guarda tu distancia. Es más, mantente a un metro atrás de mí. No quiero que me hagas vomitar hoy siendo un día tan bonito y brillante.

—Pero eso es injusto. Ese Weedle no era mío ni me siguió a la pensión. ¿Verdad que sì, Pikachu? ¡Ay, carajo! Lo habìa pasado por alto.

—No me importa, Ash. Recuerda esto. Más te vale hacerme caso o lo lamentarás después.

—Eres tan... Y solo porque Pikachu...

—Ah, ah. Recuerda que ya estás advertido.

Ash no pudo dejar de refunfuñar por todo en general. En cambio Misty sonreía tanto que lo reflejaba en el meneo de su cadera. Este movimiento no tuvo tanto efecto en el joven entrenador solo porque desde su punto vista eso no era algo realmente visible al ojo humano. Posiblemente ni un Pidgeotto serìa capaz de percibir tal insignificancia.



Por otro lado Brock aprovechaba esa pausa que se daría para liberarse de las tensiones que ahora tenían una cabellera de color fuego. Nada mejor para relajarse que visitar a una de sus ídolos femeninos, la oficial Jenny. En un viaje anterior, una enfermera Joy y la oficial Jenny de aquella localidad le habían encargado algo muy especial y claro está que un hombre "hecho y derecho" como él no podía negarse a hacerles un favor.

—De acuerdo, Brock, estarás a cargo de entregarle un paquete a mi prima tercera que emigró a Tiquicia muchos años atrás. Podría traerlo aquí, enfermera Joy?

—Sí, con gusto, oficial. Ve, Chansey, por la caja amarilla que está en el cuarto estante contando de arriba bajo en la segunda estantería del lado izquierdo del almacén del ala sudsudoeste del tercer piso, antes de llegar a la sección be dos. No olvides que debes ingresar de primero la llave amarilla, luego la roja, de nuevo la amarilla y finalmente la azul. Por favor, vuelve pronto —dijo la esforzadísima enfermera—. Gracias de antemano, Chansey.

—Chansey, chan...

—Bueno, enfermera Joy, creo que mientras tanto podríamos ver los resultados de los exámenes de aquellos Pokemon...

—Ay, discúlpame, mi queridísima florecilla. ¿Podrías decirme lo que hay en esa caja? ¿Se trata de algún obsequio o de un recuerdo familiar, oh mi jovencísima oficial Jenny? De ser lo último me encantaría duplicarlo para así siempre llevarte en mi melancólico corazoncito.

—Ay, por favor... Mira que... Bueno, mejor cálmate, Brock. Aún no estás listo para llevar toda la carga de un adulto sobre tus hombros. Por eso sería excelente que no trataras de apresurar las cosas... De otra manera tendrían que arrestarte años más tarde por cargos de acoso sexual.

El joven de los pelos más puntiagudos y asimétricos de la historia no respondió de inmediato porque le habían bajado los humos de manera inusualmente estrepitosa. A pesar de eso, no todo podía estar perdido.

—Por mí haz lo que quieras, pónme bajo arresto ahorita. Colócame las esposas, después puedes encadenarme... Nada de eso me importaría si fueras tú la que así lo hiciera.

—Eh... Ay, Brock, sí que eres gracioso... Hazme el favor y no aparentes que te tomas todo de forma tan literal.. Yo sé que entendiste que hablaba de una situación hipotética...

—Ah, claro, oficial Jenny —respondió el amargado o nervioso de Brock—. ¿Qué más podía ser? Je, je, je, je, je.

—Miren, ya se las tengo lista. ¿No querrá revisarla, oficial Jenny? Digo, sería para verificar que no falte nada.

—Claro que sí. Ahora procederé a dar comienzo a la inspección ocular. Bueno tal parece que está justo y como se lo entregara yo tiempo atrás. Te agradezco que esmeraras tanto por cuidarlo y devolvérmelo, enfermera Joy.

—Ay, no fue nada. De veras.

—Okay, Brock. Esto es lo que llevaras. Son las pertenencias olvidadas por un entrenador que de acuerdo con nuestras investigaciones posteriores han de ser propiedad de un peligroso delincuente con un modus operandi muy peculiar. Nunca roba una misma cosa dos veces. Incluso cuando ha sustraído objetos similares, lo ha hecho con mucho tiempo de por medio. Si pudieras entregarle esto a mi pariente, allá en Tiquicia, te lo agradecería de todo corazón.

—Yo haría de todo con tal que eso último que mencionaste por fin sea mío, mi esbelta oficial Jenny.

—Sí, sí, sea como tú digas... (Mientras solo ocurra cuando estés soñando.)

El agudo sentido auditivo del joven criador de Pewter City increíblemente alcanzó a escuchar en aquella oportunidad la última y practicamente irreconocible frase de la juvenil policía. Siempre con una sonrisa en la cara bronceada, Brock se retiró del Centro Pokemon con una pena que no podía esconder y con el terrible peso, no de la caja amarilla, sino de la duda que lo carcomía.

—Sin temor a equivocarme, puedo decir ahora que algo he de haber cambiado y que mi suerte ahora es guiada por una buena estrella, la de la buena fortuna. Sí, señor.

Las demás personas que esperaban abordar un bus que los llevara a la ciudad capital empezaron a comentar de todo acerca de la mala maña del extranjero de hablar en voz no muy baja de manera tal que todos se pudieran enterar de sus desventuras y su perseverancia.

—Yo digo que, por la pinta que se gasta ese muchachito, él debe ser del otro la'o del mundo.

—También opino que por ahí anda la cosa. Quizá sea un chino malayo o algo por el estilo.

—Ay, de verdá... No sé por qué no se me había ocurrido que era de por'aí.

Aquél a quien todos miraban de reojo y se lo comían a sus anchas sin que se percatara de ello, se callaron en cuanto fue notorio que él tenía algunas preguntas qué hacerles.

—Discúlpenme, mi nombre es Brock y soy un criador Pokemon. Quisiera saber si son tan amables de decirme por dónde llego a la comisaría o policía de proximidad como le dicen por aquí. Me refiero a la que está en un lugar al que llaman San Pedro, como ese santo católico.

—Ay, joven —dijo una de las señoras ahí presentes después de contenerse por unos instantes—. En ese caso debe devolverse al Castillo Abandonado y subir al norte hasta ver el Bar Venusino y de ahí agarrar por el play de la esquina y subir la cuesta pasando por el Barrio Pintoresco.

—Debo devolverme hasta ver un castillo abandonado... ¿Cuál será ese?

—Me parece que mejor le aclarás de qué se trata.

—Por supuesto, qué va a saber él que... Ay, joven, disculpe a esta pobre señora a la que a veces se le olvidan las cosas. Me refería en ese momento a la plaza o centro comercial de por aquí.

—Oh... Oh, ya veo, sí, sí, claro. Es el esquinero, sí ya sé dónde está ubicado.

—Sí —afirmó el mismo señor que corrigiera a la otra persona de la parada—. Y una vez que llega a la mitad de ese barrio que le mencionaron antes, dobla a mano izquierda y camina como cuatrocientas varas y otras trescientas a mano derecha. Ahí se encontrará con la i griega invertida, donde estaba el palo, un higuerón. De ese punto se va al oeste y ahí al ratito llega a San Pedro. ¿Me dijo que iba a San Pedro, sí?

—Eh, pues así es señor.

—Ah bueno, es que de pronto me dio la impresión de que más bien iba a San Gerardo que no queda tan lejos.

—Bueno... Les agradezo por su gentileza.

—Eso sí, muchacho, deberá pedir direcciones, ahí donde hay una botica, ah, y un supermercado que forma parte de un centro de conveniencia —aclaró la señora que ya era toda una "experta" en dar direcciones.

Brock se retiró de la parada de autobuses a eso de las ocho de la mañana. No estaba tan seguro de poder seguir esas instrucciones.

—Creo que lo mejor será que las vaya apuntando de camino y así no se me olvida ni me hará falta preguntar nada cada vez que deba volver a esa comisaría.



—¡Hola! ¡Hola, enfermera Joy!

—Hola, Ash. Ay, se me olvidaba. Hola, Misty. ¿Qué tal les fue ayer en el redondel? ¿Lo disfrutaron mucho? Es que siempre me encanta recomendarles ese lugar a los viajeros que pasan por acá en esta época de fin de año.

—Estuvo muy divertido, enfermera —dijo Ash con plena confianza.

—Sí, estuvo de lo mejor... Ay, pero viera que asco me dio saber que por ahí andan Weedles con sus múltiples y pegajosas patas.

—Oh, veo que se toparon con una de esas criaturitas tan tiernas. Otra cosa que no puedo dejar de decirles es que reporten eso con la policía para que se los lleven a un hábitat donde puedan vivir en paz y armonía. De haber una banca o alguna otra tabla de madera en mal estado, se encargarán de que los que dirigen las actividades la reemplacen por una nueva.

—¡Vaya qué si están organizados! Pero aún quiero preguntarle por el estado de mis Pokemon, como mi amigo Pikachu.

—Oh sí, yo también estoy ansiosa por ver a los míos.

—Sí, no hay ningún problema. Solo dénme unos minutitos. Aquí los tienen —dijo Joy con la graciosa sonrisa tan cándida—. Espero que puedan continuar con su viaje sin contratiempo alguno.

—Ayyy, vengan con mamá. Oh, solo vean a mis maravillosos Pokemon de agua. ¿No son todas unas linduras? ¡Qué alegría que los tenga devuelta conmigo!

—Por favor, Misty. No reacciones de manera tan exagerada solo para atraer la atención. Ni que no los hubieras visto en siglos.

—¿Y tú qué sabes de brindar cariño y atención? Si lo supieras, no estarías quejándote todo el camino por ir tras de mí. Sí que eres delicado. Por todo te quejas. Deberías madurar, Ash Ketchum, y asumir más responsabilidades de un adulto. Sí... Eso no le haría daño a nadie como yo.

—¿Yo, un delicadito? Ay, Misty, se nota que no dormiste en toda la noche. ¿Por qué no te das media vuelta y regresas a la pensión? Te está haciendo mucha falta.

—Ay, sí, ya quisieras verme darte la espalda.

—No, créeme que no es entretenido, pero es mejor eso que tenerte aquí al lado solo para incomodarme por todo. Sí, dije todo.

—Tranquilos, muchachos. En las parejas siempre va a haber diferencias y no por eso deben pasarse el día peleados uno con el otro.

—¿Quién le dijo que somos pareja? Nunca lo hemos sido —refutaron los dos entrenadores que solo entonces mostraban una misma cara a la vez.

—Eh, bueno, es solo un decir... No se lo tomen tan a pecho.

—Así está mejor —dijo el joven de Pueblo Paleta.

—Ja, no se puede estar mucho tiempo con alguien como ese —comentó Misty, la del encendido pelo de zanahoria.

—Lo mismo digo yo —aseveró Ash—. No se puede estar solo con alguien que ni sabe como preparar unas tortas caseras que tengan por lo menos un sabor decente.

De esa manera salieron los dos amigables jóvenes y sus Pokemon del centro y se dispusieron a discutir sobre otro asunto, el de la localización del gimnasio más cercano donde Ash empezaría a acumular las nuevas medallas de la región de Tiquicia. Para ese entonces las campanas ubicadas en los alrededores ya habían sonado diez veces hacía un rato.



Más que asegurado



En algún día cálido de la estación más seca que la zona turística hubiera experimentado, dos personas, un hombre y una mujer, se habían bajado de la aeronave que hizo escala en un aeropuerto internacional ubicado al noroeste de la Región Tica. Estos pasaron por la inspección ocular y de rayos equis de las aduanas sin sudar una gotita por inocente que fuera. Les sellaron los pasaportes en cuestión de segundos y continuaron su caminata a la salida donde les esperaba una decena de taxis exclusivos del aeropuesto.

No tardaron nada en montarse en uno de esos y solicitaron al conductor profesional que se dirigieran al sector hotelero cuanto antes. Un jovencillo se encargó de acomodarles las maletas en el portaequipaje y con celeridad se colocó junto a la ventanilla para pedirles una humilde donación. Para su desgracia lo único que se le ofreció fue un chirrido de llantas y todo el smog que ese automóvil pudiera ofrecerle.

Unos sesenta y cinco minutos más tarde se bajaron de su transporte automotor después de un viaje sin muchos contratiempos ni cráteres en la calzada. Entonces le dieron rienda suelta a sus lenguas, pero nunca implicó que se irían directo a donde estaría la acción.

—¿Qué te parece la idea de que nos alojemos aquí? Creo que no habría que pensarlo dos veces, el lugar es bastante tranquilo y no veo moros en la costa...

—Aunque me cueste admitirlo, pero pareces todo un experto en la escogencia de escenarios aptos para que nosotros iniciemos operaciones cuanto antes. ¿Y qué haremos cuando se nos acabe el dinero? No vamos a sudar la gota gorda como ciertos...

—Por eso no debemos preocuparnos nunca. Me aseguraron que nos pagarán contra embarque. ¿Entiendes bien lo que digo? Ni siquiera seremos responsables por la entrega en los muelles del cliente.

—¿Cómo es eso posible? Jamás había escuchado de alguien que hiciera algo así... Es decir, eso es ser demasiado porfiado. De seguro caerán las culpas sobre nuestras espaldas.

—Ahí es donde te equivocas, alguien ya se encargó de asegurar la mercancía contra todo lo imaginable e inimaginable. Disfrutamos de una cobertura nunca soñada por un cliente de compañía aseguradora. Este negocito está listo para que lo explotemos al máximo sin que tengamos que movernos todo el tiempo como lo veníamos haciendo en otras regiones.

—Si es así, no cabe duda que debería llenar nuestros bolsillos y mi maleta de todo cuanto queramos. Quizá podamos pedir una champaña a la hora de la cena. No me he podido resistir a la idea de levantar el teléfono para pedir el servicio a la habitación. Me encanta ver cómo esos esclavos cumplen mis órdenes sin que tengan derecho a pestañear.

—En tal caso está más que decidido. Nos instalaremos justo en este hotel y ya para el día de mañana o pasado mañana todo estará montado y marchando sobre ruedas, je, je, je.

—Je, je, je. ¡Ay! Una cosa que se me olvidó decirte, ni esperes que estaremos en cuartos sin aire acondicionado porque yo no pretendo pasarme el día transpirando, aún si me ofrecieran piña colada y ron con cola todo el día.

—Tranquila, eso se puede arreglar en dos toques, ya lo verás con tus propios ojos. (¡Vaya! Esta zo... me está vaciando la billetera como nunca antes lo había hecho. ¿Por qué diantres no se mide un poco? Bastaría conque fuera solo un poco...)

—Sí, señores. ¿En qué podemos ayudarles?

—Buenas... Me parece que tenemos una reservación... Creo que era un cuarto con vista y acceso al mar, pero creo que estos papeles se explicarán mejor que yo...

—Está en lo cierto, señor. Con gusto les llamaré al botones para que se encargue de sus maletas cuanto antes. ¡Qué disfruten su estadía en este gran hotel de cinco estrellas! Ah y si desean ordenar algo, solo marquen el uno, dos, tres. En seguida recibirán su pedido hasta en la cama si así lo requieran.

El recepcionista había leído el documento someramente y se había percatado de un fajo de muy interesante aspecto. Posiblemente eso lo había convencido de que un error lo cometía cualquiera y que no debía dejar de darle la razón a los clientes por ningún motivo, menos después de eso.

—Muchas gracias por el tip —dijo la joven—. Odio cuando gente como él tratan de complacerme en todo.

—(¿Y no tuve que hacer exactamente lo mismo para que se mantuviera calmada? ¡Chicas! Siempre tan incomprensibles... Ahora entiedo por qué aquél se buscó a un nuevo compañero.)
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